Airgid Vanaidiam
Metalhead
10-09-2024, 06:12 PM
Completamente despreocupada y con una enorme tranquilidad, Airgid se hizo paso a través de la pasarela de metal. Era lo suficientemente ancha como para poder pasar sin problemas, y por un segundo le pudo la curiosidad de mirar hacia abajo. Hacia la más absoluta nada. El larguísimo y empinado acantilado se encontraba con un enbravecido mar que chocaba sus olas contra la tierra, contra piedras afiladas que sobresalían de entre la marea. El corazón se le aceleró, pero mantuvo la mirada unos segundos más mientras notaba la adrenalina subir desde la planta de sus pies. Sonrió antes de volver a dirigir la cabeza al frente. Se había acojonado, pero a la vez le gustaban las emociones así de fuertes.
No obstante, cuando estuvo a punto de dar el último salto hacia la cubierta del barco, un tipo apareció de la nada y bloqueó su camino. La rubia seguía con aquella sonrisa en la cara, y solo la ensanchó un poco más cuando le vio. Tenía que demostrar confianza, seguridad, que realmente trabajaba ahí y que sabía lo que se hacía, que solo tenía que continuar con el curro. Echando un breve vistazo a la cubierta, comprobó que había más gente a bordo de la que había conseguido divisar anteriormente desde la lejanía de la maleza. Hombres, mujeres, incluso niños y niñas. Eso sí que era una sorpresa. También pudo fijarse un segundo en la llamativa luz naranja que desprendía el interior del navío, no solo era una luz, es que parecía distorsionar suavemente el aire que salía de las aberturas. Se debía a una fuente de calor. Un horno, quizás. Puede que por eso estuvieran reuniendo tanto metal, para fundirlo y darle una forma nueva. Qué guapo, a Airgid todo eso le estaba flipando. Ahora no podía dejar de pensar en cómo sería aquella zona de la fundición por dentro.
La voz del hombre sacó a Airgid de su ensimismamiento. El tío ni siquiera le dio tiempo para responder antes de que insistiera de nuevo. ¿Metal en el faro? Joder, entonces había funcionado, había creído de verdad que trabajaba allí. Un punto para Airgid. Pero no le dio tiempo a responder, de repente, un sonido agudo resonó por toda la cubierta, rechinaba y resultaba ciertamente desagradable, al menos hasta que se estabilizó la onda de la voz. Todo el mundo se giró al unísono hacia el origen del sonido, inevitablemente, por mera curiosidad, Airgid hizo lo mismo.
Empezó a sonar por megafonía una plegaria, una oración. Dios de la Forja, dijo aquella voz. Airgid parpadeó un par de rápidas veces, sorprendida por lo que estaba escuchando, pero cuando vio que todo el mundo seguía sus palabras con perfecta coordinación, cayó en que ella debería también hacer algo, intentar disimular, tratar de seguir el rezo. Pero, ¿cómo? No se lo sabía, no le sonaba a nada que hubiera escuchado anteriormente. El Dios de la Forja sonaba duro de cojones, pero no era un dios que Airgid conociera. Juntó las manos, imitando la postura de la plegaria y balbuceó un poco por lo bajo... Siguió un par de frases, pero con retraso, dándole tiempo a que pudiera escucharlo primero. Se dio cuenta de que quizás eso no quedaba del todo bien, así que se tapó la boca con el cuello de la camiseta y tosió con cuidado, tratando de mantener el volumen lo suficientemente moderado como para no llamar la atención. Quizás solo la de aquel hombre que se colocó frente a ella. Se pasó casi toda la oración tosiendo bajito, aunque con las manos juntas, rezando como podía.
La plegaria terminó, todo el mundo volvió a sus tareas con normalidad. La mujer separó las manos, alzando de nuevo la mirada y tosiendo una última vez para disimular. El hombre se giró de nuevo hacia ella, y Airgid no tardó en contestar, ahora sí. — Perdona, hermano, es el humo de la fundición, de los motores... lo tengo metío en los pulmones. — Sonrió, aparentando calma y mirándole a los ojos, buscando cualquier tipo de conexión con él. — El faro está a tope de metal. — Cambió de tema, y no mintió, conocía aquel faro de primera mano, sabía que aunque el faro en sí estuviera construído en piedra, tenía mucho metal en su interior, sobre todo en la zona superior donde se encontraba la luz. — Ya están ocupándose de to, me han mandao aquí a que informase y que echara una mano. — Se acarició uno de sus doradores mechones, como despreocupada. Aunque seguía sobre la plataforma de metal, tenía que ser lo suficientemente creíble o aquel tipo la tiraría por la borda. — Así que, qué, ¿me dejas pasar? Tengo que ir al interior. — Seguro que dentro del barco también había trabajadores como en la cubierta, seguro que aquella historia y aquella mentira colaban, ¿no? Le guiñó un ojo en un gesto de complicidad. Había procurado no sonar nerviosa, tirar de carisma y de un poco de ingenio para terminar de colarse en el barco. Había hecho todo lo que podía, ahora solo quedaba confiar en que fuera suficiente.
