Jim
Hmpf
29-07-2024, 12:28 AM
La Deuda de Jim
Era el segundo día desde la llegada de los piratas. Aún estaba emocionado por el éxito de mi incursión nocturna. Mi madre y mis hermanos parecían más tranquilos con las provisiones que les había conseguido. La curiosidad me carcomía por dentro, y sentía la necesidad de saber más sobre esos humanos que habían llegado a nuestra costa. Con el corazón latiendo con fuerza, me adentré en la selva, siguiendo el rastro de sus voces.
Al llegar al campamento de los piratas, me mantuve oculto entre los arbustos, observándolos. A diferencia del día anterior, ahora parecían más relajados, charlando y riendo entre ellos. Decidí dar un paso adelante y mostrarme, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.
"Hola", dije con una voz temblorosa.
Las conversaciones se detuvieron de golpe y todos los ojos se volvieron hacia mí. Por un momento, el silencio fue abrumador. Pero luego, uno de los hombres rompió en carcajadas.
"¡Miren esto! ¡Un suricato que habla!", exclamó, haciendo que los demás se rieran también.
Me acerqué con cautela, pero al ver sus sonrisas y escuchar sus risas, me sentí un poco más seguro. Me presenté y les conté un poco sobre mi vida en la isla. Los hombres parecían fascinados por mi historia, y pronto me sentí como uno más en su grupo.
"Así que te llamas Jim", dijo un hombre alto con barba y un parche en el ojo. "Yo soy Axel. Somos contrabandistas, no piratas. Y esta isla, Rudra, es solo una de muchas en este vasto mar. Hay todo tipo de razas y criaturas allá afuera."
Axel y los demás me contaron historias de sus viajes y aventuras. Me hablaron de islas donde habitaban gigantes, hombres-pez, e incluso otros minks como yo. Cada historia que escuchaba me llenaba de asombro y un deseo creciente de conocer más sobre el mundo exterior.
"¿Nunca has salido de esta isla?", preguntó otro contrabandista llamado Lars.
Negué con la cabeza. "No, nunca. No sabía que había tanto más allá del horizonte."
"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa astuta, "tal vez algún día puedas acompañarnos y ver todo eso por ti mismo."
Pasé gran parte del día con ellos, ayudándoles con tareas menores y escuchando sus relatos. Incluso compartieron su comida conmigo, algo que aprecié profundamente. Al caer la noche, sacaron un juego de dados y comenzaron a jugar, invitándome a unirme.
"Vamos, Jim. Es solo un juego amistoso", dijo Axel.
Nunca había jugado a los dados antes, pero la idea me pareció divertida. Nos sentamos alrededor de una fogata y comenzamos a jugar. Me explicaron las reglas rápidamente y empecé a tirar los dados, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
A medida que avanzaba el juego, me di cuenta de que no estaba teniendo mucha suerte. Perdía ronda tras ronda, pero las risas y bromas de los contrabandistas me hicieron sentir menos mal por mis pérdidas. Finalmente, después de varias rondas, el juego llegó a su fin. Yo había perdido la mayoría de mis partidas.
"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa, "parece que has tenido mala suerte. Según nuestras reglas, eso significa que has adquirido una deuda."
"¿Deuda?", pregunté, sintiéndome un poco preocupado.
"Sí, una deuda de... digamos, cinco millones de berries", respondió Axel, lanzándome una mirada que no supe interpretar.
Cinco millones. No tenía idea de cuánto era eso, pero por la forma en que Axel lo dijo, sonaba como una cantidad enorme. Sentí un nudo en el estómago y la preocupación empezó a crecer.
"Pero... yo no tengo ese dinero", balbuceé.
"Tranquilo, Jim", intervino Lars con una sonrisa tranquilizadora. "No esperamos que nos pagues ahora mismo. Puedes trabajar con nosotros y saldar tu deuda con el tiempo."
A pesar de mi creciente incomodidad, asentí. Sentía que les debía algo por su hospitalidad y por permitirme unirme a su juego, aunque la cifra de la deuda me parecía absurdamente desorbitada. Mi falta de experiencia con el mundo humano me hizo aceptar su propuesta sin cuestionarla.
Pasé la noche con ellos, intentando no pensar demasiado en mi deuda. Los contrabandistas siguieron tratándome bien, como si nada hubiera cambiado. Me enseñaron más sobre sus vidas y me dieron consejos sobre cómo manejarme en el mundo exterior. A pesar de mis temores, no podía evitar sentirme emocionado por las posibilidades que se abrían ante mí.
