Octojin
El terror blanco
11-09-2024, 07:38 PM
Octojin caminaba entre las instalaciones del G-31 con una extraña mezcla de emociones. Era su primer día en la Marina, y aunque se suponía que debía estar emocionado por el nuevo comienzo, sentía que su verdadero ser se encontraba aún en el fondo del mar, donde la corriente fluía sin restricciones y su cuerpo se movía con naturalidad. Allí, rodeado de humanos y otros seres extraños, su presencia parecía atraer demasiadas miradas curiosas o, en el mejor de los casos, asustadas. No le sorprendía, después de todo, medía más de cuatro metros y su piel escamosa era pálida como la muerte.
Sin embargo, había algo en ese grupo de marines que le resultaba... interesante. Unos más serios que otros, pero con su propio toque peculiar. A su manera, cada uno encajaba en el caos que representaba ese escuadrón.
Había pasado poco tiempo con ellos, pero ya había sido el suficiente para ver cómo se manejaban en el día a día. O eso pensaba el escualo. Quizá lo que estaba viendo era una excepción, pero a juzgar por las caras de los demás, no lo era.
Atlas parecía ser el más esquivo del grupo, siempre buscando la manera de evitar tareas. Mientras que Takahiro, con su aire despreocupado y bromista, dejaba claro que no se tomaba demasiado en serio las advertencias de los superiores. Camille, la enorme oni, había sorprendido a Octojin por su fuerza y actitud imponente, aunque, sinceramente, él mismo no estaba seguro de cómo interpretar a alguien tan diferente. Lo que sí sabía era que, con ella alrededor, llamar la atención sería inevitable. Y Ray era la mente más calmada y analítica, siempre observando y cuidando a los demás, algo que a Octojin le recordaba a los ancianos de la Isla Gyojin. Sin duda era el más normal del grupo y el que más se ceñía al prototipo de Marine. Si es que había un prototipo real.
Había algo en todo aquello que le recordaba las peleas de calle de su juventud. Aquella sensación de camaradería, de saber que aunque te enfrentes a algo peligroso, tienes a otros que te cubren la espalda. Y eso le gustaba.
El comentario de Takahiro sobre el disfraz de piratas le arrancó una risa interna. ¿Pirata? Octojin no había necesitado nunca disfrazarse para intimidar, y aunque era cierto que su aspecto lo hacía pasar desapercibido como marine, no era por la razón que Takahiro creía. Simplemente, los humanos nunca se detenían a preguntar si un gyojin de cuatro metros era marine o pirata. Para ellos, era solo una amenaza que debían evitar a toda costa.
Mientras caminaban hacia la caseta del campo de entrenamiento número cuatro, Octojin se mantenía en silencio, observando a los demás con ojos afilados. Tenía mucho que aprender sobre ellos, pero algo le decía que ese grupo sería su nueva familia... aunque aún no estuviera completamente seguro de ello.
Cuando llegaron a la caseta y la capitana Montpellier les dio la misión de buscar a un pirata llamado Phar D Yoh. Octojin supo que aquello sería una prueba importante. No era su primera misión en absoluto, pero sí la primera vez que trabajaba bajo las órdenes de la Marina. Hasta ese momento, siempre había sido por su cuenta, luchando por sobrevivir en un mundo donde los suyos eran discriminados y atacados. ¿Cómo sería entonces, como parte de algo más grande?
El comentario final de la capitana sobre no causar destrozos le pareció... optimista, teniendo en cuenta la cantidad de fuerza que poseía el equipo. Camille, con sus cuernos y presencia imponente; él mismo, con su fuerza brutal y control del agua... no, definitivamente no prometía que aquella misión fuera a terminar sin romper algunas cosas. Así que se limitó a bajar la mirada y hacer como un niño regañado, quizá adelantándose a lo que podía ocurrir.
