Sowon
Luna Sangrienta
12-09-2024, 02:47 AM
(Última modificación: 12-09-2024, 04:29 AM por Sowon.
Razón: Se duplicó por error, corregido.
)
Verano Mañana del día 8
Era una mañana aburrida, muy aburrida, a lo mejor pocos se sorprendían al ver a la hermosa Oni rubia que se adentraba a la taberna local o quizás si lo habían hecho pero se ocultaban de solo sentir sus pasos cerca. Una mujer de cuatro metros con un espadón gigantesco y pintas de salvaje no era algo que muchos se atrevieran a molestar. Ingresó al establecimiento dando una patada a la puerta, bostezando y atrayendo las miradas, algo natural en ella pese a que el ver salir a algunos corriendo le hizo chistar con la lengua. No le agradaban los cobardes, más cuando ella no había hecho nada para asustar a alguno de esos bajitos. Se sentó en la barra al cabo de unos segundos, el avance fue lento, sus ojos verdes brillaban como dos faros en la oscuridad del sitio.
—¿Algún rumor nuevo? Hace dos días que no tengo trabajo y eso de bajar gatos de los árboles no es para mí, los bajo y vuelven a subir. Ya te he dicho que es mejor cortar los árboles. No volverán a subirse, no es mi culpa que me olvidase de bajar al gato antes de partir a la mitad el último.—
Expresó con cierto desdén mientras bebía una gran jarra de cerveza, que para ella era un simple vaso pequeño, había estado recorriendo el lugar en busca de trabajos pero todos eran sobre bajar gatos de los árboles. Al otro día volvían a subir y el ciclo se repetía hasta el hartazgo, necesitaba golpear algo, debería haber algún criminal o un ladrón no aceptaba la idea de un lugar tan grande no sucediera nada emocionante. Su espada buscaba un rival, su cuerpo inquieto deseaba algo para pasar el rato, su vida solo tenía la lucha como forma de vida.
—Sabes, a veces es aburrido ser tan grande y no tener nada con lo que entrenar. La mayoría suele salir corriendo al primer golpe, aunque no me sorprende, solo necesitan tiempo para poder acostumbrarse regresarán cuando tengan ganas de probar a una mujer de verdad.—
Comentó en un tono casi reflexivo, encontrar a alguien para entrenar era complicado, la mayoría del tiempo se la pasaba sola y pese a que según ella era una buena persona, sincera, de buen corazón y con ansias de conocer el mundo la gente se quedaba con la impresión de que les cortaría en pedazos. El que nada debe, nada teme y a lo mejor la triste realidad del mundo es que estaba lleno de charlatanes, mentirosos o escorias similares que podían desatar la furia de la mujer en solo unos segundos. Bufó para si misma antes de terminar la jarra y colocarla sobre la barra, era inspirador comenzar la mañana con un poco de alcohol. Al menos el verano era una época del año que disfrutaba, manteniendo una esperanza en que pronto su vida cambiaría de rumbo, estaba realmente cansada de tener que bajar gatos el reloj solo contaba los segundos para que otra señora entrase a pedir que alguien rescate a su pequeño gatito.
Era una mañana aburrida, muy aburrida, a lo mejor pocos se sorprendían al ver a la hermosa Oni rubia que se adentraba a la taberna local o quizás si lo habían hecho pero se ocultaban de solo sentir sus pasos cerca. Una mujer de cuatro metros con un espadón gigantesco y pintas de salvaje no era algo que muchos se atrevieran a molestar. Ingresó al establecimiento dando una patada a la puerta, bostezando y atrayendo las miradas, algo natural en ella pese a que el ver salir a algunos corriendo le hizo chistar con la lengua. No le agradaban los cobardes, más cuando ella no había hecho nada para asustar a alguno de esos bajitos. Se sentó en la barra al cabo de unos segundos, el avance fue lento, sus ojos verdes brillaban como dos faros en la oscuridad del sitio.
—¿Algún rumor nuevo? Hace dos días que no tengo trabajo y eso de bajar gatos de los árboles no es para mí, los bajo y vuelven a subir. Ya te he dicho que es mejor cortar los árboles. No volverán a subirse, no es mi culpa que me olvidase de bajar al gato antes de partir a la mitad el último.—
Expresó con cierto desdén mientras bebía una gran jarra de cerveza, que para ella era un simple vaso pequeño, había estado recorriendo el lugar en busca de trabajos pero todos eran sobre bajar gatos de los árboles. Al otro día volvían a subir y el ciclo se repetía hasta el hartazgo, necesitaba golpear algo, debería haber algún criminal o un ladrón no aceptaba la idea de un lugar tan grande no sucediera nada emocionante. Su espada buscaba un rival, su cuerpo inquieto deseaba algo para pasar el rato, su vida solo tenía la lucha como forma de vida.
—Sabes, a veces es aburrido ser tan grande y no tener nada con lo que entrenar. La mayoría suele salir corriendo al primer golpe, aunque no me sorprende, solo necesitan tiempo para poder acostumbrarse regresarán cuando tengan ganas de probar a una mujer de verdad.—
Comentó en un tono casi reflexivo, encontrar a alguien para entrenar era complicado, la mayoría del tiempo se la pasaba sola y pese a que según ella era una buena persona, sincera, de buen corazón y con ansias de conocer el mundo la gente se quedaba con la impresión de que les cortaría en pedazos. El que nada debe, nada teme y a lo mejor la triste realidad del mundo es que estaba lleno de charlatanes, mentirosos o escorias similares que podían desatar la furia de la mujer en solo unos segundos. Bufó para si misma antes de terminar la jarra y colocarla sobre la barra, era inspirador comenzar la mañana con un poco de alcohol. Al menos el verano era una época del año que disfrutaba, manteniendo una esperanza en que pronto su vida cambiaría de rumbo, estaba realmente cansada de tener que bajar gatos el reloj solo contaba los segundos para que otra señora entrase a pedir que alguien rescate a su pequeño gatito.