Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
14-09-2024, 03:17 PM
Día 16. Ni más ni menos, que veranito, entrada la nochecita.
¡Era el día! La maldita competición, la buena, no a la que fue con Asradi y no pudo competir en la mañana. Esa ya era agua pasada, ahora tocaba la importante, esa que acontecía llegada la noche y los mejores competidores estaban inscritos. Sin embargo debía entrenar MÁS. Esa misma mañana había entrenado, ido a una competición de culturismo amateur donde no llegó a participar y ahora iba a entrenar MÁS. ¿El lugar de entrenamiento? El maldito bosque, si señor. Entrenaría con la naturaleza. El sol apenas comenzaba a marcharse en el horizonte, proyectando largas sombras sobre los árboles. Ragn, una figura colosal entre el medio natural, se alzaba sobre el lugar como una montaña viviente. Cada paso hacía temblar la tierra, y sus músculos gigantescos se tensaban bajo la piel curtida por años de esfuerzo. Hoy no era un día cualquiera, se acercaba la competición de culturismo más importante que jamás habría visto el vikingo y Ragn estaba decidido a ser el campeón. La manipulación de los Beirham era esencial en un entrenamiento tan colosal como sería aquel. Iba en fase 2 de Beirham y era algo que se podía contemplar en el volumen grotesco de su cuerpo.
El entrenamiento de Ragn comenzaba en un claro rodeado por enormes piedras y árboles de un tamaño acorde al rubio. Allí, frente a una barra improvisada con troncos inmensos, se preparaba para su primer ejercicio de esta nueva sesión, press de troncos. ¡Dios adoraba ese ejercicio! Con ambas manos, levantaba un tronco de un roble caído, que pesaba fácilmente más de dos veces el propio peso del Buccaner. El sonido del crujido de la madera resonaba por todo el valle mientras Ragn ejecutaba una repetición tras otra, cada vez más profundo, con una concentración inquebrantable. Después de 10 series de 20 repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo. A lo lejos, una manada de bueyes pastaba tranquilamente, sin saber que serían su próxima herramienta de entrenamiento. Amarrando una gruesa cuerda alrededor de su cintura, Ragn se colocó al frente de un trineo improvisado cargado con varios de estos animales. Con un rugido que hacía eco entre las montañas, comenzó a arrastrar el trineo, cada paso levantando nubes de polvo. Sus piernas, gruesas como pilares de mármol, se movían con una fuerza imparable. Recorrió así más de 500 metros cuesta arriba, hasta que sus músculos parecían a punto de explotar. La fatiga se multiplicaba por culpa del uso de Beirham, que le requerían utilizar el poder de su akuma para no ahogarse.
El día no acababa allí. Regresando al claro, Ragn se colocó frente a un espejo gigantesco que él mismo había hecho de placas de cristal enormes. Era hora de practicar sus poses. Cada músculo en su cuerpo debía estar perfectamente definido, cada fibra visible bajo su piel. Flexionó sus bíceps, tan grandes como troncos de árboles, y luego estiró sus dorsales, haciendo que su silueta pareciera aún más imponente. Repetía cada pose hasta que sentía que sus músculos se quemaban, pero lo hacía con paciencia y precisión, sabiendo que cada detalle contaba. AÚN y así, se veía pequeño, así que canalizó el tercer nivel de Beirham, creciendo monstruosamente. Ejerció tanta presión en su cuerpo, que se vería en la obligación de seguir levantando peso. Al hacerlo sus extremidades se cubrieron de una tonalidad diferente y aunque no se había dado cuenta y no entendería el porqué hasta dentro de unos días, sintió que ahora podía levantar más peso. La motivación era una cosa que ayudaba mucho al individuo a creerse mejor de lo que era.
Como era de esperar, los brazos comenzaban a no responderle, así que dejó caer los troncos a tierra. Iba completamente desnudo, pero no le importaba, estaba muy seguro de sí mismo como para avergonzarse por algo así. Dejó escapar el aire, todo su físico volvió a la normalidad y el vikingo cayó al suelo, al punto del desmayo.
Eso sí que era una serie efectiva de entrenamiento, la virgen.
Después de aquel entreno se quedó varias horas tirado entre la maleza, respirando profundamente el aire puro que emanaba el lugar. Otra cosa no, pero en las zonas de bosque, Kilombo tenía un gran terreno que si eran inteligentes, no dejarían que se urbanizase. — ¡Te va a dar algo! — Alzó la voz un señor detrás de un árbol. Ragn se levantó de forma inmediata, aunque sentía todo el cuerpo dolorido por el uso excesivo del ejercicio. — ¿Quién serrr tú? — Resultó ser un rostro conocido. Antonio Recio ... Fue un par de segundos después de verlo, que Ragn respiró con profundidad de nuevo, destensando los músculos lo más posible. ¿Qué hacía ese criminal allí? ¿Quería una revancha? ¡Bien pues la tendría! — ¡Lucharrr como hombrrre! — No tenía a Rompetormentas, así que el vikingo levantó los brazos en una pose defensiva. Por suerte, dominaba el combate cuerpo a cuerpo igual o mejor que su arma. —¡Hey hey! vengo en son de paz ... — Las cejas de Ragn se alzaron, no entendiendo qué estaba pasando. — Tan solo quería disculparme por lo que ha sucedido hace unos días ... — Y ahí es cuando cayó. Aquel tipo fue detenido por los marines, pero estaba ahí, libre. —No hace falta que lo preguntes, los tipos que iban conmigo, me liberaron a las horas de ser capturado. Y me parece bien, no soy un criminal ... Como te dije. — Ragn bajó los brazos. Ese hombrecillo no era un enemigo, no buscaba serlo, tan solo anhelaba un ¿perdón? — Te he estado buscando para pedirte perdón, solo era eso. — El gigante de Elbaf se acercó, quedando a pocos metros del humano. — No tenerrr que disculparrr. Rragnheidrrr no culparrr.— Antonio Recio mostró un rostro de satisfacción, parecía ser lo que deseaba y lo tuvo. — Perrro no querrrerr verrr más tu carrra. — Con desprecio movió su mano y el hombre se marchó corriendo.
