Lemon Stone
MVP
09-09-2024, 03:39 AM
CAPÍTULO IV
El escenario improvisado parecía estar hecho a última hora, con tablas mal alineadas y una cortina raída que alguien había colgado como telón de fondo. Las luces del atardecer proyectaban sombras largas sobre los rostros de los aldeanos, que ahora se reunían en torno al escenario con una expectación palpable. Lemon observaba todo desde la distancia, tratando de no mostrar lo incómodo que estaba con la idea de subir ahí y dar un discurso.
-¡Vamos, héroe! -exclamó Bea, dándole un pequeño empujón hacia adelante-. Todos están esperando.
Lemon tragó saliva, sintiendo una mezcla de satisfacción y nerviosismo. No era la primera vez que se encontraba en el centro de atención, pero esto era diferente. En las manifestaciones de "La Causa" todo estaba perfectamente coreografiado. Aquí, en este pueblo de barro y humo, la gente lo miraba como si de verdad esperara algo profundo. Y eso, por supuesto, lo molestaba.
Subió al escenario con su mejor sonrisa de autosuficiencia, mientras un murmullo corría entre la multitud. Tomó un momento para barrer con la vista a los aldeanos reunidos. Había ancianos, mujeres con sus hijos, algunos jóvenes que lo miraban con admiración. Incluso Marcos, el tío de Bea, estaba en la primera fila con los brazos cruzados y la expresión de alguien que no se dejaba impresionar fácilmente.
-Queridos aldeanos... -comenzó Lemon, alzando la mano como si estuviera a punto de hacer una declaración histórica-. Hoy estamos aquí para celebrar... Bueno, a mí. No me malinterpreten, soy un hombre humilde. Humilde en espíritu, claro. Pero también sé que lo que hice anoche, salvando a Bea de ese terrible incendio, es digno de reconocimiento.
El murmullo en la multitud se intensificó, y Lemon esbozó una sonrisa aún más amplia. “Perfecto, están comprando cada palabra”, pensó el revolucionario.
-Sé que mi historia como héroe se ha extendido rápidamente -continuó, sin perder el ritmo-. Y créanme, no es fácil ser el centro de atención. Pero estoy aquí para recordarles que no todos los días se topan con alguien como yo. Alguien dispuesto a arriesgarlo todo por el bienestar de una comunidad.
Bea, de pie junto al escenario, lo miraba con adoración, mientras Ronny, en la parte trasera, cruzaba los brazos y se recostaba contra un árbol con evidente desprecio. Lemon lo vio de reojo, y por un breve momento, sintió la incomodidad de ese juicio silencioso.
-Y ahora... -Lemon hizo una pausa dramática-. Quiero compartir algunas reflexiones sobre lo que significa ser un verdadero héroe.
Al decir esto, los aldeanos guardaron silencio absoluto. Incluso los niños dejaron de corretear entre las piernas de sus madres y levantaron la vista hacia él, esperando ansiosos.
-Ser un héroe no es solo lanzarse a las llamas o salvar a una damisela en peligro -prosiguió Lemon, disfrutando de la atención-. No, es más profundo que eso. Es... -vaciló por un segundo-, es soportar el peso de las expectativas. Es caminar entre ustedes, sabiendo que cada mirada que me lanzan lleva consigo la esperanza de que volveré a hacer algo increíble.
Bea aplaudió tímidamente, seguida por un par de aldeanos, aunque la mayoría lo observaba con la misma mezcla de curiosidad y duda. “Puede que el discurso necesite un poco más de… intensidad”, se dijo a sí mismo.
-Así que -dijo, enderezándose-, les agradezco esta pequeña... pero significativa... fiesta en mi honor. Y les prometo que, mientras me quede en este encantador pueblo, seguiré siendo... bueno, un ejemplo para todos ustedes.
La multitud estalló en aplausos. No era el estruendoso rugido que había esperado, pero era suficiente. “Sí, soy un maldito héroe”, pensó, inflando el pecho y sonriendo hacia el horizonte.
