Silver D. Syxel
-
15-09-2024, 02:36 PM
El calor le seguía resultando difícil de soportar, y a cada paso que daban, la densa jungla de la Isla Rudra parecía estrecharse más a su alrededor. El capitán caminaba con calma pero atento, midiendo cada uno de los movimientos de sus acompañantes. Mientras avanzaban, el ocasional crujido de ramas y las criaturas ocultas entre la maleza le recordaban que no era solo el terreno lo que hacía de esta expedición algo arriesgado. La presencia de las criaturas locales, por más pequeñas que parecieran, podía volverse peligrosa en cualquier momento.
—Revisé los escritos rápidamente antes de salir y parecían veraces —le respondió Dharkel con su típico desdén, cortando una rama con su katana—. Aunque tampoco puedo asegurarlo. Podría ser una falsificación bien hecha.
Silver sonrió levemente al recordar la experiencia de Dharkel con falsificaciones y cómo su compañero había estafado a otros en el pasado, pero el comentario también subrayaba la precariedad de su situación. Si esos escritos resultaban ser falsos, el esfuerzo, el calor y, sobre todo, el riesgo no habrían valido la pena. El pago por su trabajo como guías y escoltas estaba bien, pero distaba de ser suficiente.
El grupo continuó caminando durante un par de horas más, guiados por Dharkel y el líder del grupo de expedición. La travesía había sido tranquila hasta el momento, solo marcada por pequeños incidentes con la fauna local. El grupo de estudiosos que, en su mayoría, no habrían vivido mucha práctica más allá de sus bibliotecas, no reaccionaba bien ante la aparición repentina de serpientes o pequeños roedores. Cuando llegaron a la orilla de un caudaloso río, Syxel miró a su alrededor. El terreno era accidentado, y el agua que corría con fuerza advertía de que atravesarlo no sería sencillo.
Dharkel, siempre práctico, propuso una pausa. —Deberíamos aprovechar para descansar mientras revisamos los mapas y buscamos otro camino —dijo, observando a los sudorosos y jadeantes investigadores que apenas podían mantenerse en pie—. Especialmente si quieres que todos vean otro amanecer.
Las palabras del explorador no fueron bien recibidas por los ancianos, quienes, con su orgullo herido, se apresuraron a defender su resistencia. Silver observó la escena sin decir nada, pero no pudo evitar sonreír cuando uno de ellos, con demasiada energía, casi se cae al río tras un torpe salto. La situación fue resuelta rápidamente por otro miembro del grupo, pero él ya había perdido el interés por la escena.
—Nunca falta quién sobrestima sus capacidades —comentó en voz baja a Dharkel mientras se acercaba, observando cómo el cigarro del arqueólogo dejaba escapar un hilo de humo—. Aunque algo me dice que pronto van a desear haberte escuchado.
A pesar de la resistencia de algunos, Syxel decidió que era mejor tomar el descanso. El río no iba a desaparecer y no tenía sentido arriesgarse a que alguien se desvaneciera de cansancio en plena selva. Además, con el equipo ya al límite, continuar avanzando sin pausa sería una invitación al desastre. El pirata se cruzó de brazos, mirando a los académicos, que empezaban a dejarse caer con alivio sobre las mochilas o apoyarse en árboles cercanos. Algunos de ellos sacaron mapas y herramientas, mientras otros intentaban tomar aire en medio de la densa humedad del lugar.
—Bien, tomad un descanso. Pero no os quedéis demasiado cómodos —dijo, echando una rápida mirada al cielo y luego al río que fluía a su lado.
Fue entonces cuando se acercó a la orilla del río, observando con más atención el curso del mismo. Silver se agachó cerca del agua, mojándose las manos para refrescarse un poco y estudiando el entorno. Si iban a cruzar ese río, necesitaban un plan, porque perder a uno de esos académicos torpes en esas aguas no era parte de la misión.
