Airgid Vanaidiam
Metalhead
15-09-2024, 05:18 PM
De normal, Airgid estaba bastante acostumbrada a levantarse pronto para poder aprovechar al máximo la mañana. Entrenaba, desayunaba y preparaba las cosas para abrir su tiendecita. Pero llevaba un par de días que eso se había sumado a que le estaba costando conciliar el sueño. No por nada malo... solo se encontraba tremendamente nerviosa en cuanto al viaje se refería. Pronto abandonaría el que había sido su hogar durante tantos años, ya no solo aquella casa/garaje, si no la isla en sí misma. Una isla que había llegado a conocer de un extremo al otro, que había recorrido tantas veces, que había sido testigo de tantos momentos importantes en su vida. Le tenía un enorme cariño, pero a la vez sentía ganas y excitación por descubrir lo que aún no conocía del mundo. Una contradicción, eso solía ser la nostalgia. Por las noches, la ansiedad carcomía la mente de la rubia, haciéndole pensar en todas las cosas que tenía que hacer antes de abandonar isla Kilombo. Buscar la fruta del diablo, que eso lo haría ese mismo día pero más tarde... despedirse de los amigos que aún le quedaban en aquella isla, barrer su casa por completo... la costumbre desorganizada de Airgid había hecho de aquella casa un desastre, así que tendría que mirar por cada esquina, ordenarla y buscar todo lo que hubiera, todo lo que hubiera ido almacenando durante tanto tiempo, con el objetivo de rescatar lo más útil para llevárselo con ella. Sus inventos, sus herramientas, toda su ropa y accesorios, su mascarilla del pelo... Es que se ponía nerviosa solo de pensar en todo lo que tenía que organizar.
Así que decidió dejar de dar vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño y levantarse, comenzar con aquella labor, un poco coñazo pero necesaria a la vez. Puso la casa patas arriba, total, pronto se iría de allí. Lo removió todo, incluídos los muebles, pues una nunca sabía lo que podía esconderse detrás de un estante viejo de herramientas... ¿qué era eso del suelo? La mujer se agachó para observarlo mejor. No era fácil percatarse de esa leve pero existente diferencia en la madera, de un tablón a otro. Terminó por apartar el estante del todo y entonces lo vio con mejor claridad. Había una trampilla. Tantos años oculta, invisible a los ojos de la rubia, esperando pacientemente a que ésta cayera en su cuenta. La curiosidad era tan grande que podría adoptar un cuerpo propio, así que Airgid decidió que era momento de saciarla. Lo más seguro es que fuera solo un sótano con reservas de... comida, quizás. Una pequeña guarida por si ocurría lo que fuera, para esconderse. Pero joder, ojalá lo hubiera descubierto antes, podría haber creado una sala de estar la mar de cómoda para cuando no quisiera que nadie le diera por culo. O un laboratorio más privado, donde asegurarse que nadie tocara nada.
Sin embargo, cuando lo abrió y entró, se dio cuenta de que era un lugar muy diferente a lo que se había imaginado. Lo primero que le dio la bienvenida fue el polvo, que se levantó como un vendabal. Luego, el chirrido de los escalones al apoyar el peso de la mujer. Daba la sensación de que todo era tremendamente frágil y delicado, así que tendría que andarse con cuidado si no quería derrumbarlo todo. Los ojos miel de la mujer analizaron el lugar en silencio durante unos segundos, asombrándose ante aquel espectáculo de libros y de moho. Parecía la habitación de un museo antiguo, una ventana a una época diferente. Una cosa estaba clara, le flipaba. Que pena haberlo descubierto tan tarde. Pero no era momento como para lamentarse de nada, si no para aprovechar y explorar.
Pasando entre los libros, Airgid se preguntó qué tipo de persona vivía antes allí, en esa casa. Quién sería el dueño de aquel sótano que ahora estaba ella explorando. Vio muchos libros interesantes y que llamaron su atención, ya estaba pensando en dónde guardarlos para poder llevárselos con ella. Pero entre todo ese caos organizado, destacaba un escritorio lleno de notas y papeles ligeramente amarillentos por el tiempo, robustos al tacto. Le resultó curioso a la rubia el símbolito que presentaban en la esquina, como el dibujo de un dragón con llamas. Leyendo un poco por encima, dejándose llevar por la curiosidad, encontró algunos nombres pero que no le sonaban de nada. "El Largo", "El Máquina" y "Piqui y Miqui". ¿Serían apodos en clave? Mencionaban algo de una especie de organización, se hablaba de reuniones secretas y de planes lo suficientemente confidenciales como para no quedar por escrito. Sus ojos se vieron varias veces atraídos por unos nombres en concreto. Airgid no sabía que sus padres figuraban en esos escritos. No conocía sus nombres, ni sus caras, había asumido que murieron hacía mucho tiempo, pero ni eso lo tenía claro. Entonces distinguió una firma entre todos esos nombres extraños, la de un tal Domsdey Crimsolth. ¿Ese no era...? La rubia giró levemente la cabeza, como hacían los perrillos al escuchar algo que les llamaba la atención. ¡Sí, era él! Ragnheidr le había mencionado ese nombre hace poco, dijo que se trataba de un menudo ancianito que le había hablado sobre... la revolución, o algo parecido. ¿Qué pintaba ese hombre en todo aquello? ¿Solía este sótano pertenecerle? Con más preguntas que respuestas, Airgid continuaba leyendo.
Al menos hasta que la presencia de una luz que tintineaba llamó su atención. Sacando sus narices de las notas y los libros. Atravesó el pequeño pasillo hasta dar con la sala de donde provenía la luz, todo lleno de libros hasta reventar. Podría abrir una librería con todo eso. Pero eso no era lo más llamativo. ¿Qué hacía una luz encendida ahí, de repente? ¿Es que alguien más se paseaba por aquel sótano?