Balagus
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12-09-2024, 04:26 AM
La recepción de la cena de aquella noche elevó momentáneamente el ánimo de Balagus, y le permitió un instante en el que, si bien no sonrió lo más mínimo, si se golpeó el pecho tres veces con el puño, y luego lo levantó al aire con un grito que, en la lengua antigua de sus antepasados, se usaba como una expresión de júbilo, de festejo, al empezar un gran festín o celebración.
- ¡Gromdar! –
La taberna se detuvo un instante para responder a su grito, con mayor o menor grado de éxito. La mayoría parecían estar tan encantados con la comida, tan borrachos, o simplemente lo suficientemente alegres y distendidos como para aceptarlo como algún tipo de brindis o de deseos de que les aprovechase lo dispuesto.
El patrón también parecía satisfecho, y así se lo hizo saber. Pero en su mirada podía entrever aún aquel brillo delator que le instaba a no relajarse y seguir con el trabajo.
Al ritmo que la gente allí estaba comiendo, no le quedó más remedio. Pronto se acabaron las porciones de cerdo, aprovechadas hasta los límites de lo imaginable, y tuvo que empezar a mezclar con el guiso algunos conejos cazados en los bosques, unos pollos, y, finalmente, pescados salados de la casa. Si tenían suerte, a medida que avanzara la noche, también lo haría el grado de alcohol abrumando los sentidos de los marineros, y no distinguirían mucho lo que se echaban al gaznate. En todo caso, el oni sabía que, cuando la necesidad apretaba, un pequeño toque de ron al estofado le abría el apetito a cualquier marinero.
Pero su animosidad no duró mucho: en uno de sus viajes cargando con más platos, cuencos y fuentes del guiso, pudo distinguir un fragmento de una conversación que le heló la sangre por momentos.
Sentir la mirada del tabernero perforándole la nuca le ayudó a reaccionar. Silver terminó por pasarse por la cocina, mientras su segundo al mando sudaba y luchaba por mantener constante el flujo de comidas. Las palabras que oyó no le relajaron, y el lunarian encubierto lo notó. Tras asentir lentamente, el gigantón se inclinó sobre su compañero y amigo.
- No es una subasta al uso, Silver. Han estado desapareciendo jóvenes y niños, y los balleneros no parecen estar conformes con ella. No la quieren aquí. –
Balagus volvió a asentir con lúgubre severidad a la conclusión de su capitán, y le palmeó suavemente en el hombro, transmitiéndole con aquel sencillo toque que confiaba plenamente en él. Era mucho mejor para planificar y deducir que él, que apenas sí sabía lo que era una subasta por haber formado parte de una tiempo atrás, pero como mercancía.
El trabajo entre los fogones volvió a tragarse su atención, y apenas pudo salir para conseguir algún pedazo más de información. No obstante, si le llamó la atención cómo su capitán conversaba… exhibiendo demasiada comodidad con Katarina. Aquello sí consiguió que amagara una risa entre dientes, antes de acercarse para recoger restos de la mesa.
- Es muy poco chaval para ti, si me preguntas. – Se dirigió a ella con descaro, y apenas si mirándola de refilón, mientras ordenaba platos y cuencos en dos pequeñas torres. – Pero tiene agallas, eso sí te lo puedo asegurar. –
En la cabeza de Balagus, la idea de que, si Silver no conseguía impresionar a la mujer, él tendría que poder hacerlo con sus músculos y su carácter directo. Necesitaba más información sobre la subasta, y la necesitaba urgentemente.
- Algo me dice que respetas la fuerza por encima de cualquier otra cosa. Yo creo que podría superar a cualquiera de tus hombres. Puede que incluso a ti. Y si no… bueno. – Con un discreto movimiento, dejó sobre el plato de la mujer un buen pedazo de cecina, casi del tamaño de una costilla, que se había guardado personalmente para sí, especialmente sazonada y preparada. – Siempre podemos competir en otras categorías. –
Y, sabiendo que había perdido demasiado tiempo en aquel lance, regresó hacia la cocina para continuar su trabajo.
- ¡Gromdar! –
La taberna se detuvo un instante para responder a su grito, con mayor o menor grado de éxito. La mayoría parecían estar tan encantados con la comida, tan borrachos, o simplemente lo suficientemente alegres y distendidos como para aceptarlo como algún tipo de brindis o de deseos de que les aprovechase lo dispuesto.
El patrón también parecía satisfecho, y así se lo hizo saber. Pero en su mirada podía entrever aún aquel brillo delator que le instaba a no relajarse y seguir con el trabajo.
Al ritmo que la gente allí estaba comiendo, no le quedó más remedio. Pronto se acabaron las porciones de cerdo, aprovechadas hasta los límites de lo imaginable, y tuvo que empezar a mezclar con el guiso algunos conejos cazados en los bosques, unos pollos, y, finalmente, pescados salados de la casa. Si tenían suerte, a medida que avanzara la noche, también lo haría el grado de alcohol abrumando los sentidos de los marineros, y no distinguirían mucho lo que se echaban al gaznate. En todo caso, el oni sabía que, cuando la necesidad apretaba, un pequeño toque de ron al estofado le abría el apetito a cualquier marinero.
Pero su animosidad no duró mucho: en uno de sus viajes cargando con más platos, cuencos y fuentes del guiso, pudo distinguir un fragmento de una conversación que le heló la sangre por momentos.
Sentir la mirada del tabernero perforándole la nuca le ayudó a reaccionar. Silver terminó por pasarse por la cocina, mientras su segundo al mando sudaba y luchaba por mantener constante el flujo de comidas. Las palabras que oyó no le relajaron, y el lunarian encubierto lo notó. Tras asentir lentamente, el gigantón se inclinó sobre su compañero y amigo.
- No es una subasta al uso, Silver. Han estado desapareciendo jóvenes y niños, y los balleneros no parecen estar conformes con ella. No la quieren aquí. –
Balagus volvió a asentir con lúgubre severidad a la conclusión de su capitán, y le palmeó suavemente en el hombro, transmitiéndole con aquel sencillo toque que confiaba plenamente en él. Era mucho mejor para planificar y deducir que él, que apenas sí sabía lo que era una subasta por haber formado parte de una tiempo atrás, pero como mercancía.
El trabajo entre los fogones volvió a tragarse su atención, y apenas pudo salir para conseguir algún pedazo más de información. No obstante, si le llamó la atención cómo su capitán conversaba… exhibiendo demasiada comodidad con Katarina. Aquello sí consiguió que amagara una risa entre dientes, antes de acercarse para recoger restos de la mesa.
- Es muy poco chaval para ti, si me preguntas. – Se dirigió a ella con descaro, y apenas si mirándola de refilón, mientras ordenaba platos y cuencos en dos pequeñas torres. – Pero tiene agallas, eso sí te lo puedo asegurar. –
En la cabeza de Balagus, la idea de que, si Silver no conseguía impresionar a la mujer, él tendría que poder hacerlo con sus músculos y su carácter directo. Necesitaba más información sobre la subasta, y la necesitaba urgentemente.
- Algo me dice que respetas la fuerza por encima de cualquier otra cosa. Yo creo que podría superar a cualquiera de tus hombres. Puede que incluso a ti. Y si no… bueno. – Con un discreto movimiento, dejó sobre el plato de la mujer un buen pedazo de cecina, casi del tamaño de una costilla, que se había guardado personalmente para sí, especialmente sazonada y preparada. – Siempre podemos competir en otras categorías. –
Y, sabiendo que había perdido demasiado tiempo en aquel lance, regresó hacia la cocina para continuar su trabajo.