Airgid Vanaidiam
Metalhead
14-09-2024, 09:21 PM
La tensión era tan densa que Airgid podría masticarla si así lo quisiera. Con todos los sentidos puestos en lo que estaba por ocurrir en aquella habitación, acariciaba la empuñadura de su arma con delicadeza, dispuesta a sacarla en cualquier momento, cuando fuera necesario. La cadencia del martillo solo lo volvía todo aún más inquietante. Entonces, la misma voz que había sonado anteriormente volvió a alzarse, anunciando que el momento había llegado. Que los "Clanes del Hierro" se habían reunido para elegir a un nuevo "guía" que les acercaría al "Dios de la Forja". Desde luego, Airgid no entendía ni papa, no conocía esos nombres que mencionaba, pero aún así pudo intuirse más o menos de qué se trataba todo eso. Un nuevo líder para la secta de la forja. Una que podría haber formado ella misma, dada la afinidad de la rubia por aquel tema.
La mujer no hizo un solo gesto mientras observaba a la mesa revelar unas nuevas formas en su superficie, unos surcos que acabaron formando un laberinto. La sangre del hombre herido recorrió los diferentes caminos, aunque no llegó a cubrirlos del todo. Qué... siniestro. Aunque estaba muy guapo a la vez. Quizás si no fuera porque aquel hombre estaba siendo obligado a ofrecer su sangre podría interesarle más. Tardó un poco, pero finalmente el dibujo se volvió completamente rojo. Airgid no podía despegar la mirada de ese sádico ritual, pero su mirada de volvió un poema cuando vio lo que la mesa alzó. Una cúpula de cristal con una akuma no mi en su interior. El aspecto de la fruta era completamente... metálica. Y esta vez no estaba usando uno de sus inusuales formas de decir que "molaba". Es que parecía brillar como el metal. También formaba espirales y como pequeños rayos eléctricos. ¿Eso era una fruta? Airgid le tenía alergia a la fruta, cuando veía una por lo general se le revolvía el estómago, pero aquello no parecía una en absoluto. Los ojos de la rubia brillaron ante aquella visión celestial. Fue como amor a primera vista. No sabía qué tipo de poder otorgaría esa fruta, pero con ese aspecto, debía ser jodidamente increíble.
Se quedó tan absorta que no despertó de su trance hasta que la voz preguntó si alguien se sentía bendecido como para postularse a guía. El guía sería el que obtendría la fruta. La mujer se quedó ligeramente pensativa. A ver, podía intentar robarla y salir corriendo o podía postularse para ser esa "guía"... y luego huir. No sabía qué opción era más loca. Entonces un joven más o menos de su edad alzó la mano, anunciando que quería probar suerte. La mujer observó la escena con detenimiento, con curiosidad. Ambos se subieron a la mesa, ambos decididos a pelear. El tal Latton era físicamente una máquina creada para la lucha, su cuerpo era enorme, tremendamente musculoso y sus cicatrices solo eran el premio de alguien que había sobrevivido a todo. Su contrincante no duró mucho tiempo. El tío lo mató, o al menos eso es lo que parecía. Cuando acabó con él, no se movía.
La voz preguntó de nuevo si alguien más se sentía con las ganas de enfrentarse al guía propuesto por el consejo. Airgid sacó de su mochila la botellita de cola, le dio un trago y la tiró al suelo, derramando parte del líquido. Sacó la nudillera de su bolsillo, se la colocó en la mano, y luego tiró también la mochila al suelo. Se agachó para tomar sus dos escopetas. Lo hizo con calma, preparándose, seguramente atrayendo las miradas de los demás. Esbozando una sonrisa, finalmente levantó la mano derecha al aire, elevando con ello también una de las escopetas. — ¡Yo! — Gritó, con una nueva determinación en la mirada.
