Galhard, quien ya había asumido con dignidad su papel en la boda más excéntrica que había visto, mantenía su puesto de guardia vestido con el disfraz de banana que había tomado de último momento. Mientras recorría con la mirada el lugar, observaba cómo los invitados seguían llegando, cada uno con atuendos más pintorescos que el anterior. La festividad ya estaba en marcha, y el caos alegre que envolvía el ambiente era innegable.
Entre risas, brindis y gente disfrazada de alimentos, la boda parecía más una parodia del matrimonio que un evento solemne. Pero Galhard, a pesar de estar vestido como una banana, no dejaba de lado su tarea como custodio. La tensión entre los familiares de la novia y los invitados del enano era palpable, pero su presencia tranquila y su imponente porte mantenían a raya cualquier intento de conflicto. De hecho, su presencia intimidante lograba que cualquier mirada desafiante se disipara en cuanto se cruzaba con su mirada firme, recordándoles que, aunque estaban allí para celebrar, los marines no bajarían la guardia.
Mientras tanto, Galhard no pudo evitar sonreír al ver cómo los demás asistentes se incorporaban al caos. Asradi, vestida de nigiri de gamba, había llegado junto a su acompañante, Ubben, cuya apariencia era igualmente extravagante. El carruaje envuelto en un papel de regalo chillón, acompañado por caballos igualmente decorados, no pasó desapercibido para Galhard. Su agudo sentido del deber lo hizo vigilar con más atención aquel carruaje, preguntándose si aquello traía alguna amenaza. Sin embargo, pronto se relajó al ver la risa en los rostros de Asradi y Ubben, comprendiendo que se trataba simplemente de otro de los absurdos regalos de la boda.
Observando todo el escenario desde su posición, Galhard sentía una mezcla de incredulidad y fascinación. Entre los presentes, notaba a Tofun corriendo de un lado a otro, haciendo de las suyas, mientras los invitados disfrazados intercambiaban comentarios y risas. A pesar de la atmósfera caótica, los brindis con insultos cómicos, y los disfraces que parecían más salidos de una fiesta de disfraces que de una boda, había algo en todo aquello que le hacía sentir una conexión con las personas alrededor. A fin de cuentas, era parte de lo que los marines protegían: las extrañas, pero significativas celebraciones que unían a las personas, aunque estuvieran disfrazadas de sushi o frutas.
Un brindis resonó desde el área principal, acompañado por una serie de carcajadas y vítores. Entre el ruido de la celebración, el marine disfrazado de banana se mantuvo atento, mientras el comandante Aarganeo supervisaba la boda desde una posición destacada. No dejaba de ser un evento de alto perfil, con personalidades importantes tanto de la Marina como de otras facciones presentes, lo que significaba que la seguridad era una prioridad. Galhard no bajaría la guardia, aunque su disfraz y el ambiente festivo pudieran sugerir lo contrario.
Justo en ese momento, Asradi y Ubben se acercaron a la zona principal, donde el caos seguía creciendo a medida que más invitados se sumaban. Galhard observó la interacción desde su posición, asegurándose de que todo estuviera en orden. Cuando los ojos de Asradi se cruzaron con los suyos, una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios mientras levantaba tímidamente una de sus manos como forma de saludo, de las últimas cosas que Galhard podía esperar era reencontrarse con su amiga en medio de aquella pintoresca boda, cuando todo el ambiente se relajase más se permitiría a si mismo hablar con ella y ponerse al día de sus vidas, el hecho de verla le había alegrado la boda. Sin duda, ambos sabían lo absurdo de la situación, pero en ese instante, Galhard entendió algo fundamental: el deber de proteger no siempre estaba relacionado con conflictos serios o amenazas inminentes. A veces, también implicaba estar presente en los momentos más extravagantes y mantener la paz en medio del caos.
El sargento Ahab, con su sombrero de gallina, se acercó a Galhard, echando un vistazo a su disfraz con una sonrisa burlona.
—No me digas que te estás divirtiendo, banana boy —comentó Ahab con tono irónico, dándole una palmada en la espalda.
Galhard soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, aunque no podía negar que, en medio de todo el absurdo, había algo en esta boda que le hacía sentir parte de algo único.
—Sargento, nunca pensé que mi deber me llevaría a una situación como esta, pero aquí estamos — Galhard respondió mientras continuaba escaneando el área con sus ojos, manteniendo la profesionalidad a pesar del ambiente relajado.
—Bien dicho, chico. Mantén los ojos abiertos. Nunca sabes cuándo algo inesperado puede ocurrir —advirtió Ahab antes de alejarse, dejando a Galhard con la certeza de que, pese a las risas y los disfraces ridículos, el deber nunca debía ser tomado a la ligera.
