Ubben Sangrenegra
Loki
10-09-2024, 08:38 AM
(Última modificación: 10-09-2024, 03:32 PM por Ubben Sangrenegra.)
El peliblanco de dorados luceros no necesitaba contestar verbalmente cuando Akari preguntó si ella había sido tan especial como para recordarla; la respuesta estaba en su firmeza al sujetar sus manos, en la cálida sonrisa que le dedicaba mientras sus ojos ardían con una intensidad que bien podría derretir el hielo más frío. Aunque todo formaba parte de su jugada meticulosamente planeada, Ubben no podía ignorar la realidad... Akari era realmente hermosa. Compartir una cena con ella no era solo una táctica más en su repertorio, sino un placer que, aunque disfrazado de estrategia, lo mantenía inquieto.
Para el bribón de cabellos blancos y dorados ojos, estaba claro que la joven no había caído en su trampa como una presa inocente. Más bien, Akari había aceptado su red de seducción con una sutileza encantadora. Cada mirada furtiva, cada suave ajuste de su cabello oscuro, cada rastro de rubor que se filtraba en sus mejillas eran señales inequívocas de que, en cierto modo, ella también participaba en el juego. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, la idea de que esta mujer pudiera ser más que una simple conquista comenzó a agitar sus pensamientos, aunque lo mantuvo oculto tras su enigmática sonrisa. La conversación sobre la música fluyó con naturalidad, pero había algo más en el intercambio de palabras. Las risas compartidas entre ambos, los breves roces de las manos, y las miradas profundas que se prolongaban un segundo más de lo habitual, creaban un ambiente cargado de promesas silenciosas. —Hacer música con alguien es algo realmente mágico— dijo Ubben con una sonrisa que parecía surgir de un rincón más sincero de lo habitual. La magia, sin embargo, no estaba solo en la música, sino en el vibrante vaivén que se formaba entre ambos, una melodía compuesta de insinuaciones y anhelos no expresados.
Al llegar al restaurante, el bribón, normalmente sereno, se encontró inquieto, moviendo repetitivamente su pierna en el lugar, tamborileando los dedos sobre la mesa mientras esperaba, y de vez en cuando digitandolos contra su propio pulgar en un raudo conteo. Su mente, por más que quisiera controlarla, volvía una y otra vez a la imagen de Akari. No habían pasado más de veinte minutos cuando ella finalmente hizo su entrada. El corsé y la falda que llevaba no se alineaban exactamente con el código de vestimenta del lugar, pero eso no importaba. De hecho, su apariencia ligeramente desentonada le daba un aire de frescura y autenticidad, algo que, por mucho que intentara controlarlo, comenzaba a seducir al bribón de una manera inesperada.
Ubben la recorrió con la mirada, apreciando cada detalle de su atuendo, hasta que sus ojos se encontraron con los de ella. —Te ves hermosa— dijo con un tono que parecía completamente embelesado, mientras su mirada se dirigía lentamente hasta sus avellanos ojos, que destacaban enormemente iluminados bajo la luz de las velas del restaurante. —Para nada... no llevaba mucho rato esperando. pero temía no fueses a venir...— añadió, acompañando sus palabras con una sonrisa y una mirada hacia el estuche que cargaba Akari.
Cuando ella le preguntó sobre su tarde, el peliblanco dejó escapar una pequeña risa. —Bueno, ha sido una tarde... larga. Mi cabeza ha estado en este momento todo el día— dijo, sabiendo que lo único que había hecho realmente durante la tarde fue dormir y prepararse para esta cena. A pesar de la falsedad de sus palabras, la sinceridad en su deseo de compartir este momento con Akari era real. —Me alegra mucho que hayas venido— confesó, y esta vez, la sinceridad en su tono era innegable. Mientras ambos conversaban, un refinado mesero de voz aguda se acercó, interrumpiendo momentáneamente la conversación con una presentación formal y una pequeña reverencia hacia ambos. Colocó una canasta de ciabatta recién horneado en la mesa, acompañada de cuatro pequeñas cazuelitas con una selección de embutidos caseros. —Cortesía de la casa— añadió el mesero, con una sonrisa servicial antes de retirarse para dejarlos en su intimidad.
