Octojin
El terror blanco
12-09-2024, 12:00 PM
El sonido familiar de una carabina marine llegó a los oídos de Octojin, activando de inmediato sus sentidos. Su instinto le gritaba que la redada había comenzado. El tiburón, que hasta entonces había permanecido en las sombras, oculto a los ojos del mundo, decidió que era el momento. Empezó a moverse con una soltura digna de su raza en el agua, nadando a toda velocidad hacia el barco pirata. Las olas parecían obedecerle mientras cortaba el agua con fluidez, acercándose rápidamente a la embarcación.
Subió por las escaleras y cruzó la pasarela con decisión, sus pies golpeaban la madera del barco creando una gran sonoridad, solo camuflada en parte por los disparos que los marines efectuaban desde su posición. Apenas alcanzó la cubierta, vio el origen de los disparos. Sus compañeros se encontraban parapetados con unas cajas, dos a un lado y tres al otro. El olor a pólvora era fuerte, tanto que lo sentía impregnarse en sus branquias. ¿Era solo de las armas de los marines o había más allí? Su instinto de tiburón se despertó, siempre alerta ante posibles amenazas, y no podía evitar preguntarse si en la carpa se ocultaba algo más que el simple equipo de los piratas.
Tampoco había rastro de la sargento Abbot ni del resto del pelotón. Algo que le dio a entender al escualo que, o bien estaban atacando por otro flanco, o realmente había habido algún problema antes de llegar allí. En cualquier caso, no era algo que él pudiese solucionar, así que se debía limitar a salir de allí con vida e intentar que todos su compañeros estuvieran intactos. Tarea que, por otro lado, no parecía fácil.
No tuvo mucho tiempo para analizar el pensamiento cuando un fuerte golpe resonó a su lado. Un enorme pirata con dos pesas rusas apareció de la nada, lanzando una de ellas directamente hacia la barricada de la derecha, justo en la que él había parado. Octojin vio cómo la madera se hacía trizas, la caja que servía de protección se destrozaba como si fuera papel, y los marines que se refugiaban tras ella salían volando. Los fragmentos de madera llovieron sobre él, clavándose en su piel como pequeños cuchillos. Sintió el calor de su sangre derramarse, pero eso no lo detendría.
Reaccionó rápido, moviéndose entre los escombros mientras el dolor de las astillas que se le habían incrustado lo empujaba a actuar. Sus compañeros estaban heridos. Uno de ellos, inconsciente, yacía en el suelo con una pequeña herida sangrando en su cabeza. Se había llevado la peor parte del golpe. Aunque parecía tener pulso, era imposible que saliese de allí sin ayuda. Los otros humanos dos estaban aturdidos, con astillas clavadas en sus cuerpos también. Octojin se agachó rápidamente, recogiendo a los heridos y juntándolos en un lugar más seguro, lejos del frente.
— Salid de aquí — dijo con voz firme. —. Poned a salvo al recluta herido, y volved después. Yo me encargo mientras.
Lo cierto es que Octojin no era su superior, ni mucho menos. Pero entendió que en ese momento, debía hacerse cargo de la situación. Los humanos estaban confundidos, seguramente fruto del sorprendente golpe, así que se decidió a tomar las riendas. Algo que, si salía mal, tendría repercusiones.
Los dos marines que aún estaban conscientes asintieron con debilidad, pero era evidente que necesitaban atención médica cuanto antes. Mientras tanto, Octojin se volvió hacia el caos en la cubierta, su vista se enfocó en los piratas que ahora atacaban desde ambos lados. Sabía que debía actuar rápido para detener la masacre y proteger a sus compañeros.
Sus ojos se tornaron rojizos, mientras su iris se volvía más pequeño. El olor a sangre mezclado con la pólvora presagiaba que aquello iba a ser difícil. Su instinto más primitivo empezó a aflorar, aunque aún no demasiado. Se tomó el lujo de mirar a su alrededor y relamerse. El campo de batalla ahora le pertenecería. O eso intentaría.