¿Qué había sido eso? Kilombo y sus personajillos.
El entrenamiento de Ragn comenzaba en un claro rodeado por enormes piedras y árboles de un tamaño acorde al rubio. Allí, frente a una barra improvisada con troncos inmensos, se preparaba para su primer ejercicio de esta nueva sesión, press de troncos. ¡Dios adoraba ese ejercicio! Con ambas manos, levantaba un tronco de un roble caído, que pesaba fácilmente más de dos veces el propio peso del Buccaner. El sonido del crujido de la madera resonaba por todo el valle mientras Ragn ejecutaba una repetición tras otra, cada vez más profundo, con una concentración inquebrantable. Después de 10 series de 20 repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo. A lo lejos, una manada de bueyes pastaba tranquilamente, sin saber que serían su próxima herramienta de entrenamiento. Amarrando una gruesa cuerda alrededor de su cintura, Ragn se colocó al frente de un trineo improvisado cargado con varios de estos animales. Con un rugido que hacía eco entre las montañas, comenzó a arrastrar el trineo, cada paso levantando nubes de polvo. Sus piernas, gruesas como pilares de mármol, se movían con una fuerza imparable. Recorrió así más de 500 metros cuesta arriba, hasta que sus músculos parecían a punto de explotar. La fatiga se multiplicaba por culpa del uso de Beirham, que le requerían utilizar el poder de su akuma para no ahogarse.
El día no acababa allí. Regresando al claro, Ragn se colocó frente a un espejo gigantesco que él mismo había hecho de placas de cristal enormes. Era hora de practicar sus poses. Cada músculo en su cuerpo debía estar perfectamente definido, cada fibra visible bajo su piel. Flexionó sus bíceps, tan grandes como troncos de árboles, y luego estiró sus dorsales, haciendo que su silueta pareciera aún más imponente. Repetía cada pose hasta que sentía que sus músculos se quemaban, pero lo hacía con paciencia y precisión, sabiendo que cada detalle contaba. AÚN y así, se veía pequeño, así que canalizó el tercer nivel de Beirham, creciendo monstruosamente. Ejerció tanta presión en su cuerpo, que se vería en la obligación de seguir levantando peso. Al hacerlo sus extremidades se cubrieron de una tonalidad diferente y aunque no se había dado cuenta y no entendería el porqué hasta dentro de unos días, sintió que ahora podía levantar más peso. La motivación era una cosa que ayudaba mucho al individuo a creerse mejor de lo que era.
Como era de esperar, los brazos comenzaban a no responderle, así que dejó caer los troncos a tierra. Iba completamente desnudo, pero no le importaba, estaba muy seguro de sí mismo como para avergonzarse por algo así. Dejó escapar el aire, todo su físico volvió a la normalidad y el vikingo cayó al suelo, al punto del desmayo.
Eso sí que era una serie efectiva de entrenamiento, la virgen.
Después de aquel entreno se quedó varias horas tirado entre la maleza, respirando profundamente el aire puro que emanaba el lugar. Otra cosa no, pero en las zonas de bosque, Kilombo tenía un gran terreno que si eran inteligentes, no dejarían que se urbanizase. — ¡Te va a dar algo! — Alzó la voz un señor detrás de un árbol. Ragn se levantó de forma inmediata, aunque sentía todo el cuerpo dolorido por el uso excesivo del ejercicio. — ¿Quién serrr tú? — Resultó ser un rostro conocido. Antonio Recio ... Fue un par de segundos después de verlo, que Ragn respiró con profundidad de nuevo, destensando los músculos lo más posible. ¿Qué hacía ese criminal allí? ¿Quería una revancha? ¡Bien pues la tendría! — ¡Lucharrr como hombrrre! — No tenía a Rompetormentas, así que el vikingo levantó los brazos en una pose defensiva. Por suerte, dominaba el combate cuerpo a cuerpo igual o mejor que su arma. —¡Hey hey! vengo en son de paz ... — Las cejas de Ragn se alzaron, no entendiendo qué estaba pasando. — Tan solo quería disculparme por lo que ha sucedido hace unos días ... — Y ahí es cuando cayó. Aquel tipo fue detenido por los marines, pero estaba ahí, libre. —No hace falta que lo preguntes, los tipos que iban conmigo, me liberaron a las horas de ser capturado. Y me parece bien, no soy un criminal ... Como te dije. — Ragn bajó los brazos. Ese hombrecillo no era un enemigo, no buscaba serlo, tan solo anhelaba un ¿perdón? — Te he estado buscando para pedirte perdón, solo era eso. — El gigante de Elbaf se acercó, quedando a pocos metros del humano. — No tenerrr que disculparrr. Rragnheidrrr no culparrr.— Antonio Recio mostró un rostro de satisfacción, parecía ser lo que deseaba y lo tuvo. — Perrro no querrrerr verrr más tu carrra. — Con desprecio movió su mano y el hombre se marchó corriendo.
¿Qué había sido eso? Kilombo y sus personajillos.