Al día siguiente, cuando los contrabandistas se preparaban para partir, Axel se acercó a mí.
"Jim, hemos decidido llevarte con nosotros en nuestra próxima travesía. Así podrás comenzar a saldar tu deuda y ver el mundo más allá de esta isla."
Mi corazón dio un vuelco. La idea de dejar Rudra y a mi familia me llenaba de tristeza, pero también sentía una fuerte curiosidad y deseo de aventura.
"¿Podré regresar?", pregunté con voz temblorosa.
"Claro, Jim. Una vez que hayas saldado tu deuda, serás libre de regresar o continuar viajando con nosotros. La decisión será tuya", respondió Axel, poniendo una mano en mi hombro.
Me despedí de mi madre y mis hermanos, prometiéndoles que volvería pronto. Con el corazón apesadumbrado, subí al barco de los contrabandistas y comenzamos nuestro viaje hacia lo desconocido.
A bordo, me asignaron varias tareas para mantenerme ocupado y útil. Aprendí rápidamente las rutinas del barco y las responsabilidades que conllevaba la vida en el mar. Los contrabandistas seguían tratándome bien, aunque siempre me recordaban mi deuda y la necesidad de trabajar duro para saldarla.
Durante el viaje, descubrí más sobre las verdaderas intenciones de los contrabandistas. Transportaban mercancías ilegales y evitaban las autoridades a toda costa. A pesar de sus actividades cuestionables, sentía un extraño sentido de lealtad hacia ellos por haberme aceptado y enseñado tanto.
Cada día en el barco me acercaba más a entender el mundo que se extendía más allá de Rudra. Las historias que me contaban y las lecciones que me daban ampliaban mis horizontes, haciéndome ver la vastedad y la diversidad del mundo. Con cada anécdota sobre tierras lejanas y criaturas increíbles, mi deseo de explorar crecía.
Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, no podía evitar sentir una creciente inquietud. Aunque había aceptado mi situación, una parte de mí empezaba a cuestionar la legitimidad de mi deuda. La cifra que Axel mencionó era increíblemente alta, y la forma en que se había desarrollado el juego de dados me parecía sospechosa en retrospectiva. Pero cada vez que intentaba discutir el tema, los contrabandistas me recordaban que debía trabajar duro para saldar mi deuda, desviando cualquier pregunta con bromas o cambios de tema.
A pesar de todo, me esforzaba por mantener una actitud positiva. Sabía que necesitaba aprender todo lo posible y adaptarme a mi nueva vida. Trabajaba en la cubierta, ayudaba en la cocina y aprendía sobre navegación y comercio. Mis habilidades de supervivencia se mejoraban día a día, y aunque mi vida había cambiado drásticamente, sentía que estaba creciendo y fortaleciéndome con cada desafío que enfrentaba.
Los días se convirtieron en semanas y mi vida en el barco se volvió rutinaria. Me hice amigo de algunos de los contrabandistas y comencé a entender mejor sus personalidades y motivaciones. Aunque no siempre aprobaba sus métodos, reconocía que todos tenían sus propios sueños y metas, y que yo, de alguna manera, ahora formaba parte de esa peculiar familia.
Un día, mientras estábamos en cubierta, Lars se acercó a mí con una sonrisa.
"Jim, estamos cerca de nuestra próxima parada, una isla llamada Cozia. Es un lugar fascinante, lleno de comerciantes y aventureros. Estoy seguro de que te gustará."
La noticia de una nueva isla despertó mi curiosidad y entusiasmo. Aunque todavía tenía dudas sobre mi deuda y mi futuro, no podía negar la emoción de descubrir un nuevo lugar y conocer más sobre el mundo exterior. Con cada día que pasaba, sentía que me estaba preparando para algo más grande, algo que aún no podía definir.
Mientras el barco avanzaba hacia Cozia, me apoyé en la barandilla, mirando el horizonte. Mi vida había cambiado drásticamente en tan solo dos días, llevándome de una existencia tranquila y aislada en Rudra a un viaje lleno de aventuras y descubrimientos. Aunque no sabía qué me deparaba el futuro, estaba decidido a enfrentar cualquier desafío con valentía y determinación.