No se podía multiplicar, por lo que decidió quedarse en su zona derecha y rezar porque el resto de marines pudieran defenderse solos. Estratégicamente quizá fuese lo mejor, pero la estrategia no era el punto fuerte del tiburón. Por un lado, él se encontraba solo contra cinco piratas, mientras que los otros dos marines situados en la zona izquierda, tendrían otros cinco también, pero una posición más cómoda y seguro que conseguían derrotar a más de uno desde la distancia.
Así que con un ágil movimiento, el gyojin se lanzó al ataque. No tenía con qué cubrirse, ya que el tipo alto de tez oscura se había cargado la caja que le ayudaría a cubrirse. Y si se iba a la otra, estaría poniendo en peligro a sus dos compañeros marines. Así que la mejor opción era esa. O eso creía él.
Una vez se acercó hasta escasos metros de sus enemigos, fijó su cuerpo y adoptó una pose de kárate. Con la pierna derecha atrás, la espalda completamente recta y los puños preparados, llevó la mirada a los dos primeros enemigos. Al que iba en cabeza la intentó dar un fuerte puñetazo en el pecho con la palma derecha, y al que iba inmediatamente detrás suya hizo lo mismo con la izquierda, cambiando antes el peso del cuerpo sobre la misma pierna y dando un pequeño paso para ganar fuerza.
Aquellos movimientos eran los primeros que te enseñaban en la isla gyojin antes de aprender el Kárate Gyojin. Aún recordaba cómo se pasaba los días dando los pasos y golpes al aire. Pero aquella vez, con suerte, no serían al aire sino a sus enemigos.
Pese a estar preocupado por los marines que tenía a su lado, no giró el rostro. Entendió que mientras siguiese oyendo disparos, estarían vivos. Y aquello le daba tiempo para poder ir a ayudarles después.
Subió por las escaleras y cruzó la pasarela con decisión, sus pies golpeaban la madera del barco creando una gran sonoridad, solo camuflada en parte por los disparos que los marines efectuaban desde su posición. Apenas alcanzó la cubierta, vio el origen de los disparos. Sus compañeros se encontraban parapetados con unas cajas, dos a un lado y tres al otro. El olor a pólvora era fuerte, tanto que lo sentía impregnarse en sus branquias. ¿Era solo de las armas de los marines o había más allí? Su instinto de tiburón se despertó, siempre alerta ante posibles amenazas, y no podía evitar preguntarse si en la carpa se ocultaba algo más que el simple equipo de los piratas.
Tampoco había rastro de la sargento Abbot ni del resto del pelotón. Algo que le dio a entender al escualo que, o bien estaban atacando por otro flanco, o realmente había habido algún problema antes de llegar allí. En cualquier caso, no era algo que él pudiese solucionar, así que se debía limitar a salir de allí con vida e intentar que todos su compañeros estuvieran intactos. Tarea que, por otro lado, no parecía fácil.
No tuvo mucho tiempo para analizar el pensamiento cuando un fuerte golpe resonó a su lado. Un enorme pirata con dos pesas rusas apareció de la nada, lanzando una de ellas directamente hacia la barricada de la derecha, justo en la que él había parado. Octojin vio cómo la madera se hacía trizas, la caja que servía de protección se destrozaba como si fuera papel, y los marines que se refugiaban tras ella salían volando. Los fragmentos de madera llovieron sobre él, clavándose en su piel como pequeños cuchillos. Sintió el calor de su sangre derramarse, pero eso no lo detendría.
Reaccionó rápido, moviéndose entre los escombros mientras el dolor de las astillas que se le habían incrustado lo empujaba a actuar. Sus compañeros estaban heridos. Uno de ellos, inconsciente, yacía en el suelo con una pequeña herida sangrando en su cabeza. Se había llevado la peor parte del golpe. Aunque parecía tener pulso, era imposible que saliese de allí sin ayuda. Los otros humanos dos estaban aturdidos, con astillas clavadas en sus cuerpos también. Octojin se agachó rápidamente, recogiendo a los heridos y juntándolos en un lugar más seguro, lejos del frente.