Ubben tomó un trozo de pan, sonriendo para sí mismo. —Puedes pedir lo que quieras, yo invito. Es lo menos que puedo hacer después de... bueno, ya sabes, el accidente— Una risa ligera escapó de sus labios, pero enseguida retomó la seriedad cuando añadió —Y también para agradecer tu compañía— Su mirada se clavó en la de ella, sus ojos dorados brillando bajo la tenue luz de las velas, haciendo que el ambiente se sintiera casi etéreo. El moreno cerró la carta del menú después de unos minutos, ya habiendo decidido lo que quería. —Creo que ya sé qué quiero esta noche— dijo, aunque su tono y la forma en que sus ojos se desviaron hacia Akari revelaban que sus palabras no solo se referían a la comida. —¿Y tú? ¿Tienes alguna idea de lo que te gustaría probar hoy?— añadió, inclinándose ligeramente hacia adelante, haciendo que la línea de su mandíbula quedara perfectamente marcada bajo la luz suave, un gesto calculado para atraer su atención.
—Por cierto— comenzó, cambiando ligeramente el tema mientras desviaba su mirada de los labios de Akari a sus ojos avellana. —Esta mañana me preguntaste si nuestro encuentro había sido lo suficientemente especial como para recordarte— Ubben hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y luego, con un suspiro, añadió —Fue tan especial, que me gustaría revivirlo una vez más, solo para disfrutarlo de nuevo... creo que no hay forma en que vaya a olvidar tu rostro.— Su voz había bajado de tono, volviéndose casi un susurro, y su sonrisa tímida al final de la frase fue la flecha final disparada hacia el corazón de Akari. La confesión cayó sobre la mesa como una suave caricia, el peliblanco sonrió con una timidez que sabía fingir a la perfección, pero una pequeña parte de él no podía evitar sentir que, esta vez, el juego no se trataba solo de manipular. Algo en Akari había despertado una curiosidad genuina, un deseo de ver qué pasaría si él también decidiera dejarse llevar, aunque solo fuera por una noche.
Para el bribón de cabellos blancos y dorados ojos, estaba claro que la joven no había caído en su trampa como una presa inocente. Más bien, Akari había aceptado su red de seducción con una sutileza encantadora. Cada mirada furtiva, cada suave ajuste de su cabello oscuro, cada rastro de rubor que se filtraba en sus mejillas eran señales inequívocas de que, en cierto modo, ella también participaba en el juego. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, la idea de que esta mujer pudiera ser más que una simple conquista comenzó a agitar sus pensamientos, aunque lo mantuvo oculto tras su enigmática sonrisa. La conversación sobre la música fluyó con naturalidad, pero había algo más en el intercambio de palabras. Las risas compartidas entre ambos, los breves roces de las manos, y las miradas profundas que se prolongaban un segundo más de lo habitual, creaban un ambiente cargado de promesas silenciosas. —Hacer música con alguien es algo realmente mágico— dijo Ubben con una sonrisa que parecía surgir de un rincón más sincero de lo habitual. La magia, sin embargo, no estaba solo en la música, sino en el vibrante vaivén que se formaba entre ambos, una melodía compuesta de insinuaciones y anhelos no expresados.
Al llegar al restaurante, el bribón, normalmente sereno, se encontró inquieto, moviendo repetitivamente su pierna en el lugar, tamborileando los dedos sobre la mesa mientras esperaba, y de vez en cuando digitandolos contra su propio pulgar en un raudo conteo. Su mente, por más que quisiera controlarla, volvía una y otra vez a la imagen de Akari. No habían pasado más de veinte minutos cuando ella finalmente hizo su entrada. El corsé y la falda que llevaba no se alineaban exactamente con el código de vestimenta del lugar, pero eso no importaba. De hecho, su apariencia ligeramente desentonada le daba un aire de frescura y autenticidad, algo que, por mucho que intentara controlarlo, comenzaba a seducir al bribón de una manera inesperada.