No obstante, cuando estuvo a punto de dar el último salto hacia la cubierta del barco, un tipo apareció de la nada y bloqueó su camino. La rubia seguía con aquella sonrisa en la cara, y solo la ensanchó un poco más cuando le vio. Tenía que demostrar confianza, seguridad, que realmente trabajaba ahí y que sabía lo que se hacía, que solo tenía que continuar con el curro. Echando un breve vistazo a la cubierta, comprobó que había más gente a bordo de la que había conseguido divisar anteriormente desde la lejanía de la maleza. Hombres, mujeres, incluso niños y niñas. Eso sí que era una sorpresa. También pudo fijarse un segundo en la llamativa luz naranja que desprendía el interior del navío, no solo era una luz, es que parecía distorsionar suavemente el aire que salía de las aberturas. Se debía a una fuente de calor. Un horno, quizás. Puede que por eso estuvieran reuniendo tanto metal, para fundirlo y darle una forma nueva. Qué guapo, a Airgid todo eso le estaba flipando. Ahora no podía dejar de pensar en cómo sería aquella zona de la fundición por dentro.
La voz del hombre sacó a Airgid de su ensimismamiento. El tío ni siquiera le dio tiempo para responder antes de que insistiera de nuevo. ¿Metal en el faro? Joder, entonces había funcionado, había creído de verdad que trabajaba allí. Un punto para Airgid. Pero no le dio tiempo a responder, de repente, un sonido agudo resonó por toda la cubierta, rechinaba y resultaba ciertamente desagradable, al menos hasta que se estabilizó la onda de la voz. Todo el mundo se giró al unísono hacia el origen del sonido, inevitablemente, por mera curiosidad, Airgid hizo lo mismo.
Empezó a sonar por megafonía una plegaria, una oración. Dios de la Forja, dijo aquella voz. Airgid parpadeó un par de rápidas veces, sorprendida por lo que estaba escuchando, pero cuando vio que todo el mundo seguía sus palabras con perfecta coordinación, cayó en que ella debería también hacer algo, intentar disimular, tratar de seguir el rezo. Pero, ¿cómo? No se lo sabía, no le sonaba a nada que hubiera escuchado anteriormente. El Dios de la Forja sonaba duro de cojones, pero no era un dios que Airgid conociera. Juntó las manos, imitando la postura de la plegaria y balbuceó un poco por lo bajo... Siguió un par de frases, pero con retraso, dándole tiempo a que pudiera escucharlo primero. Se dio cuenta de que quizás eso no quedaba del todo bien, así que se tapó la boca con el cuello de la camiseta y tosió con cuidado, tratando de mantener el volumen lo suficientemente moderado como para no llamar la atención. Quizás solo la de aquel hombre que se colocó frente a ella. Se pasó casi toda la oración tosiendo bajito, aunque con las manos juntas, rezando como podía.
La plegaria terminó, todo el mundo volvió a sus tareas con normalidad. La mujer separó las manos, alzando de nuevo la mirada y tosiendo una última vez para disimular. El hombre se giró de nuevo hacia ella, y Airgid no tardó en contestar, ahora sí. — Perdona, hermano, es el humo de la fundición, de los motores... lo tengo metío en los pulmones. — Sonrió, aparentando calma y mirándole a los ojos, buscando cualquier tipo de conexión con él. — El faro está a tope de metal. — Cambió de tema, y no mintió, conocía aquel faro de primera mano, sabía que aunque el faro en sí estuviera construído en piedra, tenía mucho metal en su interior, sobre todo en la zona superior donde se encontraba la luz. — Ya están ocupándose de to, me han mandao aquí a que informase y que echara una mano. — Se acarició uno de sus doradores mechones, como despreocupada. Aunque seguía sobre la plataforma de metal, tenía que ser lo suficientemente creíble o aquel tipo la tiraría por la borda. — Así que, qué, ¿me dejas pasar? Tengo que ir al interior. — Seguro que dentro del barco también había trabajadores como en la cubierta, seguro que aquella historia y aquella mentira colaban, ¿no? Le guiñó un ojo en un gesto de complicidad. Había procurado no sonar nerviosa, tirar de carisma y de un poco de ingenio para terminar de colarse en el barco. Había hecho todo lo que podía, ahora solo quedaba confiar en que fuera suficiente.