La información que mis diminutos amigos me estaban otorgando valía oro, continuaron sin mi, como era de esperar y con el tiempo se acercaron a un movimiento naciente, la revolución. Escuché cada palabra mientras bebíamos y pedíamos nuevas consumiciones, evidentemente a su cuenta. Un movimiento unido contra el gobierno, organizado, con líderes capaces y con buenos recursos. La idea me apasionaba, era como lo que teníamos Los piezas y yo pero a lo grande, con muchos más recursos y mejor pronóstico. No podía dejar de imaginarme que con aquello se podría lograr cambiar el mundo, la emoción me hizo beber más y más. Ahora mis ex-compañeros se dedicaban a trabajar con nuevos reclutas, a instruirlos, no me esperaba otra cosa pues los cabrones estaban bien cascados.
- Joder, acabo de salir de la cárcel y ya me estáis metiendo en líos... - Guarde silencio unos instantes. - Aunque joder, que bien suena. ¿Podéis meterme? - Continuaría charlando y preguntandome, informándome de cómo iban las cosas y preguntando si había algún plan en marcha.
El robo en la cocina fue un éxito, presentamos la carne como un delicioso bocado rebozado en sal fina. ¡Joder! Fue difícil no pegarle un bocado pero somos unos profesionales, la carne era para el perro. Este la devoró y cuando casi ya habíamos besado el éxito se transformó en una bestia canina, que puto colocado llevaba. Advertí a los míos, eran imposible que eso no lo tumbase pero, hasta entonces, debíamos de sobrevivir, RUN. Me pegué a las paredes y les indiqué que me imitaden, mi instinto me decía que si hacía quiebros en el último momento el perro no pararía de darse golpes contra estás.
Era una situación de aguante, resistir hasta que el perro echase su último aliento sin ser uno de sus bocado. La baba que soltaba era impresionante, si a alguno le alcanzaba iba a quedar recién duchado con champo de perro.
- Joder, acabo de salir de la cárcel y ya me estáis metiendo en líos... - Guarde silencio unos instantes. - Aunque joder, que bien suena. ¿Podéis meterme? - Continuaría charlando y preguntandome, informándome de cómo iban las cosas y preguntando si había algún plan en marcha.
El robo en la cocina fue un éxito, presentamos la carne como un delicioso bocado rebozado en sal fina. ¡Joder! Fue difícil no pegarle un bocado pero somos unos profesionales, la carne era para el perro. Este la devoró y cuando casi ya habíamos besado el éxito se transformó en una bestia canina, que puto colocado llevaba. Advertí a los míos, eran imposible que eso no lo tumbase pero, hasta entonces, debíamos de sobrevivir, RUN. Me pegué a las paredes y les indiqué que me imitaden, mi instinto me decía que si hacía quiebros en el último momento el perro no pararía de darse golpes contra estás.
Era una situación de aguante, resistir hasta que el perro echase su último aliento sin ser uno de sus bocado. La baba que soltaba era impresionante, si a alguno le alcanzaba iba a quedar recién duchado con champo de perro.