Mientras la reunión terminaba y se dirigían hacia el puerto, Atlas propuso vestirse de paisanos, lo cual provocó una serie de miradas y comentarios en el grupo. Para Octojin, no importaba demasiado lo que llevara puesto. Su presencia por sí sola ya atraía miradas. Pero… ¿Quién era él para cuestionar a sus compañeros? El gyojin asintió, dando su aprobación, aunque él no se cambiaría el uniforme. Tenía miedo a posibles represalias por parte de sus superiores. Al final era su primerito día y tenía que causar impresión… O al menos no causar una mala.
A medida que avanzaban hacia la zona sur de Loguetown, Octojin no podía evitar reflexionar sobre lo que vendría. Aunque estaba tranquilo, la idea de dividirse en grupos más pequeños, como sugirió Takahiro, parecía lo más lógico. Con ellos juntos, como una unidad completa, era imposible pasar desapercibidos.
— Dividirnos puede funcionar... — murmuró Octojin, más para sí mismo que para los demás, aunque sabía que todos lo oían claramente. Su voz profunda resonaba como el eco de una cueva marina. — Takahiro tiene razón. Somos demasiado llamativos juntos. Aunque algunos los somos también por separado.
Y aunque lo dijo con seriedad, no pudo evitar sonreír por dentro. Demasiado llamativos... eso era subestimar la situación. ¿Cómo no serlo con un gyojin y una oni caminando por las calles? Su presencia era como mínimo intimidante, tanto por su altura, como por su porte y manera de caminar.
Poco a poco, comenzaron a infiltrarse en la zona más peligrosa del puerto. Loguetown siempre había sido un hervidero de actividad, especialmente en las áreas cercanas a los barcos piratas. El tiburón, acostumbrado a los olores del mar, no podía evitar notar el aire denso y salado mezclado con el hedor del alcohol, la comida frita y, sobre todo, la tensión latente que se respiraba en las tabernas cercanas al puerto.
El grupo decidió dispersarse, lo cual tenía sentido, pero antes de que se separaran por completo, el habitante del mar no pudo evitar recordar las palabras de Atlas sobre los rumores en el puerto.
— La idea de Atlas me parece muy buena. La zona sur es el mejor lugar para empezar a buscar a nuestro objetivo. Solo espero que no termine en una pelea innecesaria —Mientras decía aquello, sus ojos afilados se posaron en Camille, quien trataba de ocultar sus cuernos bajo un moño improvisado. Era difícil no llamar la atención cuando tenías a alguien tan visible al lado.
Finalmente, Octojin se acercó a Takahiro, dando a entender que iría en su grupo. La idea de que la Oni y él se repartiesen era la más obvia. Si ambos iban juntos… No podrían evitar las miradas de los presentes. Así que una vez se hicieron los grupos, se decidió por entrar en una de las tabernas más concurridas. El lugar estaba lleno de piratas de mala calaña, humanos en su mayoría, que parecían más preocupados por llenar sus gargantas de ron que por cualquier otra cosa. Mientras Octojin se movía entre las mesas, podía sentir las miradas de reojo, algunas de asombro, otras de miedo, y otras de simple curiosidad.
El tiburón decidió apoyarse en la barra, mientras esperaba a que su grupo preguntara a un par de tipos sospechosos en una esquina. Fue entonces cuando escuchó algo que lo hizo tensarse.
— Eh, mira quién ha llegado... Un maldito monstruo del mar. — La voz de uno de los piratas resonó en la taberna, acompañada de risas burdas. — No sabía que la Marina estaba contratando a... cosas como esa.
Octojin giró lentamente la cabeza, su mirada fría se clavó en los dos humanos que habían hecho el comentario. Durante un breve momento, el silencio se apoderó del lugar, hasta que uno de ellos, claramente más borracho que valiente, se levantó de la mesa.
— ¿Qué pasa, monstruo? ¿Nos vas a comer? — El tipo sonrió, tambaleándose un poco, mientras los demás en la mesa reían de nuevo.
El gyojin permaneció en silencio por unos segundos, con su mandíbula y puño apretados. Había aprendido a ignorar los insultos a lo largo de los años, pero esa parte de él que siempre había luchado en las calles de la Isla Gyojin, esa parte de él que no aceptaba la discriminación, estaba empezando a hervir.
