Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
15-09-2024, 05:27 PM
— Rragnheidrrr Grosdttir no perrrderrr. — Confirmó, esbozando una alegre sonrisa. Tenía mucha fe en sí mismo, era algo de lo que había aprendido a enorgullecerse a lo largo del tiempo. No siempre fue así.
¿Estaba lloviendo? El cuerpo de Asradi parecía estar aumentando de temperatura. — Seguro que es aguachirri. — Los golpecitos de la morena guiaban los pasos del titán, cuál montura experimentada. Los dos hombres, que hasta ese momento charlaban en voz baja, sintieron el peso de una presencia descomunal que parecía tragarse el aire a su alrededor. Cuando levantaron la vista, sus palabras murieron en sus gargantas. Ragn avanzaba hacia ellos. Su sombra era imponente, una colosal figura que, aunque apenas se movía con esfuerzo, parecía sacudir el suelo bajo sus pies. Cada paso que daba resonaba como un eco lejano, como si el mismo suelo temiera al gigante. En su hombro derecho, con una tranquilidad casi aterradora, descansaba Asradi, tan pequeña a su lado que parecía una extensión más de su cuerpo. Una hermosa extensión.
Los hombres sintieron el frío recorrerles la espina dorsal. Era como si el miedo tuviera una forma tangible, envolviéndolos, impidiéndoles siquiera retroceder. La piel se les erizaba, sus corazones palpitaban con violencia, y sus miradas se encontraron por un segundo, en un silencio que solo podía albergar desesperación. Los ojos azules como el mar del vikingo quisieron toparse con los de Asradi. Casi que estaba esperando un permiso, aunque la realidad era otra. Estaba a punto de jugarle su propio comentario en contra. — Sentirrr, perrro compañerrra, no querrrer que gastarrr tiempo si no haberrr dinerrro de porrr medio. — Le levantó el pulgar a Asradi, buscando su aprobación, aunque realmente estaba soltando una ironía colosal. Para entender aquel juego, era necesario conocer al rubio bien. Su tosca manera de comunicarse en esa vergüenza de idioma, se había dado cuenta que daba la imagen a los demás de alguien casi "cortito" sin ningún tipo de capacidad de soltar ironías, dobles sentidos o comentarios más rebuscados. Tenía más que asumido que así era, por eso disfrutaba cuando nadie esperaba una vuelta de situación al elaborar, por pequeña que sea, una jovial broma.
Ambos tragaron saliva al mismo tiempo, el nudo en sus gargantas era palpable. Sus manos temblaban ligeramente mientras intercambiaban una mirada cargada de desesperación, buscando en los ojos del otro alguna señal de escape, pero lo único que encontraron fue el mismo terror incontrolable. El cuerpo de Ragn, poderoso y colosal, era una amenaza silenciosa, su presencia un recordatorio de que no había escapatoria. Asradi, ligera en el hombro derecho del gigante, no hacía nada por aminorar el miedo; era como si su propia quietud aumentara la tensión, como si supiera que no había peligro para ellos… porque ya estaban condenados.
¿Estaba lloviendo? El cuerpo de Asradi parecía estar aumentando de temperatura. — Seguro que es aguachirri. — Los golpecitos de la morena guiaban los pasos del titán, cuál montura experimentada. Los dos hombres, que hasta ese momento charlaban en voz baja, sintieron el peso de una presencia descomunal que parecía tragarse el aire a su alrededor. Cuando levantaron la vista, sus palabras murieron en sus gargantas. Ragn avanzaba hacia ellos. Su sombra era imponente, una colosal figura que, aunque apenas se movía con esfuerzo, parecía sacudir el suelo bajo sus pies. Cada paso que daba resonaba como un eco lejano, como si el mismo suelo temiera al gigante. En su hombro derecho, con una tranquilidad casi aterradora, descansaba Asradi, tan pequeña a su lado que parecía una extensión más de su cuerpo. Una hermosa extensión.
Los hombres sintieron el frío recorrerles la espina dorsal. Era como si el miedo tuviera una forma tangible, envolviéndolos, impidiéndoles siquiera retroceder. La piel se les erizaba, sus corazones palpitaban con violencia, y sus miradas se encontraron por un segundo, en un silencio que solo podía albergar desesperación. Los ojos azules como el mar del vikingo quisieron toparse con los de Asradi. Casi que estaba esperando un permiso, aunque la realidad era otra. Estaba a punto de jugarle su propio comentario en contra. — Sentirrr, perrro compañerrra, no querrrer que gastarrr tiempo si no haberrr dinerrro de porrr medio. — Le levantó el pulgar a Asradi, buscando su aprobación, aunque realmente estaba soltando una ironía colosal. Para entender aquel juego, era necesario conocer al rubio bien. Su tosca manera de comunicarse en esa vergüenza de idioma, se había dado cuenta que daba la imagen a los demás de alguien casi "cortito" sin ningún tipo de capacidad de soltar ironías, dobles sentidos o comentarios más rebuscados. Tenía más que asumido que así era, por eso disfrutaba cuando nadie esperaba una vuelta de situación al elaborar, por pequeña que sea, una jovial broma.
Ambos tragaron saliva al mismo tiempo, el nudo en sus gargantas era palpable. Sus manos temblaban ligeramente mientras intercambiaban una mirada cargada de desesperación, buscando en los ojos del otro alguna señal de escape, pero lo único que encontraron fue el mismo terror incontrolable. El cuerpo de Ragn, poderoso y colosal, era una amenaza silenciosa, su presencia un recordatorio de que no había escapatoria. Asradi, ligera en el hombro derecho del gigante, no hacía nada por aminorar el miedo; era como si su propia quietud aumentara la tensión, como si supiera que no había peligro para ellos… porque ya estaban condenados.