Lemon Stone
MVP
14-09-2024, 04:01 AM
Tenía la sensación de que algo estaba a punto de estallar.
-¡Ponte a salvo, compañero! ¡Yo me ocupo de estos abusadores! -le gritó al Flaco, el muchacho delgado y de aspecto sereno.
Bebió sin mucho agrado la cerveza aguachenta que le dio el tabernero. Si de verdad quería luchar por los pobres, debía aparentar apropiadamente sus gustos. Sus desagradables gustos. No estaba ahí para juzgar el aburrido estilo de vida de esa gente ni montar un escándalo, pues deseaba disfrutar sus merecidas vacaciones. Afirma conocer a la perfección cada página del MANUAL, pero “a veces” solo se le olvida, así que inventa códigos que calcen con la Causa (como las vacaciones).
Lemon sintió algo raro en el ambiente, algo diferente. No era el efecto de la cerveza, apenas estaba acabándose la primera. Un sonido seco capturó su atención, pues no debió haberlo oído entre tanto bullicio. Se giró como si un hada lo llamase. Entonces vio la escena en la que todo seguidor de la Causa debe intervenir: un muchacho delgado y enano siendo molestado por un montón de extras experimentados en parecer rudos.
Se levantó, alejándose de la cerveza a medida que avanzaba hacia el grupo de marineros. El muchacho movía los labios, pero Lemon estaba más interesado en agarrar la silla más cercana y estamparla contra la espalda del que había lanzado la botella (en realidad no sabía a quién le había dado). La silla estalló en pedazos y el marinero cayó al suelo sobre su rodilla, quejándose del dolor. Entonces, Lemon le apretó con una fuerte tenaza el trapecio, clavando sus dedos en él.
-¿Qué le están haciendo al Flaco? Entiendan que esto de andar de matones ya pasó de moda, así es como asustaban a mis abuelos cuando todo esto era campo. Actualícense, por favor. -Lemon se detuvo unos segundos para estudiar las miradas furiosas de los marineros; al parecer no entendían lo que estaba diciendo-. Como sea, pídanle perdón al Flaco y haremos como si nada de…
Uno de los marineros se abalanzó sobre Lemon, empujándolo y rompiendo la tenaza que lastimaba a su compañero. Acabó sobre las mesas, gente alejándose a toda prisa de la pelea. Entre tanto grito no podía oír lo que el tabernero gritaba, además tenía que enfrentarse al gordo de metro noventa.