Takahiro
La saeta verde
12-09-2024, 12:49 PM
El Solemnidad Serena surcaba con delicadeza la poca distancia que había entre Loguetown y las marismas de Punta Verde en la que se encontraba la banda pirata del capitán Montazano, tratando en la medida de lo posible no llamar la atención. Aquella situación sacaba de quicio a Takahiro, que dudaba de sobremanera de sus dotes de liderazgo. Sentado sobre un incómodo sillón de la sala de mando del navío, suspiraba cada pocos segundos, observando los informes que le habían entregado. Era una labor que le desagradaba con todas sus fuerzas. Él nunca había sido una persona que estuviera cómoda sentada en un escritorio, nunca se había visto haciendo una labor como aquella, pero allí estaba, irónicamente saltándose la jerarquía de la marina y comandando una expedición de captura y rescate.
«Céntrate, Takahiro. Si sale bien podrás restregárselo en la cara a Camille», pensó para sus adentros, tratando de automotivarse.
El peliverde volvió a suspirar, pero ya tenía más o menos claro entre quienes iba a escoger a los dos miembros restantes de entre los que tenía disponibles. El cuarto miembro de su pequeño escuadrón, sin dar lugar a dudas, iba a ser un soldado llamado Albert, un tirador experto con permiso para llevar armamento de largo alcance. El espadachín detestaba con toda su alma a los artilleros, pero era muy consciente de la ventaja táctica que podía darte tener uno dentro de su equipo. Sólo esperaba que no le disparara por error durante la empresa que se avecinaba. Y en quinto y último lugar, pese a que sabía que podía ser arriesgado, escogió al Soldado Raso Samuil, un sujeto cuya conducta que dictaba mucho de la que se pide de un marine. Según el informe era desobediente, desafiante y muy retador, sin embargo, su experiencia era probable que le fuera de utilidad.
«Creo que así estará bien», pensó, a sabiendas de que había dejado a fuera a personas que podían serle de utilidad.
El tiempo que había estado pensando y barajando opciones se le hizo eterno. Había imaginado en su mente distintas formaciones con las que poder llevar a cabo la misión. ¿Sería la que había escogido la correcta? Era difícil saberlo, mas no podía dudar de su criterio. En su planteamiento no estaba la posibilidad de salir heridos de allí, sin embargo, tenía un mal presentimiento. ¿Y si eran atacados y necesitaban ayuda médica? ¿Y si los que estaban allí atrapados necesitaban asistencia médica? No había pensado en ello hasta ese preciso instante.
—En ese caso… —dijo para sí mismo en voz baja, llevando la cabeza hacia el escritorio, dando un pequeño golpe con la cabeza tras otro para pensar—. Lo mejor es que prescinda de Samuil e incorpore a Jolly o a Hugo —musitó en voz tan baja que podía confundirse con un susurro.
Se encontraban llegando a la zona en la que tenían que desembarcar en bote, cuando tomó la decisión. Había dado la orden de que le dejaran solo y únicamente le avisaran si ocurría algo importante. Una vez ya lo tuvo más o menos claro, llamó a todos a la cubierta del barco.
—Ha sido una decisión complicada, ya que entre todos vosotros hay miembros que tenéis habilidades que puede ser de muchísima utilidad—dijo en voz alta, mostrando mucha seguridad en sus palabras—. Sin embargo, tras leer vuestros expedientes y analizar las habilidades de cada uno, los últimos dos miembros del escuadrón de rescate son: el Soldado Raso Albert, cuyas habilidades a media y larga distancia entiendo que son imprescindibles, y el recluta Hugo, cuyo expediente indica que ha ya ha estado en una misión parecida y, además, también tiene conocimientos médicos de campo por si fuera necesario —hizo una breve pausa, mirando a cada uno de los miembros—. El plan ya lo sabéis: adentrarnos en las marismas y encontrar al batallón del comandante Bryan para ponerlos a salvo. Si tenemos la oportunidad de capturar al capitán Mostazano y su gente lo haremos. Pero es prioridad encontrar en primer lugar a nuestros compañeros, ¿entendido? Así que preparad vuestro inventario, que en poco tiempo empieza la fiesta.
Con el ocaso de la tarde, en una estampa preciosa en la que el sol parecía estar siendo engullido por el inmenso mar del este, el peliverde se subió en un bote de remos y puso rumbo a las marismas. El camino estaba siendo bastante sereno, sin apenas contratiempos, cuando de pronto una explosión agitó el bote de un lado al otro. Aquella detonación procedía del lado derecho del barco. Había sido lejos, pero lo suficiente como para que el pánico cundiera levemente en el bote.
—¡Remad con brío! —alzó la voz Takahiro, mientras le entregaba su den den Mushi a Kovacs—. Virad levemente hacia estribor y luego continuad recto hasta tocar tierra —tras ordenar aquello, el espadachín se posición en la parte trasera del bote, para luego desenfundar a Samidare y a Tenshi por si tuviera que parar algún proyectil—. Yo me encargo de defendernos si se acercan demasiado. Entretanto, Kovacs, dile al Solemnidad Serena que abra fuego de cobertura en dirección al lugar de donde proceden los cañonazos.
