Asradi
Völva
11-09-2024, 08:07 PM
El mar siempre proveía. Asradi era una firme creyente de esa frase. No solo eso, sino que lo sabía a ciencia cierta. Y tener un poco de cara dura también, todo sea dicho. Se decía que la suerte favorecía a quienes se arriesgaban. Bueno, pues quien no arriesgaba, claramente no ganaba. Y ella había ganado una buena espada que había logrado birlar a unos despistados. Véase a eses despistados como las pobres víctimas del canto de una despiadada sirena que les había birlado hasta los calzoncillos. Bueno, no, tanto no. ¿Para qué quería ella su sucia ropa interior? Los había dejado bien noqueados y se había llevado lo importante. Al fin y al cabo, la vida estaba cara. Y había que comer.
Vale... Podía alimentarse cazando en el mar o pescando. Tenía la habilidad y era una depredadora nata en ese terreno. Pero a veces le gustaban las cosas un poco más sofisticadas. O darse un capricho, como una chica bonita que se precie. Así pues, había envuelto su botín en una tela, con cuidado de que no se estropease, lo ató a su espalda y se dirigió buceando a buena velocidad hacia Loguetown. Era la ciudad más cercana en la ruta que estaba siguiendo.
Atravesó las corrientes y llegó a una playa apartada que no conectaba con el puerto. Una vez allí se escurrió un poco el pelo, se puso la falda que ocultaba su cola sirénida y, con su botín a buen recaudo a su espalda, fue callejeando por la ciudad. Tenía que haber algún lugar donde pudiese vender eso. Era una buena espada, con un filo más que decente. Aunque ella no entendía de ese tipo de armas, sí era consciente de que era una manufactura de las buenas. Con suerte sacaba una buena tajada. ¿Podía quedársela para sí misma? Por supuesto, ¿pero para qué? Ella no tenía ni la soltura ni el conocimiento para manejar un arma de ese estilo. Además de que nunca le habían gustado y para nadar o así eran un tanto incómodas, al menos para ella.
Callejeó y preguntó lo suficiente como para terminar en una calle colindante al mercado central. No había tanto bullicio pero esperaba encontrar un buen lugar. Una tienda o algo.
— Qué calor... — Murmuró, con un suspiro.
Se detuvo unos momentos, pues el peso del arma también era un ligero lastre para ella, sumado a su torpeza para moverse por tierra firme. Aprovechó eses segundos para tomar aire y, de paso, mirar un poco a su alrededor. Entonces lo vió.
“Filos Ballena Azul”.
Los ojos azules de Asradi se iluminaron, así como la sonrisa que, prontamente, se esbozó en sus labios. Una tienda de armas de filo, ¡genial! Lo intentaría ahí.
Luego de unos segundos, la puerta se abrió dejando paso a la chica de cabellera negra.
— ¡Buenas! Vengo a ofrecerle una venta. — Lo dijo así, tan panchamente. Vió que había alguien más, un chico, pero no le hizo el más mínimo caso. No por ahora, al menos. — ¿Cuánto me daría por esto?
Con toda su cara, se adelantó hacia el mostrador de madera, dejando el objeto sobre el mismo y retirando cuidadosamente la tela, así como la vaina que protegía el acero. Bajo ésta, se mostraba la consabida espada, con la hoja cuidadosamente afilada y un mango fuerte. Se veía, inicialmente, un arma bastante equilibrada.
Vale... Podía alimentarse cazando en el mar o pescando. Tenía la habilidad y era una depredadora nata en ese terreno. Pero a veces le gustaban las cosas un poco más sofisticadas. O darse un capricho, como una chica bonita que se precie. Así pues, había envuelto su botín en una tela, con cuidado de que no se estropease, lo ató a su espalda y se dirigió buceando a buena velocidad hacia Loguetown. Era la ciudad más cercana en la ruta que estaba siguiendo.
Atravesó las corrientes y llegó a una playa apartada que no conectaba con el puerto. Una vez allí se escurrió un poco el pelo, se puso la falda que ocultaba su cola sirénida y, con su botín a buen recaudo a su espalda, fue callejeando por la ciudad. Tenía que haber algún lugar donde pudiese vender eso. Era una buena espada, con un filo más que decente. Aunque ella no entendía de ese tipo de armas, sí era consciente de que era una manufactura de las buenas. Con suerte sacaba una buena tajada. ¿Podía quedársela para sí misma? Por supuesto, ¿pero para qué? Ella no tenía ni la soltura ni el conocimiento para manejar un arma de ese estilo. Además de que nunca le habían gustado y para nadar o así eran un tanto incómodas, al menos para ella.
Callejeó y preguntó lo suficiente como para terminar en una calle colindante al mercado central. No había tanto bullicio pero esperaba encontrar un buen lugar. Una tienda o algo.
— Qué calor... — Murmuró, con un suspiro.
Se detuvo unos momentos, pues el peso del arma también era un ligero lastre para ella, sumado a su torpeza para moverse por tierra firme. Aprovechó eses segundos para tomar aire y, de paso, mirar un poco a su alrededor. Entonces lo vió.
“Filos Ballena Azul”.
Los ojos azules de Asradi se iluminaron, así como la sonrisa que, prontamente, se esbozó en sus labios. Una tienda de armas de filo, ¡genial! Lo intentaría ahí.
Luego de unos segundos, la puerta se abrió dejando paso a la chica de cabellera negra.
— ¡Buenas! Vengo a ofrecerle una venta. — Lo dijo así, tan panchamente. Vió que había alguien más, un chico, pero no le hizo el más mínimo caso. No por ahora, al menos. — ¿Cuánto me daría por esto?
Con toda su cara, se adelantó hacia el mostrador de madera, dejando el objeto sobre el mismo y retirando cuidadosamente la tela, así como la vaina que protegía el acero. Bajo ésta, se mostraba la consabida espada, con la hoja cuidadosamente afilada y un mango fuerte. Se veía, inicialmente, un arma bastante equilibrada.