Drake Longspan
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09-09-2024, 04:30 AM
(Última modificación: 09-09-2024, 04:37 AM por Drake Longspan.)
Drake Longspan esbozó una media sonrisa ante el comentario de la chica, aunque ella no lo vio. La invitación parecía una prueba de carácter más que una simple cortesía, y él lo sabía. Con un movimiento lento y medido, se inclinó hacia el borde del acantilado, sin prisa, dejando que su peso desplazara un par de guijarros que cayeron al vacío sin sonido alguno.
— Las alturas nunca me han asustado — le respondió, con una calma que parecía resonar en el viento. — Lo que a veces da vértigo... es la compañía.
Se acercó un poco más, sin invadir su espacio, pero lo suficiente para que la brisa que los envolvía pareciera ser compartida entre ellos. Ahora sentado en el suelo, se quedó en silencio unos segundos, dejando que el paisaje hablara por ambos, mientras sus ojos viajaban al horizonte, donde el sol se derretía en el océano.
— ¿Sabes? De pequeño quería ir hasta los confines del océano, porque pensaba que el cielo y el mar se juntaban al final de todo, y podría navegar sobre el agua y las nubes. Para mi era como si las nubes hubieran construido el mar.
El chico sonrió de medio lado, apoyando sus brazos sobre las rodillas, como si estuviese meditando.
— Luego comprendí que a una nube no se le puede pedir que llueva... Ocurre cuando tiene qué ocurrir.
Su tono se volvió ligeramente más amargo, se tomó unos segundos de silencio capaces de cortar hasta el mismo kairoseki para recomponerse. No debía olvidar la causa por la que estaba ahí. Dejó que sus palabras se disiparan en el viento, como si no esperara nada más que el eco del mar en respuesta. Había algo en su tono, en la manera en que lo dijo, que reflejaba una comprensión profunda, una aceptación del ritmo natural de las cosas. Drake no tenía prisa, ni intención de forzar nada.
— Igual que este atardecer — añadió luego, sin desviar la mirada del horizonte — Ocurre cuando tiene que ocurrir.
Fue en ese instante cuando decidió mantenerle de nuevo la mirada, tras su primera derrota en aquella taberna. Los ojos de Drake Longspan, de un tono rojizo, brillante e impenetrable, estaban hundidos bajo unas ojeras que hablaban de noches sin dormir, de largas vigilias y de pensamientos que no le daban tregua. Las sombras bajo sus ojos decían más que cualquier palabra que él pudiera pronunciar. Revelaban una fatiga que iba más allá del cansancio físico: era el peso de la experiencia, de decisiones tomadas bajo presión y de las heridas invisibles que nunca sanan por completo. Para Drake, la vida significaba pelear, y eso es lo que iba a hacer.
— Pensaba que te habías ido, Jun ...
— Las alturas nunca me han asustado — le respondió, con una calma que parecía resonar en el viento. — Lo que a veces da vértigo... es la compañía.
Se acercó un poco más, sin invadir su espacio, pero lo suficiente para que la brisa que los envolvía pareciera ser compartida entre ellos. Ahora sentado en el suelo, se quedó en silencio unos segundos, dejando que el paisaje hablara por ambos, mientras sus ojos viajaban al horizonte, donde el sol se derretía en el océano.
— ¿Sabes? De pequeño quería ir hasta los confines del océano, porque pensaba que el cielo y el mar se juntaban al final de todo, y podría navegar sobre el agua y las nubes. Para mi era como si las nubes hubieran construido el mar.
El chico sonrió de medio lado, apoyando sus brazos sobre las rodillas, como si estuviese meditando.
— Luego comprendí que a una nube no se le puede pedir que llueva... Ocurre cuando tiene qué ocurrir.
Su tono se volvió ligeramente más amargo, se tomó unos segundos de silencio capaces de cortar hasta el mismo kairoseki para recomponerse. No debía olvidar la causa por la que estaba ahí. Dejó que sus palabras se disiparan en el viento, como si no esperara nada más que el eco del mar en respuesta. Había algo en su tono, en la manera en que lo dijo, que reflejaba una comprensión profunda, una aceptación del ritmo natural de las cosas. Drake no tenía prisa, ni intención de forzar nada.
— Igual que este atardecer — añadió luego, sin desviar la mirada del horizonte — Ocurre cuando tiene que ocurrir.
Fue en ese instante cuando decidió mantenerle de nuevo la mirada, tras su primera derrota en aquella taberna. Los ojos de Drake Longspan, de un tono rojizo, brillante e impenetrable, estaban hundidos bajo unas ojeras que hablaban de noches sin dormir, de largas vigilias y de pensamientos que no le daban tregua. Las sombras bajo sus ojos decían más que cualquier palabra que él pudiera pronunciar. Revelaban una fatiga que iba más allá del cansancio físico: era el peso de la experiencia, de decisiones tomadas bajo presión y de las heridas invisibles que nunca sanan por completo. Para Drake, la vida significaba pelear, y eso es lo que iba a hacer.
— Pensaba que te habías ido, Jun ...