Byron
Hizashi
12-09-2024, 06:59 PM
Finalmente estaba allí, esperaba llegar más pronto contratando a aquel taxista de mar, pero parecía que quería impresionarlo con sus capacidades al volante, si no, Byron no era capaz de entender el garbeo alocado que había vivido y el como se desviaba para surcar las olas más grandes que basto mar le ofrecía, el viaje que tuvo que durar un día, terminó extendiendo su duración hasta límites insospechados. Aun así, había llegado, y con una cara descompuesta debido al singular viaje, tuvo que agradecer preso de sus propios modales y educación, pero definitivamente esa forma de surcar los mares, no sería repetida por el Solarian en lo que le quedase de vida. Le hizo un gesto amistoso con la mano, y le encendió el cigarro que había puesto en sus labios con las cerillas que solía guardar en su camisa, como gesto de agradecimiento.
Tras aquella despedida carente de significado, Byron posaba sus pies sobre la clara arena de la playa de la isla Kilombo, con su maletín cargado de millones bajo su brazo, y con su nueva espada atada a la cintura. Con un semblante cargado de satisfacción y nostalgia miró el camino que conducía a aquel pueblo que en su momento detestó por su tranquilidad, pero que le había otorgado los encuentros más maravillosos que había tenido el placer de vivir. Ese sentimiento nostálgico inundaba su pecho, al pensar que hoy, volvería a reunirse con Drake y Vesper, y con suerte, si aún no había zarpado, con la magnética Jun, quizás ahora que tenía el dinero para un barco, la podía convencer para convertirse en su camarada.
- Quien me iba a decir a mí que al final te sentiría como mi segunda casa...- Murmuró mientras el atardecer comenzaba a esconderse tras su espalda. - Esto me trae cálidos recuerdos, me pregunto que caras pondrán... Ah, y tengo que tener otra comida con la rubia sin pierna jeje... Bueno, lo primero es lo primero.- Y cargó su maletín sobre el hombro para ponerse en marcha.
El simbólico atardecer que dio comienzo a su nueva vida, ahora se encontraba saludando de nuevo al muchacho, una bonita forma de cerrar el círculo, después de todo, si aquel eterno viaje había servido para llegar con aquella estampa había valido la pena.
Caminó lentamente adentrándose en el pueblo, conocía esas calles, y la extraña sensación de calidez de la llegada al hogar, era claramente visible en el rostro de aquel chico. Poco a poco las luces se abrían paso en su camino, dejando atrás la luz natural al haber terminado su descenso el astro rey. Los rostros conocidos de los comerciantes cerrando sus puestos hasta el siguiente día era algo que lo enternecía de alguna forma, nada había cambiado en aquellos 3 largos meses que Byron había estado fuera recaudando dinero, y aunque no quisiese admitirlo, era algo que le encantaba.
Con la intención de reunirse con sus compañeros avanzaba hacia un destino claro, solo se le ocurría un lugar donde poder encontrar al primero de estos, Drake, en aquella hogareña taberna donde compartieron aquellos bentos de atún. Sonrió para sí, emocionado pensando en la cara que pondría aquel enorme hombre cuando le viese cumplir su promesa, y encima, ganándose una matrícula de honor en su desempeño, pues había logrado más de lo que él mismo pudo imaginar.
Finalmente la noche se hizo totalmente presente con su enorme luna bañando el tranquilo pueblo. Frente al muchacho de cabellos violetas la pequeña puerta de madera carcomida por los años de uso de aquel establecimiento que tanto le había dado. El murmullo que se escuchaba a través de aquellas paredes evidenciaban el ambiente animado de aquella familiar cantina, suspiró envolviéndose de estos, soñando con que Drake allí se encontrase, y con un perfil bajo, con la cabeza semi agachada por no querer mirar, abrió la puerta.
