El ataque contra aquel infernal y diminuto ser terminó en un terrible golpe contra mí mismo - ¡Grrph! – gruñí ante el impacto. La adrenalina y la furia del momento habían provocado que me excediera de entusiasmo y contundencia, olvidando que aún habiendo aplastado y esparcido su sangre por mis escamas, como la de un mosquito, aquel terrible golpe me habría terminado hiriendo a mí también. Antes de ello, El Profanador de Mares quiso reírse un poco más de mí - ¡LO SABES PERFECTAMENTE! – respondí airadamente, alzando la voz más de lo que sería mi tono habitual, pero sin llegar a gritar a pleno pulmón. El daño en mi hombro habría sido un pequeño precio que habría pagado muy gustosamente por su sangre resbalando por las escamas y aquel insecto espachurrado bajo el peso de la venganza, sin embargo consiguió esquivar el golpe. No tardé en perderlo de vista - ¡Eres un incordio-lurk! – pero no tardé en saber exactamente dónde estaba. Una presión tan pequeña como la que ejercía en mis duras escamas me dificultaba identificar su posición con exactitud, pero el zumbido de sus pasos y el dolor de sus golpes ¡en el interior de mi oído! no dejaba lugar a dudas.
-¡Aaaaarg! – grité presa del dolor de sus ataques allí dónde no podía defenderme. A pesar de su corto tamaño, tenía unos buenos pulmones y el grito reverberando una y otra vez contra la membrana timpánica era muy molesto. Rápidamente me llevé la mano a la oreja para cerrar la única salida posible que tenía. Con la otra, me tapé la nariz, inspiré profundamente para llenar los pulmones al máximo, apreté los labios con firmeza y traté de expulsar todo el aire inspirado por la nariz en una exhalación violenta. El aire, que no tendría por dónde salir, lo haría por los oídos. Aquello era una práctica muy habitual para desentaponar los oídos cuando aumentaba o disminuía la presión. Confiaba en que una vez más, la diferencia de tamaño y envergadura jugara a mi favor y el aire expulsado sacara al Contaminador de Océanos de mi interior. En cuanto saliera, con la misma mano que había tapado la oreja en la que se encontraba, le propinaría un potente golpe diagonal descendente, para lanzarlo contra la pared del acantilado en lugar de contra el suelo del mismo donde había estado antes. Una vez fuera de mi oído, estaría presa de la gravedad y en caída libre, por lo que esquivar sería difícil. Confiaba en que el ataque y posterior golpe terminaran de acabar con aquel desgraciado ser o que cayera al mar y fuera comida para alguno de mis compañeros marinos, aunque su pequeño tamaño nuevamente le facilitaría quedarse en cualquier pequeño saliente de la superficie irregular de la roca. En cualquier caso, de ser así no tendría dónde escapar tampoco.
-¡Aaaaarg! – grité presa del dolor de sus ataques allí dónde no podía defenderme. A pesar de su corto tamaño, tenía unos buenos pulmones y el grito reverberando una y otra vez contra la membrana timpánica era muy molesto. Rápidamente me llevé la mano a la oreja para cerrar la única salida posible que tenía. Con la otra, me tapé la nariz, inspiré profundamente para llenar los pulmones al máximo, apreté los labios con firmeza y traté de expulsar todo el aire inspirado por la nariz en una exhalación violenta. El aire, que no tendría por dónde salir, lo haría por los oídos. Aquello era una práctica muy habitual para desentaponar los oídos cuando aumentaba o disminuía la presión. Confiaba en que una vez más, la diferencia de tamaño y envergadura jugara a mi favor y el aire expulsado sacara al Contaminador de Océanos de mi interior. En cuanto saliera, con la misma mano que había tapado la oreja en la que se encontraba, le propinaría un potente golpe diagonal descendente, para lanzarlo contra la pared del acantilado en lugar de contra el suelo del mismo donde había estado antes. Una vez fuera de mi oído, estaría presa de la gravedad y en caída libre, por lo que esquivar sería difícil. Confiaba en que el ataque y posterior golpe terminaran de acabar con aquel desgraciado ser o que cayera al mar y fuera comida para alguno de mis compañeros marinos, aunque su pequeño tamaño nuevamente le facilitaría quedarse en cualquier pequeño saliente de la superficie irregular de la roca. En cualquier caso, de ser así no tendría dónde escapar tampoco.