Día 2
Había vivido toda mi vida en la isla Rudra, un paraíso tropical lleno de frondosa vegetación, animales exóticos y el omnipresente volcán que dominaba el horizonte. Mis únicas preocupaciones eran cuidar de mi madre suricata y mis cinco hermanos pequeños. Pero esa tranquilidad se vio interrumpida cuando un grupo de piratas llegó a nuestras costas. Ya había tenido un encuentro con ellos el día anterior, logrando robarles comida y monedas para asegurar la supervivencia de mi familia. Sin embargo, no me imaginaba que ese sería solo el principio de una nueva y desafiante aventura.Era el segundo día desde la llegada de los piratas. Aún estaba emocionado por el éxito de mi incursión nocturna. Mi madre y mis hermanos parecían más tranquilos con las provisiones que les había conseguido. La curiosidad me carcomía por dentro, y sentía la necesidad de saber más sobre esos humanos que habían llegado a nuestra costa. Con el corazón latiendo con fuerza, me adentré en la selva, siguiendo el rastro de sus voces.
Al llegar al campamento de los piratas, me mantuve oculto entre los arbustos, observándolos. A diferencia del día anterior, ahora parecían más relajados, charlando y riendo entre ellos. Decidí dar un paso adelante y mostrarme, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.
"Hola", dije con una voz temblorosa.
Las conversaciones se detuvieron de golpe y todos los ojos se volvieron hacia mí. Por un momento, el silencio fue abrumador. Pero luego, uno de los hombres rompió en carcajadas.
"¡Miren esto! ¡Un suricato que habla!", exclamó, haciendo que los demás se rieran también.
Me acerqué con cautela, pero al ver sus sonrisas y escuchar sus risas, me sentí un poco más seguro. Me presenté y les conté un poco sobre mi vida en la isla. Los hombres parecían fascinados por mi historia, y pronto me sentí como uno más en su grupo.
"Así que te llamas Jim", dijo un hombre alto con barba y un parche en el ojo. "Yo soy Axel. Somos contrabandistas, no piratas. Y esta isla, Rudra, es solo una de muchas en este vasto mar. Hay todo tipo de razas y criaturas allá afuera."
Axel y los demás me contaron historias de sus viajes y aventuras. Me hablaron de islas donde habitaban gigantes, hombres-pez, e incluso otros minks como yo. Cada historia que escuchaba me llenaba de asombro y un deseo creciente de conocer más sobre el mundo exterior.
"¿Nunca has salido de esta isla?", preguntó otro contrabandista llamado Lars.
Negué con la cabeza. "No, nunca. No sabía que había tanto más allá del horizonte."
"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa astuta, "tal vez algún día puedas acompañarnos y ver todo eso por ti mismo."
Pasé gran parte del día con ellos, ayudándoles con tareas menores y escuchando sus relatos. Incluso compartieron su comida conmigo, algo que aprecié profundamente. Al caer la noche, sacaron un juego de dados y comenzaron a jugar, invitándome a unirme.
"Vamos, Jim. Es solo un juego amistoso", dijo Axel.
Nunca había jugado a los dados antes, pero la idea me pareció divertida. Nos sentamos alrededor de una fogata y comenzamos a jugar. Me explicaron las reglas rápidamente y empecé a tirar los dados, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
A medida que avanzaba el juego, me di cuenta de que no estaba teniendo mucha suerte. Perdía ronda tras ronda, pero las risas y bromas de los contrabandistas me hicieron sentir menos mal por mis pérdidas. Finalmente, después de varias rondas, el juego llegó a su fin. Yo había perdido la mayoría de mis partidas.
"Bueno, Jim", dijo Axel con una sonrisa, "parece que has tenido mala suerte. Según nuestras reglas, eso significa que has adquirido una deuda."
"¿Deuda?", pregunté, sintiéndome un poco preocupado.
"Sí, una deuda de... digamos, cinco millones de berries", respondió Axel, lanzándome una mirada que no supe interpretar.
Cinco millones. No tenía idea de cuánto era eso, pero por la forma en que Axel lo dijo, sonaba como una cantidad enorme. Sentí un nudo en el estómago y la preocupación empezó a crecer.
"Pero... yo no tengo ese dinero", balbuceé.
"Tranquilo, Jim", intervino Lars con una sonrisa tranquilizadora. "No esperamos que nos pagues ahora mismo. Puedes trabajar con nosotros y saldar tu deuda con el tiempo."
A pesar de mi creciente incomodidad, asentí. Sentía que les debía algo por su hospitalidad y por permitirme unirme a su juego, aunque la cifra de la deuda me parecía absurdamente desorbitada. Mi falta de experiencia con el mundo humano me hizo aceptar su propuesta sin cuestionarla.
