Tofun
El Largo
10-09-2024, 10:47 PM
Hyun había sido prudente. Kalab no era un lugar que aceptara a los foráneos tan fácilmente, pero gracias a su calma y precaución, no tuvo problemas para instalarse. Desde el primer día, había observado los comportamientos de los lugareños, analizando sus costumbres y modos de actuar antes de interactuar demasiado. La gente lo miraba raro; por allí no eran muy amigos de los extranjeros, especialmente de aquellos que no compartían sus mismas raíces o manera de hablar. Sin embargo, cuando había dinero de por medio, todo parecía más flexible y negociable. Así fue como consiguió comprar una finca en ruinas por un millón de berries y la arregló por 200.000 berries más, invirtiendo cuidadosamente cada moneda.
Su integración en la sociedad de Kalab fue lenta pero constante. Al principio, solo se dejaba ver por los mercados y en alguna que otra compra menor. Pero con el tiempo, adquirió un pequeño ganado, lo justo para pasar por un comprador local sin levantar demasiadas sospechas. Aunque el costo del ganado ascendió a unos 500.000 berries, sumando un total de 1.700.000 berries en gastos, para Hyun era una inversión necesaria. Sabía que algunos podrían considerarlo un gasto excesivo, pero él estaba convencido de que, si todo salía como había planeado, esa cantidad se recuperaría con creces.
A medida que pasaban los días, Hyun empezó a familiarizarse con las historias y rumores del lugar. En varias ocasiones, escuchó el nombre de "Dardo" mencionado en susurros o en conversaciones acaloradas. Un hombre se quejaba en los bares, diciendo que Dardo le había causado problemas; otro, furioso, protestaba a gritos frente a la comisaría, pidiendo hablar con el sheriff. Hyun, siempre atento a los detalles, comenzó a recopilar información sobre cómo funcionaban las cosas en Kalab. Era evidente que, a pesar de la apariencia tranquila del pueblo, había tensiones bajo la superficie.
Se enteró de que había partidas de póker un par de días a la semana en ciertos locales. El coste de entrada no era accesible para cualquiera, pero allí se reunía la gente influyente, aquellos que movían los hilos en las sombras. En uno de esos establecimientos, Jerry, el dueño y camarero, se destacaba como el hombre al que todos acudían cuando necesitaban información. Jerry no ofrecía sus conocimientos gratuitamente; todo tenía un precio, y Hyun lo sabía. Aún así, era útil saber que había alguien dispuesto a negociar secretos.
Por otro lado, el sheriff del pueblo mantenía un férreo control sobre la justicia, o al menos eso aparentaba. Siempre escoltado por sus dos guardaespaldas, se decía que no dudaba en hacer cumplir la ley, aunque también corría el rumor de que algunos de sus subordinados estaban involucrados en actividades poco legales. Esta contradicción no pasó desapercibida para Hyun, quien entendía que en Kalab no todo era lo que parecía a simple vista.
El día 25, un gran robo de ganado conmocionó al pueblo. Era el tema de conversación en los bares y mercados. La tienda de armas de Kalab, en particular, parecía estar sacando provecho de la situación. Su dueño, Rick, un tipo peculiar, siempre mostraba una sonrisa astuta en su rostro. Con su cara aguileña, sombrero, bigote y esa actitud de quien siempre sabe más de lo que aparenta, Rick se había ganado una reputación ambigua. No era raro verlo cerrar tratos de manera rápida y eficiente, especialmente en tiempos de crisis como este.
Buen trabajo, te has consolidado en el lugar, has llamado la atención como comprador y has entendido como funcionan algunas cosas de la zona. Un turno más en el que puedes preparar la situación y obtener información y manos a la obra.
Su integración en la sociedad de Kalab fue lenta pero constante. Al principio, solo se dejaba ver por los mercados y en alguna que otra compra menor. Pero con el tiempo, adquirió un pequeño ganado, lo justo para pasar por un comprador local sin levantar demasiadas sospechas. Aunque el costo del ganado ascendió a unos 500.000 berries, sumando un total de 1.700.000 berries en gastos, para Hyun era una inversión necesaria. Sabía que algunos podrían considerarlo un gasto excesivo, pero él estaba convencido de que, si todo salía como había planeado, esa cantidad se recuperaría con creces.
A medida que pasaban los días, Hyun empezó a familiarizarse con las historias y rumores del lugar. En varias ocasiones, escuchó el nombre de "Dardo" mencionado en susurros o en conversaciones acaloradas. Un hombre se quejaba en los bares, diciendo que Dardo le había causado problemas; otro, furioso, protestaba a gritos frente a la comisaría, pidiendo hablar con el sheriff. Hyun, siempre atento a los detalles, comenzó a recopilar información sobre cómo funcionaban las cosas en Kalab. Era evidente que, a pesar de la apariencia tranquila del pueblo, había tensiones bajo la superficie.
Se enteró de que había partidas de póker un par de días a la semana en ciertos locales. El coste de entrada no era accesible para cualquiera, pero allí se reunía la gente influyente, aquellos que movían los hilos en las sombras. En uno de esos establecimientos, Jerry, el dueño y camarero, se destacaba como el hombre al que todos acudían cuando necesitaban información. Jerry no ofrecía sus conocimientos gratuitamente; todo tenía un precio, y Hyun lo sabía. Aún así, era útil saber que había alguien dispuesto a negociar secretos.
Por otro lado, el sheriff del pueblo mantenía un férreo control sobre la justicia, o al menos eso aparentaba. Siempre escoltado por sus dos guardaespaldas, se decía que no dudaba en hacer cumplir la ley, aunque también corría el rumor de que algunos de sus subordinados estaban involucrados en actividades poco legales. Esta contradicción no pasó desapercibida para Hyun, quien entendía que en Kalab no todo era lo que parecía a simple vista.
El día 25, un gran robo de ganado conmocionó al pueblo. Era el tema de conversación en los bares y mercados. La tienda de armas de Kalab, en particular, parecía estar sacando provecho de la situación. Su dueño, Rick, un tipo peculiar, siempre mostraba una sonrisa astuta en su rostro. Con su cara aguileña, sombrero, bigote y esa actitud de quien siempre sabe más de lo que aparenta, Rick se había ganado una reputación ambigua. No era raro verlo cerrar tratos de manera rápida y eficiente, especialmente en tiempos de crisis como este.
Buen trabajo, te has consolidado en el lugar, has llamado la atención como comprador y has entendido como funcionan algunas cosas de la zona. Un turno más en el que puedes preparar la situación y obtener información y manos a la obra.