Percival Höllenstern
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14-09-2024, 10:19 PM
(Última modificación: 14-09-2024, 10:43 PM por Percival Höllenstern.)
En el sombrío y devastado interior del edificio, el clamor de la batalla había dado paso a un silencio tenso, cargado con el eco de los últimos disparos y los lamentos de los heridos. Los marines, con una destreza que parecía casi sobrenatural, habían subyugado a los bandidos con una eficiencia implacable. Cada movimiento de Takahiro, Camille, Ray y Atlas había sido una danza de precisión y poder, que desmantelaba la resistencia de los criminales uno por uno.
Takahiro, con su katana afilada y movimientos ágiles, había cortado a través de los ataques enemigos con una precisión letal. Cada tajo y estocada era un golpe que dejaba a los bandidos tambaleándose, incapaces de mantener el ritmo frente a su habilidad formidable. Camille, la oni de gran fuerza, avanzaba con una imponente presencia, su odachi manejada con fuerza bruta y elegancia feroz. Sus ataques barrían a los oponentes con una contundencia que resultaba devastadora.
Ray, moviéndose como una sombra en medio de la densa nube de humo que había conjurado, aparecía y desaparecía con una agilidad que confundía a los bandidos. Cada ataque sorpresa desde la penumbra amplificaba el caos en las filas enemigas. Atlas, aunque bajo constante asedio, se mantenía firme como una fortaleza, desviando disparos y protegiendo a sus compañeros con una habilidad impresionante.
A medida que la batalla se acercaba a su fin, la situación para los bandidos se volvía desesperada. Los cuerpos de algunos de los criminales yacían esparcidos por el suelo, algunos gravemente heridos, otros ya inconscientes. El líder y su subalterna, debilitados, pero aun en pie, finalmente cedieron. Con un gesto final de sumisión, el líder dejó caer su arma al suelo, el sonido metálico resonando con una claridad que marcaba el final de la resistencia activa. La mujer a su lado, temblorosa y con el rostro pálido, siguió su ejemplo.
Ambos se arrodillaron, su postura reflejando derrota y desesperación. El líder, con su rostro ensangrentado y cansado, se inclinó hacia adelante, su voz temblorosa, pero firme al comenzar a hablar. Sus palabras fueron un último intento de salvar sus vidas, revelando detalles sobre el hombre que los había contratado.
—¡Está bien, está bien! Nos rendimos. No podemos más —empezó el líder, su voz cargada de un agotamiento palpable—. Nos contrataron para crear distracción. El hombre que nos dio la orden… él era alguien importante, y no en el sentido bueno.— comentó entre tosidos el hombre, llevándose una de las manos al costado.
El líder tomó una respiración profunda, sus ojos buscando un apoyo firme en el suelo mientras continuaba pesadamente hablando de lo acontecido.
—Era una figura imponente, vestido con un traje blanco y marrón. Su presencia era… intimidante. Su cara mostraba desdén y hastío. Nos dejó claro que su objetivo era darle a la marina “un golpe que jamás podrían olvidar”. No era un simple ajuste de cuentas, no. Era algo mucho más grande.— comentó el hombre, tratando de erguirse contra la pared más cercana en signo de paz y tratando de amplificar sus capacidades de supervivencia. Parecía haber sido herido de antemano.
La mujer a su lado asintió, su rostro, reflejando la misma desesperación y una preocupación por el bandido jefe que rozaba lo filial, o tal vez, lo marital.
—Nos dijeron que debíamos causar el mayor caos posible. Su intención era distraer a la marina para permitir que algo más, algo que él había planeado, pudiera llevarse a cabo sin ser detectado.
El líder continuó, su voz temblando a medida que la desesperación se apoderaba de él.
—Estamos suplicando por nuestras vidas. No sabíamos todos los detalles, solo que íbamos a ser la distracción para algo mucho más grande y peligroso. Él… él no nos dio más información, solo nos dijo que su plan era hacer un golpe que los marines no olvidarían. ¡Por favor, les rogamos clemencia! ¡Escuchamos algo del Casino Missile, pero no sabemos más!
Con sus últimas palabras, la petición de clemencia de los bandidos estaba impregnada de un miedo desesperado, un último intento de ganar su perdón mientras el edificio que los había escondido rugía por el clamor de la madera vetusta rompiéndose por los estruendos del combate, como un lamento a su alrededor.