— No. — Su voz fue baja, pero todos en la taberna la escucharon. — No tengo hambre. Pero si sigues molestando, quizá cambie de opinión.
Las risas se desvanecieron rápidamente cuando los piratas vieron la intensidad en sus ojos.
Sin embargo, había algo en ese grupo de marines que le resultaba... interesante. Unos más serios que otros, pero con su propio toque peculiar. A su manera, cada uno encajaba en el caos que representaba ese escuadrón.
Había pasado poco tiempo con ellos, pero ya había sido el suficiente para ver cómo se manejaban en el día a día. O eso pensaba el escualo. Quizá lo que estaba viendo era una excepción, pero a juzgar por las caras de los demás, no lo era.
Atlas parecía ser el más esquivo del grupo, siempre buscando la manera de evitar tareas. Mientras que Takahiro, con su aire despreocupado y bromista, dejaba claro que no se tomaba demasiado en serio las advertencias de los superiores. Camille, la enorme oni, había sorprendido a Octojin por su fuerza y actitud imponente, aunque, sinceramente, él mismo no estaba seguro de cómo interpretar a alguien tan diferente. Lo que sí sabía era que, con ella alrededor, llamar la atención sería inevitable. Y Ray era la mente más calmada y analítica, siempre observando y cuidando a los demás, algo que a Octojin le recordaba a los ancianos de la Isla Gyojin. Sin duda era el más normal del grupo y el que más se ceñía al prototipo de Marine. Si es que había un prototipo real.
Había algo en todo aquello que le recordaba las peleas de calle de su juventud. Aquella sensación de camaradería, de saber que aunque te enfrentes a algo peligroso, tienes a otros que te cubren la espalda. Y eso le gustaba.
El comentario de Takahiro sobre el disfraz de piratas le arrancó una risa interna. ¿Pirata? Octojin no había necesitado nunca disfrazarse para intimidar, y aunque era cierto que su aspecto lo hacía pasar desapercibido como marine, no era por la razón que Takahiro creía. Simplemente, los humanos nunca se detenían a preguntar si un gyojin de cuatro metros era marine o pirata. Para ellos, era solo una amenaza que debían evitar a toda costa.
Mientras caminaban hacia la caseta del campo de entrenamiento número cuatro, Octojin se mantenía en silencio, observando a los demás con ojos afilados. Tenía mucho que aprender sobre ellos, pero algo le decía que ese grupo sería su nueva familia... aunque aún no estuviera completamente seguro de ello.
Cuando llegaron a la caseta y la capitana Montpellier les dio la misión de buscar a un pirata llamado Phar D Yoh. Octojin supo que aquello sería una prueba importante. No era su primera misión en absoluto, pero sí la primera vez que trabajaba bajo las órdenes de la Marina. Hasta ese momento, siempre había sido por su cuenta, luchando por sobrevivir en un mundo donde los suyos eran discriminados y atacados. ¿Cómo sería entonces, como parte de algo más grande?
El comentario final de la capitana sobre no causar destrozos le pareció... optimista, teniendo en cuenta la cantidad de fuerza que poseía el equipo. Camille, con sus cuernos y presencia imponente; él mismo, con su fuerza brutal y control del agua... no, definitivamente no prometía que aquella misión fuera a terminar sin romper algunas cosas. Así que se limitó a bajar la mirada y hacer como un niño regañado, quizá adelantándose a lo que podía ocurrir.
Mientras la reunión terminaba y se dirigían hacia el puerto, Atlas propuso vestirse de paisanos, lo cual provocó una serie de miradas y comentarios en el grupo. Para Octojin, no importaba demasiado lo que llevara puesto. Su presencia por sí sola ya atraía miradas. Pero… ¿Quién era él para cuestionar a sus compañeros? El gyojin asintió, dando su aprobación, aunque él no se cambiaría el uniforme. Tenía miedo a posibles represalias por parte de sus superiores. Al final era su primerito día y tenía que causar impresión… O al menos no causar una mala.
