Asradi
Völva
13-09-2024, 07:39 PM
Ahora mismo la atención de Asradi estaba puesta única y exclusivamente en el tendero y dueño del establecimiento y, por supuesto, en la magnífica espada que había birlado y por la que, ahora, pretendía sacar una buena tajada de dinero. Considerando que no tenía mucha idea de esas cosas y que sus finanzas eran más bien las justas, se conformaba con un buen precio que le llamase la atención. Aunque, por supuesto, intentaría siempre sacar más tajada, de ser posible. Sí que era verdad que había atisbado que no estaba sola. Es decir, había un par de clientes rondando por el interior, pero ella ni les había hecho caso. No más allá de una frugal mirada.
El comerciante se aproximó, ajustándose las gafas mientras contemplaba el arma que, muy alegremente, la chica de cabellera oscura le había puesto sobre el mostrador de madera. El arma de filo era de una belleza considerable. Custodiada en una funda de color zafiro y, una vez fuera de la misma, presumiendo de aquel acero templado de excelente manufactura, así como otros detalles que evidenciaban que se trataba de una espada de bastante calidad.
Asradi sonrió ya imaginándose la buena cantidad que podría sacar por aquello. Y era una sonrisa no solo encantadora, sino también afilada. Le gustaba el dinero, sí. Sobre todo en su bolsillo, aunque nunca se dedicaría a robarlo como tal. Bueno, quizás sí. Pero sobre todo a eses imbéciles a los que les sobraban los berries y se dedicaban a maltratar al resto del personal. O a los que no tenían tanta suerte en la vida.
— Pues te daría...
La voz del hombre la sacó de sus pensamientos haciendo que, ahora, prestase todavía mucha más atención. ¿Interesada? Sí, a ver... Se trataba de su economía. La comida no era gratis (bueno, a veces sí) y a veces tener un poco de desahogo monetario no estaba demás. Pero alguien más, al parecer interesado en la espada, decidió interrumpirles.
La risita que había cortado la frase del mayor hizo que Asradi enarcase ligeramente una ceja y, por ende, se fijase en el tipo en cuestión. Por favor, que no se hubiese topado con un loco. Otro más no. Contó mentalmente hasta diez hasta que su mirada se topó, directamente, con la del chico de cabellera clara.
— ¿Ah, sí? — Se hubiese cruzado de hombros, pero se había puesto un poco a la defensiva. Si el otro había dicho que le interesaba, estaría dispuesta a escuchar si tenía dinero suficiente para ofrecer. Porque, obviamente, no la iba a dar así de gratis.
Antes les arrancaba las manos a mordiscos a todos los presentes.
— ¿De verdad? — Una sonrisa encantadora, y falsa esta vez, se dibujó en los preciosos y sonrosados labios de la sirena. Se acomodó hasta quedar frente a frente con el chico. Los ojos azules de ella clavándose en los violáceos contrarios. Se llevó una mano al cabello, jugando primorosamente con algunos mechones. — ¿Cuánto estás dispuesto tú a ofrecer? Escucho ofertas.
Su piel, ligeramente tostada, era una pura delicia, así como aquellos labios carnosos que se curvaban en aquella sonrisa que, ahora mismo, le dedicaba única y exclusivamente a él. Un afortunado, dirían algunos.
— Seguro que un caballero como tú ofrecería una sustanciosa cantidad. — Era terriblemente manipuladora cuando se lo proponía.
Así era la supervivencia.
El comerciante se aproximó, ajustándose las gafas mientras contemplaba el arma que, muy alegremente, la chica de cabellera oscura le había puesto sobre el mostrador de madera. El arma de filo era de una belleza considerable. Custodiada en una funda de color zafiro y, una vez fuera de la misma, presumiendo de aquel acero templado de excelente manufactura, así como otros detalles que evidenciaban que se trataba de una espada de bastante calidad.
Asradi sonrió ya imaginándose la buena cantidad que podría sacar por aquello. Y era una sonrisa no solo encantadora, sino también afilada. Le gustaba el dinero, sí. Sobre todo en su bolsillo, aunque nunca se dedicaría a robarlo como tal. Bueno, quizás sí. Pero sobre todo a eses imbéciles a los que les sobraban los berries y se dedicaban a maltratar al resto del personal. O a los que no tenían tanta suerte en la vida.
— Pues te daría...
La voz del hombre la sacó de sus pensamientos haciendo que, ahora, prestase todavía mucha más atención. ¿Interesada? Sí, a ver... Se trataba de su economía. La comida no era gratis (bueno, a veces sí) y a veces tener un poco de desahogo monetario no estaba demás. Pero alguien más, al parecer interesado en la espada, decidió interrumpirles.
La risita que había cortado la frase del mayor hizo que Asradi enarcase ligeramente una ceja y, por ende, se fijase en el tipo en cuestión. Por favor, que no se hubiese topado con un loco. Otro más no. Contó mentalmente hasta diez hasta que su mirada se topó, directamente, con la del chico de cabellera clara.
— ¿Ah, sí? — Se hubiese cruzado de hombros, pero se había puesto un poco a la defensiva. Si el otro había dicho que le interesaba, estaría dispuesta a escuchar si tenía dinero suficiente para ofrecer. Porque, obviamente, no la iba a dar así de gratis.
Antes les arrancaba las manos a mordiscos a todos los presentes.
— ¿De verdad? — Una sonrisa encantadora, y falsa esta vez, se dibujó en los preciosos y sonrosados labios de la sirena. Se acomodó hasta quedar frente a frente con el chico. Los ojos azules de ella clavándose en los violáceos contrarios. Se llevó una mano al cabello, jugando primorosamente con algunos mechones. — ¿Cuánto estás dispuesto tú a ofrecer? Escucho ofertas.
Su piel, ligeramente tostada, era una pura delicia, así como aquellos labios carnosos que se curvaban en aquella sonrisa que, ahora mismo, le dedicaba única y exclusivamente a él. Un afortunado, dirían algunos.
— Seguro que un caballero como tú ofrecería una sustanciosa cantidad. — Era terriblemente manipuladora cuando se lo proponía.
Así era la supervivencia.