Balagus
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14-09-2024, 12:41 AM
Haber sido rechazado con esa gratuidad no molestó a Balagus en absoluto, es más, le hizo reír entre dientes con cierta satisfacción mientras volvía con sus labores de cocina. No se solían ver mujeres como aquella Katarina por el mundo, y el oni agradecía cada pequeña oportunidad de acercarse y conocer a cada una con las que se encontraba.
El trabajo se fue transformando a medida que pasaban las horas de la noche: cada vez salía menos comida, y entraban más platos vacíos y restos. Desde que había entrado a trabajar en aquella cocina, el gigantón apenas se había encontrado comida en los platos antes de limpiarlos, pero aquella vez fue aún más exagerado: todos los huesos y tendones estaban tan limpios y desprovistos de carne o tuétano, que más que seres humanos, parecía que allí hubiera parado a aprovisionarse un enjambre de insectos hambrientos.
Ya había recogido toda la basura de la cena, limpiado la cocina, y recogido una parte del establecimiento con Silver, cuando Jacob les informó de que su jornada había terminado, y de que sacaran la basura antes de marcharse. Nadie más quedaba en la taberna salvo el dueño, los dos empleados… y Katarina. El oni entrecerró los ojos en una desconfiada y desafiante mirada hacia la mujer, mientras apretaba el puño con fuerza.
Tomando su hacha y sus brazales de combate de la trastienda, se echó la basura al hombro, y salió del lugar junto a su capitán sin mediar palabra o despedida. Aunque Balagus desconfiaba de quien se guardaba información de una forma tan descarada, no le molestaba como lo hacía que le mintieran o engañaran. Dependiendo de la ocasión, un jefe podía incluso hacerlo para proteger a su gente y a sus guerreros.
Eso claro, suponiendo que Jacob pudiera ser considerado “jefe” de algún tipo.
- También podríamos volver ahí dentro y partirles los brazos y las piernas a esos dos hasta que nos digan lo que queremos saber. – Replicó Balagus, sin esconder su malestar con la situación, ya habiendo dejado atrás la taberna y la basura. – Pero supongo que tendremos que optar por la opción menos divertida, como de costumbre. -
Aunque su comentario parecía ir cargado de reproche, su tono de voz, más relajado por momentos, y un leve empujón de sus nudillos sobre el hombro del capitán, equivalente a un puñetazo amistoso humano, evidenciaban una camaradería que Balagus sólo sentía junto aquel hombre, y que nadie más había visto.
Se había percatado de su tensión en la taberna, de lo poco que le había gustado haber sido echado a un lado por la mujer, y de cómo había ido agravándose con la actitud del tabernero. Lo que menos necesitaba el corpulento guerrero era tener a alguien con su mismo estado de ánimo a su lado. Necesitaban compensarse, equilibrarse el uno con el otro.
Con un sonoro crujido, se acomodó el cuello y los hombros, y se ajustó los brazales a las muñecas. Si había que pelear, sería mejor romper huesos con las manos, que cortar cabezas con el hacha. Justo detrás de Silver, Balagus siguió a su compañero en busca de la información que necesitaban, pero no sin llevarse a la boca algunos pedazos de carne que había conseguido escamotear de la cena, y que había guardado celosamente en una bolsita personal.
El trabajo se fue transformando a medida que pasaban las horas de la noche: cada vez salía menos comida, y entraban más platos vacíos y restos. Desde que había entrado a trabajar en aquella cocina, el gigantón apenas se había encontrado comida en los platos antes de limpiarlos, pero aquella vez fue aún más exagerado: todos los huesos y tendones estaban tan limpios y desprovistos de carne o tuétano, que más que seres humanos, parecía que allí hubiera parado a aprovisionarse un enjambre de insectos hambrientos.
Ya había recogido toda la basura de la cena, limpiado la cocina, y recogido una parte del establecimiento con Silver, cuando Jacob les informó de que su jornada había terminado, y de que sacaran la basura antes de marcharse. Nadie más quedaba en la taberna salvo el dueño, los dos empleados… y Katarina. El oni entrecerró los ojos en una desconfiada y desafiante mirada hacia la mujer, mientras apretaba el puño con fuerza.
Tomando su hacha y sus brazales de combate de la trastienda, se echó la basura al hombro, y salió del lugar junto a su capitán sin mediar palabra o despedida. Aunque Balagus desconfiaba de quien se guardaba información de una forma tan descarada, no le molestaba como lo hacía que le mintieran o engañaran. Dependiendo de la ocasión, un jefe podía incluso hacerlo para proteger a su gente y a sus guerreros.
Eso claro, suponiendo que Jacob pudiera ser considerado “jefe” de algún tipo.
- También podríamos volver ahí dentro y partirles los brazos y las piernas a esos dos hasta que nos digan lo que queremos saber. – Replicó Balagus, sin esconder su malestar con la situación, ya habiendo dejado atrás la taberna y la basura. – Pero supongo que tendremos que optar por la opción menos divertida, como de costumbre. -
Aunque su comentario parecía ir cargado de reproche, su tono de voz, más relajado por momentos, y un leve empujón de sus nudillos sobre el hombro del capitán, equivalente a un puñetazo amistoso humano, evidenciaban una camaradería que Balagus sólo sentía junto aquel hombre, y que nadie más había visto.
Se había percatado de su tensión en la taberna, de lo poco que le había gustado haber sido echado a un lado por la mujer, y de cómo había ido agravándose con la actitud del tabernero. Lo que menos necesitaba el corpulento guerrero era tener a alguien con su mismo estado de ánimo a su lado. Necesitaban compensarse, equilibrarse el uno con el otro.
Con un sonoro crujido, se acomodó el cuello y los hombros, y se ajustó los brazales a las muñecas. Si había que pelear, sería mejor romper huesos con las manos, que cortar cabezas con el hacha. Justo detrás de Silver, Balagus siguió a su compañero en busca de la información que necesitaban, pero no sin llevarse a la boca algunos pedazos de carne que había conseguido escamotear de la cena, y que había guardado celosamente en una bolsita personal.