Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] Encuentros inesperados [Reunión de los Piratas Hizashi]
Jun Gunslinger
Nagaredama
Durante los últimos cuatro días, el mundo de Jun había sido consumido por una horrorosa pesadilla.

Aunque de por sí la joven se la pasaba jugando a rozar el abismo del caos, disfrutando de la adrenalina y el peligro, esta vez la vida la sorprendió dando un vuelco brutal y repentino, dejándola en un estado de confusión y desesperación del que parecía imposible escapar. El control, algo que siempre creyó tener bien agarrado de las riendas, se le escurrió entre los dedos como fina arena.

Tras haber recibido la peor noticia del mundo, Jun entró en un pánico constante de no saber que hacer. Se sentía paralizada, completamente inútil. La ansiedad la debilitaba, la impotencia la consumía y marchitaba por dentro. 

Todo había comenzado unos pocos días atrás, justo cuando parecía que la vida finalmente le daba una tregua y empezaba a sonreírle. En vez de eso, la tragedia pateó la puerta como un ariete y entró sin avisar. Juri, su mejor amiga, la persona más importante para ella, cayó repentinamente en un estado comatoso tras esa estúpida incursión fallida en la base de la Marina. No hubo advertencias, ni heridas visibles, ni un enemigo a quien culpar. Nada tenía que ver el Sargento Lovecraft, por mucho que Jun deseara hacerle responsable del accidente. Un momento Juri estaba bien, brillante y locuaz como siempre, y al siguiente, su cuerpo había colapsado en el suelo, inerte, sin mostrar señales de vida, como si algo invisible y maligno le hubiera arrebatado el aliento. Aquella desgracia fue tan repentina e inexplicable como desgarradora. A pesar de todos los intentos por traerla de vuelta, su amiga permanecía atrapada en un sueño profundo del que nadie, ni siquiera los mejores doctores de la isla, podían despertarla.

Jun se esforzaba por comprender lo que había sucedido, aunque en vano, y esa falta de respuestas la volvía loca. La quietud, algo que normalmente detestaba, se había apoderado de ella y la mantenía presa, encadenada a la desesperación. La impotencia le ardía como una bala incrustada en la carne que no lograba arrancarse. Sus sueños se desmoronaban ante ella como un frágil castillo de naipes. Todo lo que habían planeado, la promesa de surcar los mares y desatarse en una vida de aventuras y libertad junto a su hermana del alma, se desvanecía dividiéndose en tantos pedazos como estrellas brillaban en el cielo.

Durante la eternidad de tres noches, el mundo perdió sus colores. Para Jun, las vibrantes luces de Rostock se habían apagado, reemplazadas por una oscuridad abrumadora. Su cuerpo, normalmente ligero y veloz, se sentía pesado, casi como si el mismo mundo estuviera intentando aplastarla bajo el peso de la culpa y la impotencia.

Resignada a lo que creyó era su única opción, deambuló por las oscuras y angostas calles de Rostock como un gato callejero. El viento salado que venía del mar le lamía el rostro, y parecía burlarse de ella, recordándole la libertad que había llegado a acariciar con las puntas de los dedos y que ahora se esfumaba como polvo. Pero la joven no iba a continuar atrapada en esa parálisis emocional. Si algo había aprendido de la vida, era que la acción siempre superaba a la espera y la indecisión. Jun necesitaba lluvia, y a las nubes iría a buscar. De una forma u otra, conseguiría su tormenta. Con tal de salvar a Juri, desataría un maldito huracán.

Ajustó a su cintura el bolso de piel y dio vuelta en una esquina, con un destino en mente: La taberna. Ese lugar, donde su destino había chocado literalmente con el de Drake Longspan, sería su punto de partida. Esperaba encontrarlo allí. Estaba decidida a aceptar la propuesta que el gigante le había hecho semanas atrás en los acantilados del Faro de Rostock, cuando se arrodilló ante ella bajo un atardecer pintado de oro. En aquel entonces, Jun había dudado. No era alguien que tomara decisiones o asumiera compromisos para con los demás a la ligera. Su naturaleza libertina y salvaje la hacía evitar cualquier forma de atadura. Pero ahora las cosas eran diferentes, y ya no se trataba de ella o de su propia libertad; ahora necesitaba algo más, la urgencia crecía. Debía salvar a su amiga, y si para conseguir ayuda tenía que doblegar su orgullo, actuar en favor de otros, o sacrificar su propia vida, lo haría sin pensarlo dos veces.
#4


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RE: Encuentros inesperados [Reunión de los Piratas Hizashi] - por Jun Gunslinger - 14-09-2024, 02:24 AM

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