Allí se encontraba, con su gigantesco porte, hablando con un encapuchado en una esquina. No pudo evitar desprender una alegría contagiosa con sus resplandecientes ojos violetas, es más, su rostro cargado de ilusión levantó las miradas del resto de hombres y mujeres que disfrutaban su particular velada en aquel lugar, extrañados como si hubiesen visto a un loco. El muchacho no pudo evitar dejarse llevar, y gritando su nombre, lanzó el maletín a la cabeza de aquel compañero de faena desde la otra punta de la sala.
- ¡DRAAAAAAAAAAAAAKEEEEEEEEEEEEEEEEEEE, CUMPLÍ PERRO!- Dijo fuera de sí.
El objeto golpeó su duro rostro, abriéndose con el impacto, dejando caer unos cuantos billetes por toda la sala cuál confeti festivo, las caras de los allí presentes eran un perfecto ejemplo de estupefacción. Se acercó corriendo, lanzando miradas de pocos amigos a los presentes, dejando claro que, si alguno se atrevía a tocarlo, no dudaría a empuñar el resplandeciente acero que colgaba en su cintura. Parecía haberles quedado claro por su forma de asentir a su mirada.
La tabernera intentó llamar su atención coquetamente mientras Byron se acercaba rápidamente, la apartó con un guiño y un susurro fugaz en su oído "recoge todo y luego nos vemos", sinceramente, no tenía ningún tipo de intención de hacer algo con ella, pero alguien tenía que recoger el desastre que había creado. Sin perder tiempo se puso a su altura, visiblemente feliz, ignorando al hombre junto a él, que debido al impacto del golpe, había visto descubierta su capucha.
- ¡Tenemos para un buen barco Drake! ¡Te dije 14.500.000 berries, pero al final conseguí 26.000.000, no está nada mal! ¿¡Soy brillante verdad!? Venga dilo, díselo a tu capitán gigante sin sesos.- Dijo con una pose orgullosa cruzándose de brazos.
Esperando su respuesta se dio cuanta, no de forma inmediata, pero el rostro de su "acompañante" le resultaba familiar. Afiló la vista, rebuscando en su mente, en sus recuerdos cercanos, el que tenía frente a él, era el psicópata del reino de Oykot. No dudó, y raudo desenvainó su brillante acero, mirándolo fijamente, sin perder de vista ninguno de sus movimientos.
- Tú... ¿qué demonios haces aquí? ¿buscas otra matanza ahora en esta isla?- Masculló mirándole el brazo ya sano, que hacía días le había rajado.- No me hagas volver a hacerlo.
Tras aquella despedida carente de significado, Byron posaba sus pies sobre la clara arena de la playa de la isla Kilombo, con su maletín cargado de millones bajo su brazo, y con su nueva espada atada a la cintura. Con un semblante cargado de satisfacción y nostalgia miró el camino que conducía a aquel pueblo que en su momento detestó por su tranquilidad, pero que le había otorgado los encuentros más maravillosos que había tenido el placer de vivir. Ese sentimiento nostálgico inundaba su pecho, al pensar que hoy, volvería a reunirse con Drake y Vesper, y con suerte, si aún no había zarpado, con la magnética Jun, quizás ahora que tenía el dinero para un barco, la podía convencer para convertirse en su camarada.
- Quien me iba a decir a mí que al final te sentiría como mi segunda casa...- Murmuró mientras el atardecer comenzaba a esconderse tras su espalda. - Esto me trae cálidos recuerdos, me pregunto que caras pondrán... Ah, y tengo que tener otra comida con la rubia sin pierna jeje... Bueno, lo primero es lo primero.- Y cargó su maletín sobre el hombro para ponerse en marcha.
El simbólico atardecer que dio comienzo a su nueva vida, ahora se encontraba saludando de nuevo al muchacho, una bonita forma de cerrar el círculo, después de todo, si aquel eterno viaje había servido para llegar con aquella estampa había valido la pena.