La boda seguía su curso, y mientras la pareja del momento, Tofun y Gertrudis, se preparaba para dar el sí, Galhard se aseguró de que su disfraz de banana no le impidiera cumplir su misión. Porque, aunque pudiera parecer cómico, seguía siendo un marine, y su responsabilidad era proteger, incluso en los momentos más absurdos de la vida.
Entre risas, brindis y gente disfrazada de alimentos, la boda parecía más una parodia del matrimonio que un evento solemne. Pero Galhard, a pesar de estar vestido como una banana, no dejaba de lado su tarea como custodio. La tensión entre los familiares de la novia y los invitados del enano era palpable, pero su presencia tranquila y su imponente porte mantenían a raya cualquier intento de conflicto. De hecho, su presencia intimidante lograba que cualquier mirada desafiante se disipara en cuanto se cruzaba con su mirada firme, recordándoles que, aunque estaban allí para celebrar, los marines no bajarían la guardia.
Mientras tanto, Galhard no pudo evitar sonreír al ver cómo los demás asistentes se incorporaban al caos. Asradi, vestida de nigiri de gamba, había llegado junto a su acompañante, Ubben, cuya apariencia era igualmente extravagante. El carruaje envuelto en un papel de regalo chillón, acompañado por caballos igualmente decorados, no pasó desapercibido para Galhard. Su agudo sentido del deber lo hizo vigilar con más atención aquel carruaje, preguntándose si aquello traía alguna amenaza. Sin embargo, pronto se relajó al ver la risa en los rostros de Asradi y Ubben, comprendiendo que se trataba simplemente de otro de los absurdos regalos de la boda.
Observando todo el escenario desde su posición, Galhard sentía una mezcla de incredulidad y fascinación. Entre los presentes, notaba a Tofun corriendo de un lado a otro, haciendo de las suyas, mientras los invitados disfrazados intercambiaban comentarios y risas. A pesar de la atmósfera caótica, los brindis con insultos cómicos, y los disfraces que parecían más salidos de una fiesta de disfraces que de una boda, había algo en todo aquello que le hacía sentir una conexión con las personas alrededor. A fin de cuentas, era parte de lo que los marines protegían: las extrañas, pero significativas celebraciones que unían a las personas, aunque estuvieran disfrazadas de sushi o frutas.
Un brindis resonó desde el área principal, acompañado por una serie de carcajadas y vítores. Entre el ruido de la celebración, el marine disfrazado de banana se mantuvo atento, mientras el comandante Aarganeo supervisaba la boda desde una posición destacada. No dejaba de ser un evento de alto perfil, con personalidades importantes tanto de la Marina como de otras facciones presentes, lo que significaba que la seguridad era una prioridad. Galhard no bajaría la guardia, aunque su disfraz y el ambiente festivo pudieran sugerir lo contrario.
Justo en ese momento, Asradi y Ubben se acercaron a la zona principal, donde el caos seguía creciendo a medida que más invitados se sumaban. Galhard observó la interacción desde su posición, asegurándose de que todo estuviera en orden. Cuando los ojos de Asradi se cruzaron con los suyos, una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios mientras levantaba tímidamente una de sus manos como forma de saludo, de las últimas cosas que Galhard podía esperar era reencontrarse con su amiga en medio de aquella pintoresca boda, cuando todo el ambiente se relajase más se permitiría a si mismo hablar con ella y ponerse al día de sus vidas, el hecho de verla le había alegrado la boda. Sin duda, ambos sabían lo absurdo de la situación, pero en ese instante, Galhard entendió algo fundamental: el deber de proteger no siempre estaba relacionado con conflictos serios o amenazas inminentes. A veces, también implicaba estar presente en los momentos más extravagantes y mantener la paz en medio del caos.
El sargento Ahab, con su sombrero de gallina, se acercó a Galhard, echando un vistazo a su disfraz con una sonrisa burlona.
—No me digas que te estás divirtiendo, banana boy —comentó Ahab con tono irónico, dándole una palmada en la espalda.
Galhard soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, aunque no podía negar que, en medio de todo el absurdo, había algo en esta boda que le hacía sentir parte de algo único.
—Sargento, nunca pensé que mi deber me llevaría a una situación como esta, pero aquí estamos — Galhard respondió mientras continuaba escaneando el área con sus ojos, manteniendo la profesionalidad a pesar del ambiente relajado.
—Bien dicho, chico. Mantén los ojos abiertos. Nunca sabes cuándo algo inesperado puede ocurrir —advirtió Ahab antes de alejarse, dejando a Galhard con la certeza de que, pese a las risas y los disfraces ridículos, el deber nunca debía ser tomado a la ligera.
La boda seguía su curso, y mientras la pareja del momento, Tofun y Gertrudis, se preparaba para dar el sí, Galhard se aseguró de que su disfraz de banana no le impidiera cumplir su misión. Porque, aunque pudiera parecer cómico, seguía siendo un marine, y su responsabilidad era proteger, incluso en los momentos más absurdos de la vida.