Ubben la recorrió con la mirada, apreciando cada detalle de su atuendo, hasta que sus ojos se encontraron con los de ella. —Te ves hermosa— dijo con un tono que parecía completamente embelesado, mientras su mirada se dirigía lentamente hasta sus avellanos ojos, que destacaban enormemente iluminados bajo la luz de las velas del restaurante. —Para nada... no llevaba mucho rato esperando. pero temía no fueses a venir...— añadió, acompañando sus palabras con una sonrisa y una mirada hacia el estuche que cargaba Akari.
Cuando ella le preguntó sobre su tarde, el peliblanco dejó escapar una pequeña risa. —Bueno, ha sido una tarde... larga. Mi cabeza ha estado en este momento todo el día— dijo, sabiendo que lo único que había hecho realmente durante la tarde fue dormir y prepararse para esta cena. A pesar de la falsedad de sus palabras, la sinceridad en su deseo de compartir este momento con Akari era real. —Me alegra mucho que hayas venido— confesó, y esta vez, la sinceridad en su tono era innegable. Mientras ambos conversaban, un refinado mesero de voz aguda se acercó, interrumpiendo momentáneamente la conversación con una presentación formal y una pequeña reverencia hacia ambos. Colocó una canasta de ciabatta recién horneado en la mesa, acompañada de cuatro pequeñas cazuelitas con una selección de embutidos caseros. —Cortesía de la casa— añadió el mesero, con una sonrisa servicial antes de retirarse para dejarlos en su intimidad.
Ubben tomó un trozo de pan, sonriendo para sí mismo. —Puedes pedir lo que quieras, yo invito. Es lo menos que puedo hacer después de... bueno, ya sabes, el accidente— Una risa ligera escapó de sus labios, pero enseguida retomó la seriedad cuando añadió —Y también para agradecer tu compañía— Su mirada se clavó en la de ella, sus ojos dorados brillando bajo la tenue luz de las velas, haciendo que el ambiente se sintiera casi etéreo. El moreno cerró la carta del menú después de unos minutos, ya habiendo decidido lo que quería. —Creo que ya sé qué quiero esta noche— dijo, aunque su tono y la forma en que sus ojos se desviaron hacia Akari revelaban que sus palabras no solo se referían a la comida. —¿Y tú? ¿Tienes alguna idea de lo que te gustaría probar hoy?— añadió, inclinándose ligeramente hacia adelante, haciendo que la línea de su mandíbula quedara perfectamente marcada bajo la luz suave, un gesto calculado para atraer su atención.
—Por cierto— comenzó, cambiando ligeramente el tema mientras desviaba su mirada de los labios de Akari a sus ojos avellana. —Esta mañana me preguntaste si nuestro encuentro había sido lo suficientemente especial como para recordarte— Ubben hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y luego, con un suspiro, añadió —Fue tan especial, que me gustaría revivirlo una vez más, solo para disfrutarlo de nuevo... creo que no hay forma en que vaya a olvidar tu rostro.— Su voz había bajado de tono, volviéndose casi un susurro, y su sonrisa tímida al final de la frase fue la flecha final disparada hacia el corazón de Akari. La confesión cayó sobre la mesa como una suave caricia, el peliblanco sonrió con una timidez que sabía fingir a la perfección, pero una pequeña parte de él no podía evitar sentir que, esta vez, el juego no se trataba solo de manipular. Algo en Akari había despertado una curiosidad genuina, un deseo de ver qué pasaría si él también decidiera dejarse llevar, aunque solo fuera por una noche.