Lemon Stone
MVP
09-09-2024, 04:04 AM
El lugar estaba repleto, llenísimo como un comedor social a la hora del almuerzo. Todas las mesas ocupadas por hombres sedientos y hambrientos, puede que con más ganas de cerveza que pan de trigo, pero quién sabe. Allí dentro todo era ruido y caos, un poco de uno y un poco de lo otro, pero molesto al final. Lemon estaba acostumbrado a recibir miradas cuando entraba a un sitio, ya sea por su cuerpo fornido o su hermoso rostro, aunque en esa particular ocasión la atención era por la máscara que llevaba puesta. Estaba seguro de que todos recordarían al sujeto bien vestido que había entrado a El Trago del Marinero con un peluche parlanchín a su lado.
-Noté que me has estado mirando a mí y a mi compañero por un buen rato. A menos que seas del Departamento de Mascotas Exóticas y nos quieras joder a mí y a mi camarada, se me ocurre una sola razón de tus miradas… -Lemon se acercó un poco más al hombre, haciéndose notar grande y fuerte-. ¡Duelo de cerveza! ¡Anda, hombre, que yo invito las primeras tres rondas! Luego hablaremos de negocios, que la cerveza es buena para la salud.
Se acercó a la barra y pidió una cerveza como de costumbre. No le gustaba alcoholizarse, estar tan borracho que es incapaz de siquiera sacarse los pantalones para mear, pero una buena cerveza es bienvenida a cualquier hora del día, en cualquier momento. Contempló con sus profundos y perfectos ojos azules a la mujer que estaba detrás de la barra. Estaba en la cúspide de la madurez, una flor cuyo néctar estaba listo para ser extraído por última vez. Había algo de sensualidad en sus movimientos, puede que en sus manos ágiles y bien preparadas. Sin embargo, Lemon no estaba allí para coquetear con esa mujer. En primer lugar, todavía le dolía lo que había pasado con Bea; en segundo, estaba en una misión, en una de las oficiales.
Mientras bebía y arrojaba chistes clasistas y racistas cada tanto, como si a la gente a su alrededor no le fuera a molestar, notó que un hombre entrado en edad lo observaba desde la distancia. Bueno, había que aceptar a los homosexuales. ¿Quién era él para juzgar los gustos del anciano? Parecía un granjero, en realidad, como el tío de Bea, aunque sin ese fétido olor a establo que llevaba a todas partes.
-Este debe ser el hombre al que buscamos -le dijo a su compañero sin estar del todo seguro, aunque en la vida hay que tomar riesgos-. Veamos qué sale de todo esto.
Se levantó de su asiento y caminó con paso firme y seguro a la ubicación del anciano. Entonces, lo miró a través de la máscara, devolviéndole la mirada.