Drake Longspan
[...]
12-09-2024, 03:08 AM
Drake Longspan se quedó en silencio por un momento, observando a Bonez mientras hablaba, asimilando cada palabra que salía de su boca. Esclavistas, mercenarios, justicia fuera del alcance de las leyes corruptas… Para el carpintero de Kano aquello pintaba un panorama completamente diferente, y la conversación parecía enturbiarse por momentos. Lo que al principio había parecido un trabajo sucio y peligroso más, ahora empezaba a verse como algo que podría, de alguna forma retorcida, tener sentido. Algo que lo hacía sentirse menos sucio por siquiera considerarlo.
Era un comienzo.
El carpintero agarró su vaso, dándole vueltas al licor que quedaba en el fondo, viendo cómo giraba lentamente, como si aquel movimiento le ayudara a pensar con más claridad. Finalmente, lo bebió de un trago, dejando que el calor del alcohol se extendiera por su pecho. Le dio una extraña sensación de control, una chispa que lo mantenía con los pies en la tierra. La historia de aquel gótico lo había dejado reflexionando, ese tipo no solo era raro por fuera, sino que su vida misma parecía estar marcada por algo mucho más profundo. Una maldición, un destino que no se veía, pero que lo perseguía como una sombra. Drake entendía eso mejor de lo que le gustaría admitir.
— Una maldición... Todos tenemos nuestras maldiciones, compañero. Puede que la tuya sea visible, pero créeme, la mayoría las llevamos por dentro.
Al decir eso, no pudo evitar pensar en sus propias cargas. No era solo la deuda lo que lo hundía, aunque ese fuera el peso más palpable. Era la acumulación de años de errores, de malas decisiones, de perder gente, de ver cómo todo lo que había construido junto a toda su familia se desmoronaba una y otra vez. Como si estuviera atrapado en un ciclo que no podía romper. Su maldición no tenía forma de calavera ni lo hacía ver diferente, pero estaba ahí, arrastrándose bajo su piel, marcando cada paso que daba.
El camarero, por fin, dejó la carne de venado en la mesa junto con varios platos de acompañamientos, y por un momento, el aroma de la comida llenó el aire, dándole una sensación de alivio temporal. Drake Longspan clavó el cuchillo en la carne, en su punto como a el le gustaba, cortando un trozo mientras el hambre, algo que había estado latente, lo golpeaba de golpe. Pero mientras masticaba, sus pensamientos seguían dando vueltas. Esa paz momentánea que le daba la comida no podía tapar el torbellino de pensamientos que lo invadía.
— No me malinterpretes — comentó mientras se llevaba otro trozo de venado a la boca, masticando lentamente, estaba increíblemente bueno. — No soy un héroe ni un sicario, ni pretendo serlo. Pero si esos tipos son lo que dices que son, entonces tal vez romperles algo no sea tan mal negocio después de todo.
Al decirlo, le lanzó una mirada significativa a Bonez. Las dudas que había expresado antes seguían ahí, flotando en el aire, pero la situación, el contexto, le daba una razón para seguir adelante. Era más fácil golpear cuando sabías que la persona al otro lado se lo merecía. De alguna manera, hacía que la violencia tuviera un propósito, o al menos, una justificación.
— Egfso sí — continuó tras tragar el bocado que le impedía vocalizar bien, apoyando el vaso vacío sobre la mesa y luego golpeándose el pecho con su palma — Si vamos a hacer esto, lo hacemos bien. No soy de los que se meten a mitad de un trabajo. Me gusta saber con quién cuento y qué se espera de mí.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y acercándose a Bonez, como si quisiera que sus palabras calaran hondo. Había una seriedad en su mirada que no solía mostrar con facilidad, pero la situación lo requería.
— Así que si no tienes jefe, ¿qué es lo que realmente estás buscando? — preguntó con un tono más bajo, casi desafiante — Porque no creo que todo esto sea solo por cazar esclavistas. No con esa maldición encima.