Pasé la noche con ellos, intentando no pensar demasiado en mi deuda. Los contrabandistas siguieron tratándome bien, como si nada hubiera cambiado. Me enseñaron más sobre sus vidas y me dieron consejos sobre cómo manejarme en el mundo exterior. A pesar de mis temores, no podía evitar sentirme emocionado por las posibilidades que se abrían ante mí.
Al día siguiente, cuando los contrabandistas se preparaban para partir, Axel se acercó a mí.
"Jim, hemos decidido llevarte con nosotros en nuestra próxima travesía. Así podrás comenzar a saldar tu deuda y ver el mundo más allá de esta isla."
Mi corazón dio un vuelco. La idea de dejar Rudra y a mi familia me llenaba de tristeza, pero también sentía una fuerte curiosidad y deseo de aventura.
"¿Podré regresar?", pregunté con voz temblorosa.
"Claro, Jim. Una vez que hayas saldado tu deuda, serás libre de regresar o continuar viajando con nosotros. La decisión será tuya", respondió Axel, poniendo una mano en mi hombro.
Me despedí de mi madre y mis hermanos, prometiéndoles que volvería pronto. Con el corazón apesadumbrado, subí al barco de los contrabandistas y comenzamos nuestro viaje hacia lo desconocido.
A bordo, me asignaron varias tareas para mantenerme ocupado y útil. Aprendí rápidamente las rutinas del barco y las responsabilidades que conllevaba la vida en el mar. Los contrabandistas seguían tratándome bien, aunque siempre me recordaban mi deuda y la necesidad de trabajar duro para saldarla.
Durante el viaje, descubrí más sobre las verdaderas intenciones de los contrabandistas. Transportaban mercancías ilegales y evitaban las autoridades a toda costa. A pesar de sus actividades cuestionables, sentía un extraño sentido de lealtad hacia ellos por haberme aceptado y enseñado tanto.
Cada día en el barco me acercaba más a entender el mundo que se extendía más allá de Rudra. Las historias que me contaban y las lecciones que me daban ampliaban mis horizontes, haciéndome ver la vastedad y la diversidad del mundo. Con cada anécdota sobre tierras lejanas y criaturas increíbles, mi deseo de explorar crecía.
Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, no podía evitar sentir una creciente inquietud. Aunque había aceptado mi situación, una parte de mí empezaba a cuestionar la legitimidad de mi deuda. La cifra que Axel mencionó era increíblemente alta, y la forma en que se había desarrollado el juego de dados me parecía sospechosa en retrospectiva. Pero cada vez que intentaba discutir el tema, los contrabandistas me recordaban que debía trabajar duro para saldar mi deuda, desviando cualquier pregunta con bromas o cambios de tema.
A pesar de todo, me esforzaba por mantener una actitud positiva. Sabía que necesitaba aprender todo lo posible y adaptarme a mi nueva vida. Trabajaba en la cubierta, ayudaba en la cocina y aprendía sobre navegación y comercio. Mis habilidades de supervivencia se mejoraban día a día, y aunque mi vida había cambiado drásticamente, sentía que estaba creciendo y fortaleciéndome con cada desafío que enfrentaba.
Los días se convirtieron en semanas y mi vida en el barco se volvió rutinaria. Me hice amigo de algunos de los contrabandistas y comencé a entender mejor sus personalidades y motivaciones. Aunque no siempre aprobaba sus métodos, reconocía que todos tenían sus propios sueños y metas, y que yo, de alguna manera, ahora formaba parte de esa peculiar familia.
Un día, mientras estábamos en cubierta, Lars se acercó a mí con una sonrisa.
"Jim, estamos cerca de nuestra próxima parada, una isla llamada Cozia. Es un lugar fascinante, lleno de comerciantes y aventureros. Estoy seguro de que te gustará."
La noticia de una nueva isla despertó mi curiosidad y entusiasmo. Aunque todavía tenía dudas sobre mi deuda y mi futuro, no podía negar la emoción de descubrir un nuevo lugar y conocer más sobre el mundo exterior. Con cada día que pasaba, sentía que me estaba preparando para algo más grande, algo que aún no podía definir.
Mientras el barco avanzaba hacia Cozia, me apoyé en la barandilla, mirando el horizonte. Mi vida había cambiado drásticamente en tan solo dos días, llevándome de una existencia tranquila y aislada en Rudra a un viaje lleno de aventuras y descubrimientos. Aunque no sabía qué me deparaba el futuro, estaba decidido a enfrentar cualquier desafío con valentía y determinación.