Caminó lentamente adentrándose en el pueblo, conocía esas calles, y la extraña sensación de calidez de la llegada al hogar, era claramente visible en el rostro de aquel chico. Poco a poco las luces se abrían paso en su camino, dejando atrás la luz natural al haber terminado su descenso el astro rey. Los rostros conocidos de los comerciantes cerrando sus puestos hasta el siguiente día era algo que lo enternecía de alguna forma, nada había cambiado en aquellos 3 largos meses que Byron había estado fuera recaudando dinero, y aunque no quisiese admitirlo, era algo que le encantaba.
Con la intención de reunirse con sus compañeros avanzaba hacia un destino claro, solo se le ocurría un lugar donde poder encontrar al primero de estos, Drake, en aquella hogareña taberna donde compartieron aquellos bentos de atún. Sonrió para sí, emocionado pensando en la cara que pondría aquel enorme hombre cuando le viese cumplir su promesa, y encima, ganándose una matrícula de honor en su desempeño, pues había logrado más de lo que él mismo pudo imaginar.
Finalmente la noche se hizo totalmente presente con su enorme luna bañando el tranquilo pueblo. Frente al muchacho de cabellos violetas la pequeña puerta de madera carcomida por los años de uso de aquel establecimiento que tanto le había dado. El murmullo que se escuchaba a través de aquellas paredes evidenciaban el ambiente animado de aquella familiar cantina, suspiró envolviéndose de estos, soñando con que Drake allí se encontrase, y con un perfil bajo, con la cabeza semi agachada por no querer mirar, abrió la puerta.
Allí se encontraba, con su gigantesco porte, hablando con un encapuchado en una esquina. No pudo evitar desprender una alegría contagiosa con sus resplandecientes ojos violetas, es más, su rostro cargado de ilusión levantó las miradas del resto de hombres y mujeres que disfrutaban su particular velada en aquel lugar, extrañados como si hubiesen visto a un loco. El muchacho no pudo evitar dejarse llevar, y gritando su nombre, lanzó el maletín a la cabeza de aquel compañero de faena desde la otra punta de la sala.
- ¡DRAAAAAAAAAAAAAKEEEEEEEEEEEEEEEEEEE, CUMPLÍ PERRO!- Dijo fuera de sí.
El objeto golpeó su duro rostro, abriéndose con el impacto, dejando caer unos cuantos billetes por toda la sala cuál confeti festivo, las caras de los allí presentes eran un perfecto ejemplo de estupefacción. Se acercó corriendo, lanzando miradas de pocos amigos a los presentes, dejando claro que, si alguno se atrevía a tocarlo, no dudaría a empuñar el resplandeciente acero que colgaba en su cintura. Parecía haberles quedado claro por su forma de asentir a su mirada.
La tabernera intentó llamar su atención coquetamente mientras Byron se acercaba rápidamente, la apartó con un guiño y un susurro fugaz en su oído "recoge todo y luego nos vemos", sinceramente, no tenía ningún tipo de intención de hacer algo con ella, pero alguien tenía que recoger el desastre que había creado. Sin perder tiempo se puso a su altura, visiblemente feliz, ignorando al hombre junto a él, que debido al impacto del golpe, había visto descubierta su capucha.
- ¡Tenemos para un buen barco Drake! ¡Te dije 14.500.000 berries, pero al final conseguí 26.000.000, no está nada mal! ¿¡Soy brillante verdad!? Venga dilo, díselo a tu capitán gigante sin sesos.- Dijo con una pose orgullosa cruzándose de brazos.
Esperando su respuesta se dio cuanta, no de forma inmediata, pero el rostro de su "acompañante" le resultaba familiar. Afiló la vista, rebuscando en su mente, en sus recuerdos cercanos, el que tenía frente a él, era el psicópata del reino de Oykot. No dudó, y raudo desenvainó su brillante acero, mirándolo fijamente, sin perder de vista ninguno de sus movimientos.
- Tú... ¿qué demonios haces aquí? ¿buscas otra matanza ahora en esta isla?- Masculló mirándole el brazo ya sano, que hacía días le había rajado.- No me hagas volver a hacerlo.