Drake Longspan dejó que la pregunta se colgara en el aire entre ellos, dejando un silencio incómodo por unos segundos. Sabía que no iba a obtener una respuesta fácil, y en realidad, no estaba seguro de que Bonez tuviera una respuesta clara para eso. Pero la verdad es que tampoco la esperaba. Cada uno tenía su camino, sus sombras, y era fácil ver que Bonez también estaba peleando con las suyas.
El carpintero sonrió, pero no fue una sonrisa sincera. Era más una mueca amarga, una que surgía de la misma amargura con la que solía cargar. Sabía que aquel tipo estaba intentando no dejar que su maldición definiera quién era, pero aquel chico no podía evitar preguntarse si eso no era exactamente lo que ya había pasado, si era tarde para él. Todos querían pensar que eran dueños de su propio destino, que las circunstancias no dictaban quiénes eran. Pero...
¿Cuántas veces se había dicho a sí mismo lo mismo, solo para terminar en el mismo agujero una y otra vez?
Alzó su vaso, aunque esta vez no lo llenó con más licor. No tenía sentido emborracharse más en ese momento, no cuando las cosas estaban empezando a tomar forma.
— A tu salud, Bonez — dijo, alzando el vaso hacia el hombre voodoo — Porque si nuestros caminos se van a cruzar más veces de las que piensas, será mejor que tengamos un buen entendimiento entre nosotros. O al menos bastante dinero.
Hizo un leve gesto con el vaso, sin romper el contacto visual con aquella entidad tan generosa, y luego lo dejó sobre la mesa sin tomar ni una gota. El brindis no era por la bebida, ni siquiera por la comida que tenían delante. Era un gesto simbólico, un reconocimiento de que, por ahora, sus caminos estaban entrelazados. Y, aunque Drake Longspan no confiaba completamente en Bonez, había algo en él que le hacía pensar que, al menos, compartían ciertos valores.
El chico de los brazos largos continuó comiendo en silencio durante unos minutos, dejando que la conversación se asentara en el aire, sin forzar más palabras de las necesarias. Algo le decía que no había contado toda la verdad. Las respuestas vendrían con el tiempo, o tal vez no, pero de una forma u otra, estaba claro que estaban en el mismo barco, o al menos, en la misma dirección.
Mientras tanto, el no dejaría ni los huesos del plato.
Era un comienzo.
El carpintero agarró su vaso, dándole vueltas al licor que quedaba en el fondo, viendo cómo giraba lentamente, como si aquel movimiento le ayudara a pensar con más claridad. Finalmente, lo bebió de un trago, dejando que el calor del alcohol se extendiera por su pecho. Le dio una extraña sensación de control, una chispa que lo mantenía con los pies en la tierra. La historia de aquel gótico lo había dejado reflexionando, ese tipo no solo era raro por fuera, sino que su vida misma parecía estar marcada por algo mucho más profundo. Una maldición, un destino que no se veía, pero que lo perseguía como una sombra. Drake entendía eso mejor de lo que le gustaría admitir.
— Una maldición... Todos tenemos nuestras maldiciones, compañero. Puede que la tuya sea visible, pero créeme, la mayoría las llevamos por dentro.
Al decir eso, no pudo evitar pensar en sus propias cargas. No era solo la deuda lo que lo hundía, aunque ese fuera el peso más palpable. Era la acumulación de años de errores, de malas decisiones, de perder gente, de ver cómo todo lo que había construido junto a toda su familia se desmoronaba una y otra vez. Como si estuviera atrapado en un ciclo que no podía romper. Su maldición no tenía forma de calavera ni lo hacía ver diferente, pero estaba ahí, arrastrándose bajo su piel, marcando cada paso que daba.
El camarero, por fin, dejó la carne de venado en la mesa junto con varios platos de acompañamientos, y por un momento, el aroma de la comida llenó el aire, dándole una sensación de alivio temporal. Drake Longspan clavó el cuchillo en la carne, en su punto como a el le gustaba, cortando un trozo mientras el hambre, algo que había estado latente, lo golpeaba de golpe. Pero mientras masticaba, sus pensamientos seguían dando vueltas. Esa paz momentánea que le daba la comida no podía tapar el torbellino de pensamientos que lo invadía.