Dando saltitos, un poco ridículo pero increíblemente ágil a la vez, la rubia subió a la mesa, igual que había hecho el anterior joven. Miró a su contrincante, alto como un árbol, de apariencia dura como el puto metal. — Lo siento, nene, esa fruta lleva mi nombre grabao. Seré la nueva guía del Dios de la Forja. — ¿Se había venido un poco arriba, no? El caso es que decidió no esperar ni un segundo. Agarrando con fuerza la escopeta de su mano derecha, apretó el gatillo, trucando el cañón de una manera especial, provocando que el disparo saliera de forma fragmentada creando un cono de cuarenta y cinco grados en dirección a Latton.
La mujer no hizo un solo gesto mientras observaba a la mesa revelar unas nuevas formas en su superficie, unos surcos que acabaron formando un laberinto. La sangre del hombre herido recorrió los diferentes caminos, aunque no llegó a cubrirlos del todo. Qué... siniestro. Aunque estaba muy guapo a la vez. Quizás si no fuera porque aquel hombre estaba siendo obligado a ofrecer su sangre podría interesarle más. Tardó un poco, pero finalmente el dibujo se volvió completamente rojo. Airgid no podía despegar la mirada de ese sádico ritual, pero su mirada de volvió un poema cuando vio lo que la mesa alzó. Una cúpula de cristal con una akuma no mi en su interior. El aspecto de la fruta era completamente... metálica. Y esta vez no estaba usando uno de sus inusuales formas de decir que "molaba". Es que parecía brillar como el metal. También formaba espirales y como pequeños rayos eléctricos. ¿Eso era una fruta? Airgid le tenía alergia a la fruta, cuando veía una por lo general se le revolvía el estómago, pero aquello no parecía una en absoluto. Los ojos de la rubia brillaron ante aquella visión celestial. Fue como amor a primera vista. No sabía qué tipo de poder otorgaría esa fruta, pero con ese aspecto, debía ser jodidamente increíble.
Se quedó tan absorta que no despertó de su trance hasta que la voz preguntó si alguien se sentía bendecido como para postularse a guía. El guía sería el que obtendría la fruta. La mujer se quedó ligeramente pensativa. A ver, podía intentar robarla y salir corriendo o podía postularse para ser esa "guía"... y luego huir. No sabía qué opción era más loca. Entonces un joven más o menos de su edad alzó la mano, anunciando que quería probar suerte. La mujer observó la escena con detenimiento, con curiosidad. Ambos se subieron a la mesa, ambos decididos a pelear. El tal Latton era físicamente una máquina creada para la lucha, su cuerpo era enorme, tremendamente musculoso y sus cicatrices solo eran el premio de alguien que había sobrevivido a todo. Su contrincante no duró mucho tiempo. El tío lo mató, o al menos eso es lo que parecía. Cuando acabó con él, no se movía.
La voz preguntó de nuevo si alguien más se sentía con las ganas de enfrentarse al guía propuesto por el consejo. Airgid sacó de su mochila la botellita de cola, le dio un trago y la tiró al suelo, derramando parte del líquido. Sacó la nudillera de su bolsillo, se la colocó en la mano, y luego tiró también la mochila al suelo. Se agachó para tomar sus dos escopetas. Lo hizo con calma, preparándose, seguramente atrayendo las miradas de los demás. Esbozando una sonrisa, finalmente levantó la mano derecha al aire, elevando con ello también una de las escopetas. — ¡Yo! — Gritó, con una nueva determinación en la mirada.
Dando saltitos, un poco ridículo pero increíblemente ágil a la vez, la rubia subió a la mesa, igual que había hecho el anterior joven. Miró a su contrincante, alto como un árbol, de apariencia dura como el puto metal. — Lo siento, nene, esa fruta lleva mi nombre grabao. Seré la nueva guía del Dios de la Forja. — ¿Se había venido un poco arriba, no? El caso es que decidió no esperar ni un segundo. Agarrando con fuerza la escopeta de su mano derecha, apretó el gatillo, trucando el cañón de una manera especial, provocando que el disparo saliera de forma fragmentada creando un cono de cuarenta y cinco grados en dirección a Latton.