Sin embargo, justo cuando iba a bajar del escenario, un sonido metálico resonó a lo lejos, seguido de gritos agudos. La multitud se giró, buscando el origen del caos. Lemon, desconcertado, también miró hacia donde venían los ruidos, justo a la entrada del pueblo.
Un carro cargado de suministros había perdido el control y se dirigía a toda velocidad hacia un grupo de aldeanos, que apenas habían tenido tiempo de reaccionar. Un par de barriles se desprendieron del vehículo, rodando peligrosamente hacia las personas que estaban desprevenidas.
Lemon sintió cómo su corazón daba un vuelco. “¿Otra vez?” pensó. “No puede ser que me toque salvar a alguien dos veces en menos de veinticuatro horas. Esto ya es abuso”.
Antes de que pudiera procesar del todo lo que estaba sucediendo, vio a Ronny lanzarse hacia el carro descontrolado. Con una agilidad sorprendente, el supervisor logró desviar la trayectoria de los barriles, evitando que chocaran directamente contra la multitud. La gente gritaba, pero poco a poco la situación comenzó a controlarse.
Lemon bajó del escenario con una sonrisa torcida. “Claro, Ronny tiene que intentar robarme el protagonismo. No puede evitarlo”, murmuró en sus propios pensamientos.
-¿Todo bien? -preguntó Bea, corriendo hacia él con evidente preocupación.
-Sí, sí, todo bajo control -dijo Lemon con indiferencia, fingiendo que la situación no lo había afectado en absoluto-. Aunque, si me preguntas, fue un poco de espectáculo innecesario por parte de Ronny.
-¡Lemon, Ronny acaba de salvar a esos aldeanos! -exclamó Bea, su voz llena de admiración.
Lemon entrecerró los ojos.
Ronny, sudoroso y con las mangas de su camisa remangadas, se acercó lentamente, limpiándose las manos con un trapo sucio. Sus ojos estaban fijos en Lemon, con esa expresión de quien había hecho lo que debía, sin esperar aplausos.
-Todo listo -dijo Ronny sin dirigirse a nadie en particular.
Lemon apretó los dientes. El aire de superioridad de Ronny lo irritaba profundamente. Era como si ese tipo no tuviera que esforzarse en absoluto para ser el centro de atención. ¿Dónde están los aplausos para Lemon, el héroe de ayer?
-Impresionante, Ronny -dijo Lemon, cruzando los brazos-. ¿Tienes pensado salvar el día cada vez que algo se descontrole? Porque, si es así, te recomiendo que uses una capa. Hace que el acto se vea más profesional.
Ronny lo miró con frialdad. -No todos necesitamos una audiencia para hacer lo correcto.
-Oh, lo siento, ¿esa es tu manera de decir que soy un narcisista? -replicó Lemon, levantando las cejas con una sonrisa burlona.
-No necesito decirlo. Tú mismo lo dejas claro cada vez que hablas -dijo Ronny antes de girarse para regresar al trabajo.
Lemon observó cómo se alejaba, sin responder. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía una respuesta ingeniosa a mano. Y eso lo incomodaba más que cualquier otra cosa. Los aldeanos habían comenzado a dispersarse, regresando a sus quehaceres, y el bullicio del mercado volvía a llenar el aire.
-Lo que dijo Ronny no es cierto -dijo Bea, dándole un pequeño golpe en el brazo-. Tú eres un héroe, Lemon. Quizás no lo expreses de la mejor manera, pero lo eres.
Lemon la miró, sorprendido por su honestidad. La sonrisa de Bea era genuina, y por un momento, sus palabras lo hicieron sentir algo... diferente. No lo suficiente como para admitirlo, pero sí lo justo para que se quedara callado un momento.
-Bueno, querida, es fácil ser héroe cuando tienes un rostro tan perfecto como el mío -dijo finalmente, sonriendo de nuevo, aunque esta vez con menos entusiasmo.
-Supongo que sí -rio Bea-. Pero espero que no dejes que tu ego te consuma del todo.
Lemon fingió una carcajada exagerada.
-¡Nunca, querida! ¿Yo, consumido por el ego? Imposible.