— No me malinterpretes — comentó mientras se llevaba otro trozo de venado a la boca, masticando lentamente, estaba increíblemente bueno. — No soy un héroe ni un sicario, ni pretendo serlo. Pero si esos tipos son lo que dices que son, entonces tal vez romperles algo no sea tan mal negocio después de todo.
Al decirlo, le lanzó una mirada significativa a Bonez. Las dudas que había expresado antes seguían ahí, flotando en el aire, pero la situación, el contexto, le daba una razón para seguir adelante. Era más fácil golpear cuando sabías que la persona al otro lado se lo merecía. De alguna manera, hacía que la violencia tuviera un propósito, o al menos, una justificación.
— Egfso sí — continuó tras tragar el bocado que le impedía vocalizar bien, apoyando el vaso vacío sobre la mesa y luego golpeándose el pecho con su palma — Si vamos a hacer esto, lo hacemos bien. No soy de los que se meten a mitad de un trabajo. Me gusta saber con quién cuento y qué se espera de mí.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y acercándose a Bonez, como si quisiera que sus palabras calaran hondo. Había una seriedad en su mirada que no solía mostrar con facilidad, pero la situación lo requería.
— Así que si no tienes jefe, ¿qué es lo que realmente estás buscando? — preguntó con un tono más bajo, casi desafiante — Porque no creo que todo esto sea solo por cazar esclavistas. No con esa maldición encima.
Drake Longspan dejó que la pregunta se colgara en el aire entre ellos, dejando un silencio incómodo por unos segundos. Sabía que no iba a obtener una respuesta fácil, y en realidad, no estaba seguro de que Bonez tuviera una respuesta clara para eso. Pero la verdad es que tampoco la esperaba. Cada uno tenía su camino, sus sombras, y era fácil ver que Bonez también estaba peleando con las suyas.
El carpintero sonrió, pero no fue una sonrisa sincera. Era más una mueca amarga, una que surgía de la misma amargura con la que solía cargar. Sabía que aquel tipo estaba intentando no dejar que su maldición definiera quién era, pero aquel chico no podía evitar preguntarse si eso no era exactamente lo que ya había pasado, si era tarde para él. Todos querían pensar que eran dueños de su propio destino, que las circunstancias no dictaban quiénes eran. Pero...
¿Cuántas veces se había dicho a sí mismo lo mismo, solo para terminar en el mismo agujero una y otra vez?
Alzó su vaso, aunque esta vez no lo llenó con más licor. No tenía sentido emborracharse más en ese momento, no cuando las cosas estaban empezando a tomar forma.
— A tu salud, Bonez — dijo, alzando el vaso hacia el hombre voodoo — Porque si nuestros caminos se van a cruzar más veces de las que piensas, será mejor que tengamos un buen entendimiento entre nosotros. O al menos bastante dinero.
Hizo un leve gesto con el vaso, sin romper el contacto visual con aquella entidad tan generosa, y luego lo dejó sobre la mesa sin tomar ni una gota. El brindis no era por la bebida, ni siquiera por la comida que tenían delante. Era un gesto simbólico, un reconocimiento de que, por ahora, sus caminos estaban entrelazados. Y, aunque Drake Longspan no confiaba completamente en Bonez, había algo en él que le hacía pensar que, al menos, compartían ciertos valores.
El chico de los brazos largos continuó comiendo en silencio durante unos minutos, dejando que la conversación se asentara en el aire, sin forzar más palabras de las necesarias. Algo le decía que no había contado toda la verdad. Las respuestas vendrían con el tiempo, o tal vez no, pero de una forma u otra, estaba claro que estaban en el mismo barco, o al menos, en la misma dirección.
Mientras tanto, el no dejaría ni los huesos del plato.