Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
13-09-2024, 04:38 PM
~ Villa Shimotsuku, Isla DemonTooth.
~ Día 9 de Primavera, Año 723.
Prólogo.
En la primavera del año pasado, al comienzo de esta. La marina ofreció a un cierto número de voluntarios un viaje hasta Isla DemonTooth donde pudiésemos ser instruidos en el noble arte que se impartía en sus dojos. Aunque fuera una isla independiente, parecía que el dinero de la marina para entrenar a sus efectivos no parecía ser impedimento para decantarse hacia el bando militar. Me enteré de tal actividad un par de días antes de que el barco zarpase, creí que podría ser positivo tanto para mí como para el resto de reclutas, perfeccionar nuestra destreza en combate, por ello, alisté mi nombre en el cuadrante de marines y esperé a que el día de zarpar llegase.
En aras de descubrir que tipo de artes campan a lo largo y ancho de este mundo, en el barco fui haciendo algunas conjeturas de todas las variedades que podían esconderse en cada isla. Pude escuchar entre el personal del barco, que la isla a la que nos dirigíamos gozaba de dos dojos muy reconocidos en el East Blue, el Jigoku no Ashi y Jigoku no Tsuno, los primeros, expertos en el combate cuerpo a cuerpo utilizando las piernas, y el segundo, en la utilización de filos. Sin embargo, la instrucción se basaría en un simple encuentro entre combatientes a un asalto ¿Me tocaría disputar el que me correspondiera con algún alumno de esos dojos? Quizá por afinidad, los del Jigoku no Ashi podrían suponerme un duelo más enriquecedor.
Choque de contrastes.
En la llegada al puerto de la Villa Shimotsuku, nos dirigimos hacia el norte donde se encontraba la misma, pero a las afueras de esta, habían preparado una enorme explanada, recortado la hierba, levantado algunas rocas y adecuando al espacio para esa especie de evento improvisado que La Marina organizaba junto a la villa. En mi condición de soldado raso, era uno más del pelotón, si no fuera por las canas y arrugas que me definían, por qué el resto de compañeros y compañeras, no superaban la veintena de años. Lo que iba a ser la arena de combate, era al fin y al cabo un círculo perfecto de unos 30 metros con la hierba recortada y atusada. Fuera del círculo, a una distancia prudencial de unos 3 metros, algunos curiosos se agolpaban y otros esperaban su turno.
Los combates iniciaron, y uno a uno los marines probaban a los voluntarios a entrenar sus artes contra ellos y viceversa. Vi a algunos del dojo que prefería que me tocase, y presentaba una destreza única con sus piernas. Uno a uno, fueron sucediendo hasta que llegó mi turno. El oficial del pelotón, al cual sobrepasaba por algunos años, dijo mi nombre y me interné en aquel círculo verde mientras calentaba mis muñecas, dedos y hombros, hasta una de las marcas que me correspondía al centro, la cual, sobre el eje que le correspondía, estaba separada de la otra a 10 metros, siendo en esta donde mi contrincante se debería de situar para iniciar el entrenamiento ¿Con quién tendría el gusto de poner a prueba mis capacidades?