-Créetelo, crétetelo. Si te fijas el culo de esos dos está marcado en la mesa – y no era mentira… a medías. Justo debajo del culo de los gemelos había dos hendiduras provocadas por los repetidos golpes que había tenido que soportar el mueble a lo largo de sus años de vida. Sin embargo, en ese momento los traseros de los tontattas se ajustaban a la perfección al hundimiento. Caprichos del azar.
-A ver, por donde empiezo…
-Por el principio – contestaron al unísimo los gemelos haciendo así gala de un vínculo y una compenetración que trascendía lo comprensible y racional.
-Verás hace unos años, poco después de te pillaran borracho como la cuba en la que estabas… - y así comenzó el Máquina a contarte ligeramente sobre la Armada revolucionaria. Sus orígenes y principios de acción. De cómo se estaban erigiendo como el contrapeso principal al Gobierno Mundial, tal y como la piratería lo era a la Marina – La mayoría son unos inútiles, pero algún novato hay por ahí que merece la pena. Nos vendrías bien, la verdad, ni que fuera para hacer de cebo y te vuelvan a pescar mientras todos escapamos – esta vez fue el turno del Máquina de hacer la apuesta fuerte
-¿Ya estamos? ¿No os he dicho que os centréis, coño? - protestó el líder. A pesar de ello y lejos de dar ejemplo, fue el primero en probar la magia del níveo polvo. Tras esnifar, se le quedó una pequeña mancha blanca encima del labio superior, justo del ancho de la nariz, como si fuera un bigote rectangular muy poco favorecedor y digno de los mayores tiranos y genocidas del mundo. No fue el único en disfrutar de la magia en bolsa, pues uno a uno fueron catando la sustancia estimulante.
No resultó dificil llegar hasta la cocina, como tampoco lo fue hacerse con un cacho de carne. Lo dificil sería hacerle comer al cánido el trozo de carne completamente rebozado en la harina mágica.
-Todavía recuerdo olía el perro el filete – rió. Había sido él quien lo había lanzado – Por un momento pensé que se lo iba a dejar. También que nos comería a nosotros. - se llevó la jarra a los labios para ahogar el recuerdo en el fondo del recipiente. Aquel no fue un día agradable, pues la pérdida de Tofun no fue la única de la que fueron testigos y que regresaría del pasado.
El animal a causa de su metabolismo acelerado respecto al de humanos y seres humanoides, además de ingerir una cantidad muy superior a la vuestra, comenzó a acusar antes los síntomas. Comenzó a agitarse intranquilo, de aquí para allá. Allá por dónde pasaba, dejaba un reguero de baba que difícilmente controlaba y jadeaba con fuerza. Buscaba algo de agua, pero ya había secado por completo su cuenco de agua. Las pupilas completamente dilatadas le hacían ver borroso, pero su olfato iba a mil. Fue por ello que no tardó en captar vuestro olor y dirigirse hacia dónde estabais listo para cazaros como los ratones que erais. No tenía ninguna intención de comeros, pero tampoco de dejaros vivos, pues ya os había identificado como sus presas y juguetes y como tal os trataría si os apresaba. Gruñía y lloriqueaba al mismo tiempo y sus zancadas eran ágiles, pero su reacción había empeorado y cada vez que debía hacer un quiebro tratando de capturar a alguno de los miembros de los Piezas terminaba por estrellarse contra alguna barrica, mueble o directamente contra la pared de la bodega. Cada vez se lo notaba más agitado y empeñado en conseguir alguno de sus juguetes nuevos, con los que después tratar de jugar con sus amos o, como mínimo, de obtener algún premio adicional por haber liquidado a los diminutos seres que correteaban por los dominios de sus dueños.
-A ver, por donde empiezo…
-Por el principio – contestaron al unísimo los gemelos haciendo así gala de un vínculo y una compenetración que trascendía lo comprensible y racional.
-Verás hace unos años, poco después de te pillaran borracho como la cuba en la que estabas… - y así comenzó el Máquina a contarte ligeramente sobre la Armada revolucionaria. Sus orígenes y principios de acción. De cómo se estaban erigiendo como el contrapeso principal al Gobierno Mundial, tal y como la piratería lo era a la Marina – La mayoría son unos inútiles, pero algún novato hay por ahí que merece la pena. Nos vendrías bien, la verdad, ni que fuera para hacer de cebo y te vuelvan a pescar mientras todos escapamos – esta vez fue el turno del Máquina de hacer la apuesta fuerte
-¿Ya estamos? ¿No os he dicho que os centréis, coño? - protestó el líder. A pesar de ello y lejos de dar ejemplo, fue el primero en probar la magia del níveo polvo. Tras esnifar, se le quedó una pequeña mancha blanca encima del labio superior, justo del ancho de la nariz, como si fuera un bigote rectangular muy poco favorecedor y digno de los mayores tiranos y genocidas del mundo. No fue el único en disfrutar de la magia en bolsa, pues uno a uno fueron catando la sustancia estimulante.
No resultó dificil llegar hasta la cocina, como tampoco lo fue hacerse con un cacho de carne. Lo dificil sería hacerle comer al cánido el trozo de carne completamente rebozado en la harina mágica.
-Todavía recuerdo olía el perro el filete – rió. Había sido él quien lo había lanzado – Por un momento pensé que se lo iba a dejar. También que nos comería a nosotros. - se llevó la jarra a los labios para ahogar el recuerdo en el fondo del recipiente. Aquel no fue un día agradable, pues la pérdida de Tofun no fue la única de la que fueron testigos y que regresaría del pasado.
El animal a causa de su metabolismo acelerado respecto al de humanos y seres humanoides, además de ingerir una cantidad muy superior a la vuestra, comenzó a acusar antes los síntomas. Comenzó a agitarse intranquilo, de aquí para allá. Allá por dónde pasaba, dejaba un reguero de baba que difícilmente controlaba y jadeaba con fuerza. Buscaba algo de agua, pero ya había secado por completo su cuenco de agua. Las pupilas completamente dilatadas le hacían ver borroso, pero su olfato iba a mil. Fue por ello que no tardó en captar vuestro olor y dirigirse hacia dónde estabais listo para cazaros como los ratones que erais. No tenía ninguna intención de comeros, pero tampoco de dejaros vivos, pues ya os había identificado como sus presas y juguetes y como tal os trataría si os apresaba. Gruñía y lloriqueaba al mismo tiempo y sus zancadas eran ágiles, pero su reacción había empeorado y cada vez que debía hacer un quiebro tratando de capturar a alguno de los miembros de los Piezas terminaba por estrellarse contra alguna barrica, mueble o directamente contra la pared de la bodega. Cada vez se lo notaba más agitado y empeñado en conseguir alguno de sus juguetes nuevos, con los que después tratar de jugar con sus amos o, como mínimo, de obtener algún premio adicional por haber liquidado a los diminutos seres que correteaban por los dominios de sus dueños.