Si todo salía bien, llegarían a tierra y podrían comenzar la misión, aunque no con la discreción que hubiera esperado. Una vez desembarcados, trataría de buscar la ruta más corta hacia el faro en el que se encontraba Bryan.
«Céntrate, Takahiro. Si sale bien podrás restregárselo en la cara a Camille», pensó para sus adentros, tratando de automotivarse.
El peliverde volvió a suspirar, pero ya tenía más o menos claro entre quienes iba a escoger a los dos miembros restantes de entre los que tenía disponibles. El cuarto miembro de su pequeño escuadrón, sin dar lugar a dudas, iba a ser un soldado llamado Albert, un tirador experto con permiso para llevar armamento de largo alcance. El espadachín detestaba con toda su alma a los artilleros, pero era muy consciente de la ventaja táctica que podía darte tener uno dentro de su equipo. Sólo esperaba que no le disparara por error durante la empresa que se avecinaba. Y en quinto y último lugar, pese a que sabía que podía ser arriesgado, escogió al Soldado Raso Samuil, un sujeto cuya conducta que dictaba mucho de la que se pide de un marine. Según el informe era desobediente, desafiante y muy retador, sin embargo, su experiencia era probable que le fuera de utilidad.
«Creo que así estará bien», pensó, a sabiendas de que había dejado a fuera a personas que podían serle de utilidad.
El tiempo que había estado pensando y barajando opciones se le hizo eterno. Había imaginado en su mente distintas formaciones con las que poder llevar a cabo la misión. ¿Sería la que había escogido la correcta? Era difícil saberlo, mas no podía dudar de su criterio. En su planteamiento no estaba la posibilidad de salir heridos de allí, sin embargo, tenía un mal presentimiento. ¿Y si eran atacados y necesitaban ayuda médica? ¿Y si los que estaban allí atrapados necesitaban asistencia médica? No había pensado en ello hasta ese preciso instante.
—En ese caso… —dijo para sí mismo en voz baja, llevando la cabeza hacia el escritorio, dando un pequeño golpe con la cabeza tras otro para pensar—. Lo mejor es que prescinda de Samuil e incorpore a Jolly o a Hugo —musitó en voz tan baja que podía confundirse con un susurro.
Se encontraban llegando a la zona en la que tenían que desembarcar en bote, cuando tomó la decisión. Había dado la orden de que le dejaran solo y únicamente le avisaran si ocurría algo importante. Una vez ya lo tuvo más o menos claro, llamó a todos a la cubierta del barco.
—Ha sido una decisión complicada, ya que entre todos vosotros hay miembros que tenéis habilidades que puede ser de muchísima utilidad—dijo en voz alta, mostrando mucha seguridad en sus palabras—. Sin embargo, tras leer vuestros expedientes y analizar las habilidades de cada uno, los últimos dos miembros del escuadrón de rescate son: el Soldado Raso Albert, cuyas habilidades a media y larga distancia entiendo que son imprescindibles, y el recluta Hugo, cuyo expediente indica que ha ya ha estado en una misión parecida y, además, también tiene conocimientos médicos de campo por si fuera necesario —hizo una breve pausa, mirando a cada uno de los miembros—. El plan ya lo sabéis: adentrarnos en las marismas y encontrar al batallón del comandante Bryan para ponerlos a salvo. Si tenemos la oportunidad de capturar al capitán Mostazano y su gente lo haremos. Pero es prioridad encontrar en primer lugar a nuestros compañeros, ¿entendido? Así que preparad vuestro inventario, que en poco tiempo empieza la fiesta.
Con el ocaso de la tarde, en una estampa preciosa en la que el sol parecía estar siendo engullido por el inmenso mar del este, el peliverde se subió en un bote de remos y puso rumbo a las marismas. El camino estaba siendo bastante sereno, sin apenas contratiempos, cuando de pronto una explosión agitó el bote de un lado al otro. Aquella detonación procedía del lado derecho del barco. Había sido lejos, pero lo suficiente como para que el pánico cundiera levemente en el bote.
—¡Remad con brío! —alzó la voz Takahiro, mientras le entregaba su den den Mushi a Kovacs—. Virad levemente hacia estribor y luego continuad recto hasta tocar tierra —tras ordenar aquello, el espadachín se posición en la parte trasera del bote, para luego desenfundar a Samidare y a Tenshi por si tuviera que parar algún proyectil—. Yo me encargo de defendernos si se acercan demasiado. Entretanto, Kovacs, dile al Solemnidad Serena que abra fuego de cobertura en dirección al lugar de donde proceden los cañonazos.
Si todo salía bien, llegarían a tierra y podrían comenzar la misión, aunque no con la discreción que hubiera esperado. Una vez desembarcados, trataría de buscar la ruta más corta hacia el faro en el que se encontraba Bryan.