Y entonces, un pensamiento pasó por la mente de nuestro grupo de héroes. ¿Y la base? ¿Y aquel marine que dio el primer aviso?
Todo era bastante sospechoso...
Takahiro, con su katana afilada y movimientos ágiles, había cortado a través de los ataques enemigos con una precisión letal. Cada tajo y estocada era un golpe que dejaba a los bandidos tambaleándose, incapaces de mantener el ritmo frente a su habilidad formidable. Camille, la oni de gran fuerza, avanzaba con una imponente presencia, su odachi manejada con fuerza bruta y elegancia feroz. Sus ataques barrían a los oponentes con una contundencia que resultaba devastadora.
Ray, moviéndose como una sombra en medio de la densa nube de humo que había conjurado, aparecía y desaparecía con una agilidad que confundía a los bandidos. Cada ataque sorpresa desde la penumbra amplificaba el caos en las filas enemigas. Atlas, aunque bajo constante asedio, se mantenía firme como una fortaleza, desviando disparos y protegiendo a sus compañeros con una habilidad impresionante.
A medida que la batalla se acercaba a su fin, la situación para los bandidos se volvía desesperada. Los cuerpos de algunos de los criminales yacían esparcidos por el suelo, algunos gravemente heridos, otros ya inconscientes. El líder y su subalterna, debilitados, pero aun en pie, finalmente cedieron. Con un gesto final de sumisión, el líder dejó caer su arma al suelo, el sonido metálico resonando con una claridad que marcaba el final de la resistencia activa. La mujer a su lado, temblorosa y con el rostro pálido, siguió su ejemplo.
Ambos se arrodillaron, su postura reflejando derrota y desesperación. El líder, con su rostro ensangrentado y cansado, se inclinó hacia adelante, su voz temblorosa, pero firme al comenzar a hablar. Sus palabras fueron un último intento de salvar sus vidas, revelando detalles sobre el hombre que los había contratado.
—¡Está bien, está bien! Nos rendimos. No podemos más —empezó el líder, su voz cargada de un agotamiento palpable—. Nos contrataron para crear distracción. El hombre que nos dio la orden… él era alguien importante, y no en el sentido bueno.— comentó entre tosidos el hombre, llevándose una de las manos al costado.
El líder tomó una respiración profunda, sus ojos buscando un apoyo firme en el suelo mientras continuaba pesadamente hablando de lo acontecido.
—Era una figura imponente, vestido con un traje blanco y marrón. Su presencia era… intimidante. Su cara mostraba desdén y hastío. Nos dejó claro que su objetivo era darle a la marina “un golpe que jamás podrían olvidar”. No era un simple ajuste de cuentas, no. Era algo mucho más grande.— comentó el hombre, tratando de erguirse contra la pared más cercana en signo de paz y tratando de amplificar sus capacidades de supervivencia. Parecía haber sido herido de antemano.
La mujer a su lado asintió, su rostro, reflejando la misma desesperación y una preocupación por el bandido jefe que rozaba lo filial, o tal vez, lo marital.
—Nos dijeron que debíamos causar el mayor caos posible. Su intención era distraer a la marina para permitir que algo más, algo que él había planeado, pudiera llevarse a cabo sin ser detectado.
El líder continuó, su voz temblando a medida que la desesperación se apoderaba de él.
—Estamos suplicando por nuestras vidas. No sabíamos todos los detalles, solo que íbamos a ser la distracción para algo mucho más grande y peligroso. Él… él no nos dio más información, solo nos dijo que su plan era hacer un golpe que los marines no olvidarían. ¡Por favor, les rogamos clemencia! ¡Escuchamos algo del Casino Missile, pero no sabemos más!
Con sus últimas palabras, la petición de clemencia de los bandidos estaba impregnada de un miedo desesperado, un último intento de ganar su perdón mientras el edificio que los había escondido rugía por el clamor de la madera vetusta rompiéndose por los estruendos del combate, como un lamento a su alrededor.
Y entonces, un pensamiento pasó por la mente de nuestro grupo de héroes. ¿Y la base? ¿Y aquel marine que dio el primer aviso?
Todo era bastante sospechoso...