Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Aventura] [T1] El fin de los "Hijos del Viento"
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Cayendo la noche del 14 del verano del año 724.
Pueblo Rostock - Isla Kilombo - East Blue


El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados, mientras las sombras de la tarde se alargaban lentamente sobre en Pueblo Rostock, de Isla Kilombo. El Espumoso Joe es un bar modesto y algo decadente en el pueblo de Rostock, Isla Kilombo. El exterior está marcado por años de abandono, con paredes de madera oscura y un letrero descolorido. Al entrar, el ambiente es oscuro y discreto, iluminado apenas por lámparas de aceite que dejan las esquinas en penumbra. La barra, gastada y rayada, es atendida por Joe, el dueño calvo y tuerto, cuya actitud fría y distante refuerza la reputación del lugar como un refugio para personajes de dudosa reputación. Las mesas están desgastadas y desiguales, siempre llenas de clientes que conversan en voz baja, comen o juegan cartas.

El bar tiene una pequeña plataforma para música en vivo, aunque los músicos locales rara vez logran captar la atención del público. Un segundo piso, accesible por una escalera crujiente, ofrece habitaciones para aquellos que buscan alojamiento o un escondite temporal. A un lado, hay mesas dedicadas a juegos de azar como Black Jack y Poker, donde las apuestas son algo constantes. Sin embargo, esa tarde, el ambiente se veía perturbado por un grupo de piratas que, desde hacía ya varias horas, ocupaban una de las mesas más grandes del local.

Eran una tripulación peculiar, liderada por una mujer de figura esbelta y piel tostada por el sol, cuyos ojos oscuros reflejaban un ansia de libertad tan grande como el mar mismo. Su largo cabello negro caía en una cascada sobre sus hombros, y sus movimientos eran tan gráciles como sensuales, capturando la atención con solo una mirada. Era imposible no notar la autoridad que emanaba su presencia frente a su tripulación, aún cuando permanecía sentada en silencio, observando a su alrededor con una leve sonrisa en los labios. Vestía ropas simples, pero bien ajustadas a su cuerpo, y llevaba una larga daga colgando del cinturón, como una advertencia silenciosa de que no necesitaba mucho para defenderse.

A su lado, su segundo al mando, un mink pequeño y ágil, llamado Meeko, era todo lo contrario a su capitana. Con ojos de mirada picaresca y un constante gesto burlón en el rostro, se mantenía en movimiento, dando pequeños saltos de su asiento y robando bocados de comida de los platos ajenos sin que nadie lo notara a primera vista. Sus manos eran rápidas, y su risa, aguda y estridente, destacaba entre el barullo del bar. A pesar de su apariencia relajada, Meeko era claramente alguien que sabía moverse entre las sombras, y aunque su actitud fuera más juguetona que amenazante, había una chispa peligrosa en sus ojos que sugería que no era prudente subestimarlo. El resto de la tripulación, aunque no aparentaban ser nada considerable, al menos a simple vista, compartía una camaradería ruidosa y despreocupada. Eran piratas curtidos por la vida en el mar, con cicatrices en la piel y manos endurecidas por el trabajo. Se reían y bebían sin moderación, sus gritos resonando por todo el salón. Aunque no habían causado destrozos, la creciente ebriedad en sus acciones y palabras comenzaba a generar un ambiente cada vez más tenso. Las miradas de los pocos clientes que aún permanecían en el bar eran de preocupación; la mayoría había comenzado a retirarse en silencio, sabiendo que la situación podía descontrolarse en cualquier momento.

Uno de los clientes, un hombre menudo con una gorra de cuero, no pudo evitar sentir cómo el sudor comenzaba a correrle por la frente. Observó al grupo de piratas con una mezcla de miedo y desconfianza. Sabía que ese tipo de personajes raramente pasaban inadvertidos, y aunque la capitana parecía mantener cierto control sobre su tripulación, la ebriedad siempre era un factor impredecible. Con manos temblorosas, terminó su vaso de un trago antes de levantarse apresuradamente, lanzando una última mirada hacia el grupo antes de dirigirse hacia la puerta. —Son piratas...— murmuró en voz baja, lo suficientemente fuerte para que algunos de los presentes lo escucharan, pero no tan alto como para atraer la atención de la tripulación.

Las palabras parecieron recorrer el bar como un eco, haciendo que el ambiente relajado se volviera denso y temeroso. Los rostros de los presentes palidecieron al instante, y un silencio casi antinatural cayó sobre el lugar, ahogando incluso las risas y conversaciones de los piratas. Durante unos segundos, nadie se movió, nadie habló, y el sonido del mar fuera del bar se hizo extrañamente nítido, como si el viento mismo hubiese dejado de soplar. Meeko fue el primero en notar el cambio de ambiente. Detuvo su movimiento, y una sonrisa ladina se dibujó en su rostro mientras miraba a los clientes, algunos de los cuales comenzaban a levantarse lentamente de sus asientos para abandonar el lugar. Con una agilidad casi infantil, Meeko se subió a una de las mesas cercanas y, con una jarra de ron en mano, levantó la voz.

¡Vamos, no se asusten tanto!— exclamó, mientras su risa estridente resonaba por todo el salón. —¡No mordemos... al menos no sin razón!— Sus palabras rompieron el silencio, pero no de la manera que los clientes esperaban. Algunos comenzaron a moverse más rápido, saliendo del bar antes de que la situación escalara, mientras otros se quedaban paralizados, observando con miedo a los piratas que seguían bebiendo y riendo. La capitana, por su parte, observaba la escena con una calma imperturbable. Sus ojos seguían cada movimiento, cada reacción, pero no decía una palabra. No necesitaba hacerlo. Su mera presencia mantenía a su tripulación bajo control, aunque por cuánto tiempo, nadie lo sabía. Claramente ya no eran bienvenidos en el lugar... Joe simplemente escondió sus manos tras la barra.



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[T1] El fin de los "Hijos del Viento" - por Ubben Sangrenegra - 16-09-2024, 12:26 AM

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