A medida que avanzaban hacia la zona sur de Loguetown, Octojin no podía evitar reflexionar sobre lo que vendría. Aunque estaba tranquilo, la idea de dividirse en grupos más pequeños, como sugirió Takahiro, parecía lo más lógico. Con ellos juntos, como una unidad completa, era imposible pasar desapercibidos.
— Dividirnos puede funcionar... — murmuró Octojin, más para sí mismo que para los demás, aunque sabía que todos lo oían claramente. Su voz profunda resonaba como el eco de una cueva marina. — Takahiro tiene razón. Somos demasiado llamativos juntos. Aunque algunos los somos también por separado.
Y aunque lo dijo con seriedad, no pudo evitar sonreír por dentro. Demasiado llamativos... eso era subestimar la situación. ¿Cómo no serlo con un gyojin y una oni caminando por las calles? Su presencia era como mínimo intimidante, tanto por su altura, como por su porte y manera de caminar.
Poco a poco, comenzaron a infiltrarse en la zona más peligrosa del puerto. Loguetown siempre había sido un hervidero de actividad, especialmente en las áreas cercanas a los barcos piratas. El tiburón, acostumbrado a los olores del mar, no podía evitar notar el aire denso y salado mezclado con el hedor del alcohol, la comida frita y, sobre todo, la tensión latente que se respiraba en las tabernas cercanas al puerto.
El grupo decidió dispersarse, lo cual tenía sentido, pero antes de que se separaran por completo, el habitante del mar no pudo evitar recordar las palabras de Atlas sobre los rumores en el puerto.
— La idea de Atlas me parece muy buena. La zona sur es el mejor lugar para empezar a buscar a nuestro objetivo. Solo espero que no termine en una pelea innecesaria —Mientras decía aquello, sus ojos afilados se posaron en Camille, quien trataba de ocultar sus cuernos bajo un moño improvisado. Era difícil no llamar la atención cuando tenías a alguien tan visible al lado.
Finalmente, Octojin se acercó a Takahiro, dando a entender que iría en su grupo. La idea de que la Oni y él se repartiesen era la más obvia. Si ambos iban juntos… No podrían evitar las miradas de los presentes. Así que una vez se hicieron los grupos, se decidió por entrar en una de las tabernas más concurridas. El lugar estaba lleno de piratas de mala calaña, humanos en su mayoría, que parecían más preocupados por llenar sus gargantas de ron que por cualquier otra cosa. Mientras Octojin se movía entre las mesas, podía sentir las miradas de reojo, algunas de asombro, otras de miedo, y otras de simple curiosidad.
El tiburón decidió apoyarse en la barra, mientras esperaba a que su grupo preguntara a un par de tipos sospechosos en una esquina. Fue entonces cuando escuchó algo que lo hizo tensarse.
— Eh, mira quién ha llegado... Un maldito monstruo del mar. — La voz de uno de los piratas resonó en la taberna, acompañada de risas burdas. — No sabía que la Marina estaba contratando a... cosas como esa.
Octojin giró lentamente la cabeza, su mirada fría se clavó en los dos humanos que habían hecho el comentario. Durante un breve momento, el silencio se apoderó del lugar, hasta que uno de ellos, claramente más borracho que valiente, se levantó de la mesa.
— ¿Qué pasa, monstruo? ¿Nos vas a comer? — El tipo sonrió, tambaleándose un poco, mientras los demás en la mesa reían de nuevo.
El gyojin permaneció en silencio por unos segundos, con su mandíbula y puño apretados. Había aprendido a ignorar los insultos a lo largo de los años, pero esa parte de él que siempre había luchado en las calles de la Isla Gyojin, esa parte de él que no aceptaba la discriminación, estaba empezando a hervir.
— No. — Su voz fue baja, pero todos en la taberna la escucharon. — No tengo hambre. Pero si sigues molestando, quizá cambie de opinión.
Las risas se desvanecieron rápidamente cuando los piratas vieron la intensidad en sus ojos.