Drake Longspan
[...]
11-09-2024, 04:48 AM
Finalmente, el humano de los brazos largos soltó un suspiro, tan profundo como el abismo frente a ellos, antes de hablar.
— Nunca se es demasiado enana como para tener esa impaciencia en el cuerpo. ¿Verdad? — dijo, con una leve sonrisa que suavizaba el borde de sus palabras, pero era mordaz al fin y al cabo.
Había una aceptación en su tono, como si estuviera dispuesto a lidiar con la impetuosidad de aquella Hafugyo. Drake Longspan se giró hacia ella, con sus ojos escarlata reluciendo, como si las llamas de Suzaku se reflejasen en sus pupilas.
— No es resignación, aunque suene así. Es más bien… saber cuándo actuar. Las tormentas no las desatas tú sola, a veces tienes que esperar al momento adecuado para que el cielo se abra. ¿Poesía? Tsk. Más bien una dosis de realidad.
Drake Lonsgpan sacudió sus vendas de ambas manos antes de ponerse nuevamente en pie, ahí, al borde del acantilado, dio la espalda al atardecer, para enfocarse solo en el rostro de Jun Gunslinger. Sus botas negras guardaban restos de gravilla en sus suelas, por alguna razón, parecían adherirse a él como si fueran barro en sus zapatos.
Levantando su mirada, con una sonrisa más de un pícaro que de un ladrón, dejó que su lengua se soltase como un derrumbe de piedras, arrasando con todo a su paso sin posibilidad de detenerse. No ahora.
— ¿Sabes? No te creo. No quieres que te construya un barco. De hecho, estoy seguro de que si quisieras, podrías hacerlo tu misma.
Elevó su alargado brazo en dirección al artilugio que tenía Jun Gunslinger en sus manos, con dos codos acusadores.
— O me dirás que eso no lo has construido tú. Por cierto... ¿Qué demonios es?
Relajó levemente su brazo, lo justo para doblarse como una manguera, curioseó unos instantes que quizás fueron lo suficientemente largos como para incomodar a la chica, o no. Puede que Jun no fuese tan protectora con sus creaciones como lo era aquel chico.
Tras dar un vistazo vertical, horizontal y diagonal de aquel artefacto, volvió a la carga, arrastrándose unos pasos atrás hacía el acantilado, sin caer, pateando la gravilla sus pies:
— Pero eso no importa ahora. Jun Gunslinger, de Isla Kilombo, yo...
Su semblante aparentaba tener esta vez una gravedad exagerada, y entonaba cada palabra como si fuese una sentencia final. Su voz parecía resonar con una mezcla extraña de valentía y nerviosismo, y sus dedos vendados comenzaron a vibrar de emoción, temblando ligeramente, como si estuviera a punto de revelar algo profundo.
«Esos... Malditos... Ojos...»
Había algo en ellos que le gritaban al carpintero que se arrodillase ante ella, pero su voluntad era fuerte, y además, quedaría raro de narices. Fingiendo que se le había desabrochado el zapato, se apoyó en una sola rodilla, y aprovechando la comodidad, comenzó a rebuscar en el interior de su bolsillo, mientras clavaba su rodilla en el suelo en dirección a esos ojos amatistas.
Durante esos instantes, el silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el rugido lejano de las olas...
— Nunca se es demasiado enana como para tener esa impaciencia en el cuerpo. ¿Verdad? — dijo, con una leve sonrisa que suavizaba el borde de sus palabras, pero era mordaz al fin y al cabo.
Había una aceptación en su tono, como si estuviera dispuesto a lidiar con la impetuosidad de aquella Hafugyo. Drake Longspan se giró hacia ella, con sus ojos escarlata reluciendo, como si las llamas de Suzaku se reflejasen en sus pupilas.
— No es resignación, aunque suene así. Es más bien… saber cuándo actuar. Las tormentas no las desatas tú sola, a veces tienes que esperar al momento adecuado para que el cielo se abra. ¿Poesía? Tsk. Más bien una dosis de realidad.
Drake Lonsgpan sacudió sus vendas de ambas manos antes de ponerse nuevamente en pie, ahí, al borde del acantilado, dio la espalda al atardecer, para enfocarse solo en el rostro de Jun Gunslinger. Sus botas negras guardaban restos de gravilla en sus suelas, por alguna razón, parecían adherirse a él como si fueran barro en sus zapatos.
Levantando su mirada, con una sonrisa más de un pícaro que de un ladrón, dejó que su lengua se soltase como un derrumbe de piedras, arrasando con todo a su paso sin posibilidad de detenerse. No ahora.
— ¿Sabes? No te creo. No quieres que te construya un barco. De hecho, estoy seguro de que si quisieras, podrías hacerlo tu misma.
Elevó su alargado brazo en dirección al artilugio que tenía Jun Gunslinger en sus manos, con dos codos acusadores.
— O me dirás que eso no lo has construido tú. Por cierto... ¿Qué demonios es?
Relajó levemente su brazo, lo justo para doblarse como una manguera, curioseó unos instantes que quizás fueron lo suficientemente largos como para incomodar a la chica, o no. Puede que Jun no fuese tan protectora con sus creaciones como lo era aquel chico.
Tras dar un vistazo vertical, horizontal y diagonal de aquel artefacto, volvió a la carga, arrastrándose unos pasos atrás hacía el acantilado, sin caer, pateando la gravilla sus pies:
— Pero eso no importa ahora. Jun Gunslinger, de Isla Kilombo, yo...
Su semblante aparentaba tener esta vez una gravedad exagerada, y entonaba cada palabra como si fuese una sentencia final. Su voz parecía resonar con una mezcla extraña de valentía y nerviosismo, y sus dedos vendados comenzaron a vibrar de emoción, temblando ligeramente, como si estuviera a punto de revelar algo profundo.
«Esos... Malditos... Ojos...»
Había algo en ellos que le gritaban al carpintero que se arrodillase ante ella, pero su voluntad era fuerte, y además, quedaría raro de narices. Fingiendo que se le había desabrochado el zapato, se apoyó en una sola rodilla, y aprovechando la comodidad, comenzó a rebuscar en el interior de su bolsillo, mientras clavaba su rodilla en el suelo en dirección a esos ojos amatistas.
Durante esos instantes, el silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el rugido lejano de las olas...