Galhard - Muelle del G-23 Base de la Marina, Día 25 de Verano, año 724
El sol de verano golpeaba con fuerza el puerto del G-23, haciendo que el uniforme comenzara a pegarse ligeramente a mi piel. Sin embargo, más pesada que el calor era la atmósfera entre los marines reunidos, todos esperando la llegada de la Sargento Bridget, que no era una figura desconocida para nadie... al menos no por su reputación. A medida que la Sargento descendía del buque, su porte rígido y su uniforme perfectamente cuidado parecían exigir una perfección que pocos alcanzaban. Su mirada, fría y distante, era tan precisa como las letras en sus informes: meticulosa, pero carente de vida. Su autoridad era innegable, pero había algo en ella que recordaba al acero en una espada que no ha sido blandida: fuerte, pero impersonal.Mientras se presentaba y empezaba a pasar lista, mi mente se desvió brevemente hacia el destino de nuestra misión: el Reino de Goa. Sabía lo suficiente de ese lugar para entender que las apariencias engañaban. A simple vista, Goa era una ciudad important del East Blue que, sin embargo, escondía una verdad incómoda. Desde que la industrialización había ganado terreno, muchas personas habían abandonando sus hogares huyendo hacia Villa Fosha, buscando un refugio que apenas podía sostener a sus propios habitantes.
Es curioso cómo la marina nos entrena para obedecer, pero no para hacernos preguntas, pensé. Sabíamos lo que debíamos hacer: escoltar una mercancía de alto valor. Pero, ¿qué se escondía tras ese “alto valor”? ¿Quién realmente se beneficiaba de esta operación? Sabía que hacer preguntas en voz alta podía ser peligroso para la carrera de un marine, pero no podía evitar reflexionar sobre el hecho de que estábamos protegiendo algo que probablemente continuaría alimentando las injusticias de lugares como Goa. La Sargento Bridget hacía su aparición imponente, marcando cada paso como si fuera una coreografía milimétrica. Sus órdenes eran claras, su voz firme, pero sus ojos… vacíos. No había calidez ni comprensión en ellos, solo la frialdad de quien sigue las reglas al pie de la letra sin preguntarse por qué. Me esforcé por mantenerme neutral mientras se presentaba, aunque en mi interior no podía evitar compararla con el Sargento Ahab, mi mentor. Ambos compartían la misma disciplina férrea, pero Ahab sabía que, a veces, el deber no era suficiente si perdías el corazón de tu equipo.
La Sargento Bridget continuaba pasando lista, y cuando llegó mi turno, respondí alto y claro.
—Suboficial Galhard, presente.—
La sargento apenas me miró, su mano izquierda, cubierta por un guante de extraña rigidez, trazaba un único movimiento preciso sobre la lista, mientras su mano derecha, la perfectamente desenvuelta, mantenía el papel con firmeza. Mi atención fue atraída brevemente por el mercader que acababa de llegar. Era un hombre robusto, con ropas elegantes, pero con el aire despreocupado de alguien que sabe que no es él quien corre el peligro en la misión. ¿Qué mercancía tan valiosa necesita tanta escolta?, pensé mientras el hombre intercambiaba unas palabras rápidas con uno de los marines encargados del puerto.
No era raro que la marina realizara misiones de escolta para mercaderes, especialmente cuando se trataba de bienes importantes. Sin embargo, algo en la manera en que este mercader se movía me hizo pensar que sabía más de lo que dejaba entrever. Su rostro no mostraba la ansiedad habitual que los civiles suelen exhibir al depender de los militares para su protección. Eso me llevó a preguntarme si la mercancía en cuestión no era simplemente un bien material, sino algo con implicaciones más profundas. Tal vez información confidencial, o peor aún, algo relacionado con los oscuros tratos del Reino de Goa.
La Sargento terminó de pasar lista y anunció que no nos acompañaría durante la misión. A pesar de su tono formal, sus palabras carecían de la calidez que se esperaría de alguien que confía en su equipo. Entonces, nos dio la oportunidad de elegir un jefe de equipo, algo que raramente se permitía en la marina. Lovecraft, con su porte decidido, se ofreció para el mando, y lo respeté por eso. Sin embargo, había algo en su entrega que, aunque firme, no sentía que conectara con la realidad de lo que íbamos a enfrentar.
Di un paso adelante.
—Con su permiso, Sargento Bridget —dije, con mi tono calmado pero firme, con la mirada fija en sus ojos purpuras — Me ofrezco como jefe de equipo. —Hice una breve pausa, dejando que mis palabras resonaran entre los presentes —Conozco a mis compañeros, y sé que, trabajando juntos, somos capaces de cumplir con esta misión. Pero más allá de la disciplina, es importante que podamos apoyarnos los unos a los otros en todo momento.—
Noté que algunos de los marines presentes intercambiaban miradas de evaluación. Mi enfoque no era imponer, sino liderar con un entendimiento más humano, más cercano a lo que había aprendido bajo el Sargento Ahab. Sabía que en mis compañeros había habilidades y talentos que podían no ser evidentes a simple vista. La misión no se trataba solo de escoltar una carga, se trataba de mantenernos unidos, de volver todos de una pieza.
—La marina nos enseña a obedecer— añadí, mis palabras saliendo con un tono pensativo —pero no siempre nos enseña a hacer preguntas. Sin embargo, me parece que las preguntas correctas pueden salvar vidas. Quiero que sepan que cualquier inquietud o duda que tengan será escuchada por mi, somos un equipo, y estoy aquí para asegurarme de que todos volvamos de esta misión ilesos y con la tarea cumplida.—
Miré a mis compañeros de misión, buscando en sus rostros una señal de aceptación, de confianza. Lovecraft, siempre serio y dedicado, parecía estar considerando mis palabras. Nagaki, con su disciplina natural, mantuvo una postura firme, pero sus ojos mostraban un leve asentimiento. Cadmus y Anko, aunque más difíciles de leer, no dieron señales de descontento.
Finalmente, me giré hacia la Sargento Bridget.
—Confío en que usted tomará la mejor decisión, señora. Pero, si elige a alguien para liderar, que sea alguien que no solo cuide de la misión, sino de los hombres.
Esperé su veredicto con una calma calculada. Sabía que no sería fácil, pero estaba convencido de que liderar no significaba simplemente dar órdenes. Liderar significaba escuchar, proteger y guiar.—