Shiro
Ninguno
14-09-2024, 12:20 AM
Shiro deambulaba de un lado a otro con una sonrisa en el rostro mientras observaba a sus nakamas pulular por la cubierta del barco. El joven espadachín acababa de terminar su tarea en la cocina y se dispuso a descansar después de todo el rato que se había tirado cocinando las provisiones para todos. Uno no sabe el rato que se tarda en preparar la comida para siete personas hasta que no se pone a hacerlo… y más, si una de ellas era una daimink de cinco metros obsesionada con la comida. Desde luego había sido todo un reto para las dotes culinarias de Shiro, pero al menos el joven sentía que tanto esfuerzo había conseguido ir puliendo poco a poco sus habilidades en los fogones.
- Lance, Gretta, Goku y Qazan. Preparaos para empezar a recoger las velas poco a poco, necesitamos empezar a aminorar - gritó Juuken, llamando la atención de parte de la tripulación.
Obviamente Shiro siempre que podía se escaqueaba de hacer cualquier tarea que no tuviese que ver con la cocina, bastante trabaja ahí mientras el resto no hacía nada, por lo que simplemente se dirigió a uno de los laterales del barco y se sentó en unas cajas junto a la borda mientras sacaba un cigarrillo para relajarse.
Los chicos, a su manera, no tardaron en seguir la órdenes de Juuken y tras unos minutos de trabajo, el barco estaba listo para desembarcar en la Isla Momobami. Esta vez el motivo del viaje no era otro que investigar una misteriosa cueva que según los rumores había aparecido en el lugar, por lo que siguiendo el afán aventurero del capitán habían terminado la gran mayoría de la banda arrastrados hasta aquí.
Shiro apuró las últimas caladas de su cigarro y se marchó a su camarote a toda prisa. Agarró todo lo que creía que le pudiese hacer falta y en apenas unos minutos volvía a estar en cubierta junto al resto de la banda listo para explorar su nuevo destino.
Según los rumores, la cueva que tenían que encontrar se encontraba junto a la imponente montaña que coronaba el lugar, por lo que tras unas horas luchando con la flora autóctona consiguieron vislumbrar su destino. Por suerte los chicos llevaban consigo a Gretta, la cual, gracias a su voluminoso cuerpo, fue abriendo hueco para el resto. El avance quizás no era el más rápido, aunque sí el más seguro.
Al llegar a la entrada de la cueva Shiro pudo ver como unos extraños grabados que llamaron su atención en los bordes de la entrada, aunque parecía que nadie en el grupo sabía descifrarlos y el peliblanco tuvo que quedarse con las ganas de saber lo que ponía. Se acercó a ellos con intención de tocarlos, cuando fue interrumpido por un fuerte temblor que recorrió la isla. El espadachín sobresaltado adoptó un pose de defensa mientras desenvainaba una de sus armas por mero acto reflejo, aunque tras los segundos que duró el seísmo su atención se centró en la entrada de la cueva y en cómo esta se transformaba.
-¿Pero qué brujería es esa? - pensó sorprendido al ver cómo se formaban unas escaleras blanquecinas que se formaban hacia el interior de la cueva como si de un pozo se tratase.
Antes de que el joven pudiese hacer algún comentario a sus nakamas al respecto estos se encontraban ya adentrándose, por lo que no queriendo quedarse atrás se apresuró y entró tras ellos con sumo cuidado, dando pequeños pasos para no resbalarse por los escalones… cuando algo crujió y los peldaños bajo sus pies cedieron haciéndoles caer hacia la negrura.