Balagus
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10-09-2024, 09:51 PM
La furibunda y hostil mirada que Balagus le dedicó al vendedor antes de abandonar la tienda con su capitán no era tanto una válvula de escape para su frustración, sino parte de la imagen que debía dar. Sabía que había dado con algo de información, pero... ¿cómo era aquello? Una letra y un número... y la palabra "muelle".
El oni no era bueno para discernir los conceptos de la civilización. Toda su vida había transcurrido entre una isla aislada, las cadenas de un esclavo, y la supervivencia salvaje. Había oído a su capitán, que seguía razonando el fruto de su negociación y en qué posición les dejaba esta, hablar alguna vez sobre los "muelles", y sus barcos. ¿Debía entender que era el lugar en el que se detenían cuando llegaban a una ciudad, como quien dejaba su jabalí o su lobo de guerra en los corrales al llegar a casa?
Aún estaba pensando con mucha, mucha fuerza, cuando se percató de la mirada de su capitán, deseoso de saber qué le carcomía por dentro. Afortunadamente para el contramaestre, creía tener una respuesta azarosa ya formada:
- Esas cajas en la trastienda... —gruñó— Tenían grabado "Muelle 13-D". Me da que ahí es donde deberíamos mirar.
Silver se mostró inmediatamente complacido por la revelación, compartiendo su satisfacción con su compañero con un toque en el brazo. Balagus estuvo a punto de responderle con un palmeo en la espalda, pero se contuvo a medio camino. Para disimular el gesto, se llevó la mano a la bolsa donde guardaba costillas secas de cerdo, preparadas por él mismo, y empezó a mordisquearla.
"Van quedando pocas. Me pregunto si podré encontrar por aquí para reponer existencias..."
- Movámonos, entonces, pero ningún cazador que aceche a su presa atacaría cuando más alerta está. -Masculló en respuesta, aún masticando y royendo la dura y sabrosa carne del hueso. Se refería, por supuesto, a que no esperaba que fueran a atacar de día.
El oni no sabría sobre ciudades, pero sabía localizar fácilmente el mar, y así también su capitán. Los muelles, con su olor a salitre, especias y alcohol, con el graznido de las gaviotas y los gritos de marineros, y con el constante crujir de los barcos y el oleaje del mar, casi parecía un paraíso relajante, comparado con la urbe opulenta que quedaba a sus espaldas. Casi.
El muelle que respondía a la denominación 13-D estaba allí, pero el barco no. Alrededor no había mucho más que el trajín de marineros yendo y viniendo, mientras el sol se ponía.
El oni no era bueno para discernir los conceptos de la civilización. Toda su vida había transcurrido entre una isla aislada, las cadenas de un esclavo, y la supervivencia salvaje. Había oído a su capitán, que seguía razonando el fruto de su negociación y en qué posición les dejaba esta, hablar alguna vez sobre los "muelles", y sus barcos. ¿Debía entender que era el lugar en el que se detenían cuando llegaban a una ciudad, como quien dejaba su jabalí o su lobo de guerra en los corrales al llegar a casa?
Aún estaba pensando con mucha, mucha fuerza, cuando se percató de la mirada de su capitán, deseoso de saber qué le carcomía por dentro. Afortunadamente para el contramaestre, creía tener una respuesta azarosa ya formada:
- Esas cajas en la trastienda... —gruñó— Tenían grabado "Muelle 13-D". Me da que ahí es donde deberíamos mirar.
Silver se mostró inmediatamente complacido por la revelación, compartiendo su satisfacción con su compañero con un toque en el brazo. Balagus estuvo a punto de responderle con un palmeo en la espalda, pero se contuvo a medio camino. Para disimular el gesto, se llevó la mano a la bolsa donde guardaba costillas secas de cerdo, preparadas por él mismo, y empezó a mordisquearla.
"Van quedando pocas. Me pregunto si podré encontrar por aquí para reponer existencias..."
- Movámonos, entonces, pero ningún cazador que aceche a su presa atacaría cuando más alerta está. -Masculló en respuesta, aún masticando y royendo la dura y sabrosa carne del hueso. Se refería, por supuesto, a que no esperaba que fueran a atacar de día.
El oni no sabría sobre ciudades, pero sabía localizar fácilmente el mar, y así también su capitán. Los muelles, con su olor a salitre, especias y alcohol, con el graznido de las gaviotas y los gritos de marineros, y con el constante crujir de los barcos y el oleaje del mar, casi parecía un paraíso relajante, comparado con la urbe opulenta que quedaba a sus espaldas. Casi.
El muelle que respondía a la denominación 13-D estaba allí, pero el barco no. Alrededor no había mucho más que el trajín de marineros yendo y viniendo, mientras el sol se ponía.