Umibozu
El Naufragio
13-09-2024, 03:08 PM
Profanador de Mares salió de mi oído. Lo pude sentir al notar como la presión se aliviaba y el aire inicialmente obstruido y comprimido fluía raudo y ligero. La sensación era la misma que al estornudar y arrojar a gran velocidad un gran moco seco por la nariz. De repente sentías como podías respirar sin problemas y con una ligereza que difícilmente conseguías unos instantes antes. Aquel era un buen símil, pues aquel ser bien podía considerarse un molesto moco debido a su tamaño y comportamiento. No era más que un simple insecto molesto que no tenía nada más que hacer en la vida que incordiar. Apenas sentí el impacto contra su diminuto cuerpo, pero sí pude verlo salir volando como un misil contra la pared del acantilado tras mi golpe. Me agarré ambas manos entrelazando los dedos y las llevé por encima de mi hombro derecho agitándolas en señal de victoria y felicidad, como el bateador que acaba de hacer un home run y se felicita por ello. El oído todavía continuaba zumbando e intuía que aún seguiría así un rato más. Ya comenzaba a acusar los estragos del combate contra el ser del averno. ¿Qué esperaba? ¿Qué el infierno me arrojara a un ser mediocre?
Me agaché ligeramente para alumbrar y comprobar que aquel insecto infernal había muerto de una vez por todas. Ya había subestimado una vez su resistencia y capacidad, pero no me pasaría una segunda vez. No lo daría por muerto hasta que no viera su cadáver inerte frente a mí. Y aún así, comprobaría que no era un embuste; una treta típica de tales seres desconfiables. El impacto había generado una pequeña grieta en la pared. No tenía claro con certeza el lugar exacto, ¡maldita sea! ¿por qué tenía que ser tan pequeño?, pero si aproximado. Al agacharme, unos instantes más tarde, pasó lo que ya adivinaba que pasaría. Apenas vi un ser diminuto saltando contra mi cabeza. ¡No iba a caer dos veces en la misma trampa! Más bien sería al revés. Sin embargo, el Contaminador de Océanos voló esta vez mucho más rápido que la vez anterior - ¡Por las ancas de mi tía! ¡Aún le quedan trucos en la manga! – por lo que a pesar de retirar la cabeza para ganar distancia me golpeó. Pero esta vez lo hizo donde cualquier presa, carente de neuronas complejas, lo haría. Se dirigió justo al apéndice bioluminiscente de mi antena. No voy a mentir, el golpe dolió. Y aunque lo esperaba, aquello resultó ser el detonador de la auténtica furia que mi enorme cuerpo podía albergar - ¡¡¡YA ESTO HARTO DE TI!!! – rugí fiero a pleno pulmón. Sentí liberar una gran presión de mi cuerpo, proyectándose al entorno. En aquel instante, fugaz, a penas una ínfima fracción de segundo, me sentí vacío internamente, como si acabase de liberar por completo mi ser. Furia, voluntad, desesperación, rabia, dolor. Todo salió a la vez en un tsunami que arrasaría con todo a su paso. No fue más que un instante. Tras él quedaba una extraña sensación de tranquilidad y cansancio. La misma que quedaba después caer casi extenuado tras un último gran esfuerzo final en una carrera. Y del mismo modo que al sacar el agua de la arena, inmediatamente y de forma automática, mi ser regresó.
El instinto de depredador marino hizo que capturase con la mano derecha a mi rival, que ya caía al mar presa de la gravedad. Lo hice con fuerza, haciendo presión con toda la mano, evitando que pudiera escapar. Tampoco quería que pudiera moverse. Quería aplastarlo como el insecto despreciable y molesto que era. En el mismo movimiento, tras apresarlo, lo lancé al interior de la boca, al extremo final derecho y la cerré buscando masticarlo una única vez antes de tragar y poner fin a aquella pesadilla. Ya había durado suficiente.
Tras aquello, deglutí tragando así al Profanador de Mares; al Contaminador de Océanos; al ser infernal. Justo en aquel momento, la música infernal del pueblo dejó de sonar, queriendo así acompañar al fin de la titánica y epopéyica batalla. Y con el silencio de la música, también llegaría el del que era conocido como El Largo… ¿O quizás no?
Me agaché ligeramente para alumbrar y comprobar que aquel insecto infernal había muerto de una vez por todas. Ya había subestimado una vez su resistencia y capacidad, pero no me pasaría una segunda vez. No lo daría por muerto hasta que no viera su cadáver inerte frente a mí. Y aún así, comprobaría que no era un embuste; una treta típica de tales seres desconfiables. El impacto había generado una pequeña grieta en la pared. No tenía claro con certeza el lugar exacto, ¡maldita sea! ¿por qué tenía que ser tan pequeño?, pero si aproximado. Al agacharme, unos instantes más tarde, pasó lo que ya adivinaba que pasaría. Apenas vi un ser diminuto saltando contra mi cabeza. ¡No iba a caer dos veces en la misma trampa! Más bien sería al revés. Sin embargo, el Contaminador de Océanos voló esta vez mucho más rápido que la vez anterior - ¡Por las ancas de mi tía! ¡Aún le quedan trucos en la manga! – por lo que a pesar de retirar la cabeza para ganar distancia me golpeó. Pero esta vez lo hizo donde cualquier presa, carente de neuronas complejas, lo haría. Se dirigió justo al apéndice bioluminiscente de mi antena. No voy a mentir, el golpe dolió. Y aunque lo esperaba, aquello resultó ser el detonador de la auténtica furia que mi enorme cuerpo podía albergar - ¡¡¡YA ESTO HARTO DE TI!!! – rugí fiero a pleno pulmón. Sentí liberar una gran presión de mi cuerpo, proyectándose al entorno. En aquel instante, fugaz, a penas una ínfima fracción de segundo, me sentí vacío internamente, como si acabase de liberar por completo mi ser. Furia, voluntad, desesperación, rabia, dolor. Todo salió a la vez en un tsunami que arrasaría con todo a su paso. No fue más que un instante. Tras él quedaba una extraña sensación de tranquilidad y cansancio. La misma que quedaba después caer casi extenuado tras un último gran esfuerzo final en una carrera. Y del mismo modo que al sacar el agua de la arena, inmediatamente y de forma automática, mi ser regresó.
El instinto de depredador marino hizo que capturase con la mano derecha a mi rival, que ya caía al mar presa de la gravedad. Lo hice con fuerza, haciendo presión con toda la mano, evitando que pudiera escapar. Tampoco quería que pudiera moverse. Quería aplastarlo como el insecto despreciable y molesto que era. En el mismo movimiento, tras apresarlo, lo lancé al interior de la boca, al extremo final derecho y la cerré buscando masticarlo una única vez antes de tragar y poner fin a aquella pesadilla. Ya había durado suficiente.
Tras aquello, deglutí tragando así al Profanador de Mares; al Contaminador de Océanos; al ser infernal. Justo en aquel momento, la música infernal del pueblo dejó de sonar, queriendo así acompañar al fin de la titánica y epopéyica batalla. Y con el silencio de la música, también llegaría el del que era conocido como El Largo… ¿O quizás no?