— Salid de aquí — dijo con voz firme. —. Poned a salvo al recluta herido, y volved después. Yo me encargo mientras.
Lo cierto es que Octojin no era su superior, ni mucho menos. Pero entendió que en ese momento, debía hacerse cargo de la situación. Los humanos estaban confundidos, seguramente fruto del sorprendente golpe, así que se decidió a tomar las riendas. Algo que, si salía mal, tendría repercusiones.
Los dos marines que aún estaban conscientes asintieron con debilidad, pero era evidente que necesitaban atención médica cuanto antes. Mientras tanto, Octojin se volvió hacia el caos en la cubierta, su vista se enfocó en los piratas que ahora atacaban desde ambos lados. Sabía que debía actuar rápido para detener la masacre y proteger a sus compañeros.
Sus ojos se tornaron rojizos, mientras su iris se volvía más pequeño. El olor a sangre mezclado con la pólvora presagiaba que aquello iba a ser difícil. Su instinto más primitivo empezó a aflorar, aunque aún no demasiado. Se tomó el lujo de mirar a su alrededor y relamerse. El campo de batalla ahora le pertenecería. O eso intentaría.
U82001
ÚNICA
Pasiva Racial
Tier 1
No Aprendida
Los tiburones tienen un instinto predador que se agudiza al oler o saborear sangre. Para Octojin, este instinto se manifiesta de manera aún más intensa, alimentando su fuerza y ferocidad en combate cuando está en presencia de sangre fresca. Al ver/oler/saborear sangre en un radio de 40m el Gyojin obtiene un bono de +5 Fuerza y +5 Agilidad. Además, sus ojos se tornan rojos y su iris se vuelve más pequeño.
Consideramos que un enemigo derrama algo de sangre cuando sufra algún estado de Hemorragia o reciba daños cortantes o perforantes.
Consideramos que un enemigo derrama algo de sangre cuando sufra algún estado de Hemorragia o reciba daños cortantes o perforantes.
No se podía multiplicar, por lo que decidió quedarse en su zona derecha y rezar porque el resto de marines pudieran defenderse solos. Estratégicamente quizá fuese lo mejor, pero la estrategia no era el punto fuerte del tiburón. Por un lado, él se encontraba solo contra cinco piratas, mientras que los otros dos marines situados en la zona izquierda, tendrían otros cinco también, pero una posición más cómoda y seguro que conseguían derrotar a más de uno desde la distancia.
Así que con un ágil movimiento, el gyojin se lanzó al ataque. No tenía con qué cubrirse, ya que el tipo alto de tez oscura se había cargado la caja que le ayudaría a cubrirse. Y si se iba a la otra, estaría poniendo en peligro a sus dos compañeros marines. Así que la mejor opción era esa. O eso creía él.
Una vez se acercó hasta escasos metros de sus enemigos, fijó su cuerpo y adoptó una pose de kárate. Con la pierna derecha atrás, la espalda completamente recta y los puños preparados, llevó la mirada a los dos primeros enemigos. Al que iba en cabeza la intentó dar un fuerte puñetazo en el pecho con la palma derecha, y al que iba inmediatamente detrás suya hizo lo mismo con la izquierda, cambiando antes el peso del cuerpo sobre la misma pierna y dando un pequeño paso para ganar fuerza.
Aquellos movimientos eran los primeros que te enseñaban en la isla gyojin antes de aprender el Kárate Gyojin. Aún recordaba cómo se pasaba los días dando los pasos y golpes al aire. Pero aquella vez, con suerte, no serían al aire sino a sus enemigos.
Pese a estar preocupado por los marines que tenía a su lado, no giró el rostro. Entendió que mientras siguiese oyendo disparos, estarían vivos. Y aquello le daba tiempo para poder ir a ayudarles después.