—Busquemos un punto donde el cauce sea más estrecho o las rocas nos ayuden a cruzar —sugirió con voz tranquila pero firme, mientras volvía a incorporarse—. Y mantén un ojo en ellos, no sea que uno decida echarse a nadar.
La jungla no les iba a dar tregua y lo último que necesitaban era lidiar con accidentes innecesarios.
—Revisé los escritos rápidamente antes de salir y parecían veraces —le respondió Dharkel con su típico desdén, cortando una rama con su katana—. Aunque tampoco puedo asegurarlo. Podría ser una falsificación bien hecha.
Silver sonrió levemente al recordar la experiencia de Dharkel con falsificaciones y cómo su compañero había estafado a otros en el pasado, pero el comentario también subrayaba la precariedad de su situación. Si esos escritos resultaban ser falsos, el esfuerzo, el calor y, sobre todo, el riesgo no habrían valido la pena. El pago por su trabajo como guías y escoltas estaba bien, pero distaba de ser suficiente.
El grupo continuó caminando durante un par de horas más, guiados por Dharkel y el líder del grupo de expedición. La travesía había sido tranquila hasta el momento, solo marcada por pequeños incidentes con la fauna local. El grupo de estudiosos que, en su mayoría, no habrían vivido mucha práctica más allá de sus bibliotecas, no reaccionaba bien ante la aparición repentina de serpientes o pequeños roedores. Cuando llegaron a la orilla de un caudaloso río, Syxel miró a su alrededor. El terreno era accidentado, y el agua que corría con fuerza advertía de que atravesarlo no sería sencillo.
Dharkel, siempre práctico, propuso una pausa. —Deberíamos aprovechar para descansar mientras revisamos los mapas y buscamos otro camino —dijo, observando a los sudorosos y jadeantes investigadores que apenas podían mantenerse en pie—. Especialmente si quieres que todos vean otro amanecer.
Las palabras del explorador no fueron bien recibidas por los ancianos, quienes, con su orgullo herido, se apresuraron a defender su resistencia. Silver observó la escena sin decir nada, pero no pudo evitar sonreír cuando uno de ellos, con demasiada energía, casi se cae al río tras un torpe salto. La situación fue resuelta rápidamente por otro miembro del grupo, pero él ya había perdido el interés por la escena.
—Nunca falta quién sobrestima sus capacidades —comentó en voz baja a Dharkel mientras se acercaba, observando cómo el cigarro del arqueólogo dejaba escapar un hilo de humo—. Aunque algo me dice que pronto van a desear haberte escuchado.
A pesar de la resistencia de algunos, Syxel decidió que era mejor tomar el descanso. El río no iba a desaparecer y no tenía sentido arriesgarse a que alguien se desvaneciera de cansancio en plena selva. Además, con el equipo ya al límite, continuar avanzando sin pausa sería una invitación al desastre. El pirata se cruzó de brazos, mirando a los académicos, que empezaban a dejarse caer con alivio sobre las mochilas o apoyarse en árboles cercanos. Algunos de ellos sacaron mapas y herramientas, mientras otros intentaban tomar aire en medio de la densa humedad del lugar.
—Bien, tomad un descanso. Pero no os quedéis demasiado cómodos —dijo, echando una rápida mirada al cielo y luego al río que fluía a su lado.
Fue entonces cuando se acercó a la orilla del río, observando con más atención el curso del mismo. Silver se agachó cerca del agua, mojándose las manos para refrescarse un poco y estudiando el entorno. Si iban a cruzar ese río, necesitaban un plan, porque perder a uno de esos académicos torpes en esas aguas no era parte de la misión.
—Busquemos un punto donde el cauce sea más estrecho o las rocas nos ayuden a cruzar —sugirió con voz tranquila pero firme, mientras volvía a incorporarse—. Y mantén un ojo en ellos, no sea que uno decida echarse a nadar.
La jungla no les iba a dar tregua y lo último que necesitaban era lidiar con accidentes innecesarios.