Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
16-09-2024, 02:43 AM
Para mí desgracia y decepción, no fui el primer objetivo de los ladrones. El día veinticinco oí las noticias de un gran robo. Los cuatreros parecían estar manos a la obra y habiendo realizado un movimiento hacía tan poco, sospechaba que no serían tan imprudentes como para hacer un segundo golpe con tan poco margen. A lo mejor, si tenía suerte, intentaban venderme a mí el ganado robado, si había esparcido bien las noticias. Sin embargo, hasta entonces había preparaciones que hacer. Tenía que terminar de hacer mis preparativos para asegurarme de tener toda la información posible.
No me convencía la idea de relacionarme con el sheriff. Ya había sospechado la posibilidad de que la ley estuviese corrompida de alguna manera, así que no me sorprendió escuchar rumores que corroboraban mis temores. No creía que el propio sheriff estuviese metido, tanto por lo que había oído como por la situación general. Si Dardo tuviera al sheriff metido en el bolsillo, no le hubiera costado iniciar un reinado de terror en Kalab y hacer que las noticias de sus fechorías no trascendiesen. Sin embargo, no solo habían trascendido sino que había una recompensa por su captura. Así pues, creía poder descartar esa posibilidad por el momento. Lo que me preocupaba, sin embargo, era que algún subordinado corrupto escuchase la conversación o que el sheriff me hiciera preguntas que no pudiera contestar sin levantar mi tapadera. Mentir seguía sin ser una opción. Pese a todo, decidí ir a hablar con él, aprovechando algún momento en que me lo cruzase en la calle en lugar de verle en su oficina (hecho que levantaría menos sospechas, esperaba) para acercarme como un ciudadano preocupado para preguntarle qué sabía del robo, si debía preocuparme que mi hacienda pudiera ser un objetivo y qué medidas podía tomar para proteger mi propiedad. Si tenía suerte, a lo mejor el sheriff decía algo que yo no sabía. Evité cometer deslices como mencionar el nombre de Dardo, dado que aún no lo había oído asociado a las noticias. Aunque no me cabía apenas duda de que había sido Dardo, preferí no atraer atenciones indebidas o preguntas como por qué había sido tan rápido al ligar el nombre del cuatrero con el incidente.
Había oído hablar de ciertos lugares en los que podían conseguirse secretos por un precio apropiado, pero no me quedaba tanto dinero como para costearme tanto la entrada, como participar en las partidas de póker, como pagar las preguntas. Tal vez podría haber obviado las partidas, pero prefería evitar comportamientos que llamasen la atención. Además, nunca he sido un gran jugador de cartas. Meterme habría resultado probablemente en que me desplumasen.
En su lugar, decidí hacer preguntas a quienes escuché hablando del tema sobre el robo, para intentar enterarme de qué había ocurrido exactamente. Era evidente que desconfiaban de los extraños, como era habitual en comunidades aisladas como aquella y, probablemente, no me contarían todo lo que podían haber escuchado. Pero al menos la idea general me serviría para ir recopilando información adicional. Además, preguntar por un robo de ganado no se salía de mi papel de comprador de ganado forastero, era natural que un comerciante se preocupase al escuchar noticias de aquella índole, especialmente siendo foráneo.
Por último, decidí hacerle una visita al vendedor de armas, Rick. En condiciones normales, poco se me perdía en una tienda de armas. Mi estilo de combate no letal se lleva mejor con impactos desarmados o, como mucho, con guanteletes. Y ya tenía unos buenos guanteletes. Sin embargo, si alguien se estaba lucrando del pánico de la gente, probablemente estaría dispuesto a contarme lo que supiera (y seguramente exageraría detalles, pero eso era de esperar) para intentar que comprase algo. Claro que una vez me hubiese hablado del tema, rechazaría amablemente y si insistía, le diría que no me gustaban las armas de fuego ni similares (algo que era cierto). Tenía mis sospechas, un cierto pálpito, de que Rick podía tener algo que ver. Si era el caso y le contaba a Dardo que el extranjero había declinado comprar armas, tal vez eso facilitaría mis planes.
Por lo demás, solo quedaba esperar y estar alerta.
No me convencía la idea de relacionarme con el sheriff. Ya había sospechado la posibilidad de que la ley estuviese corrompida de alguna manera, así que no me sorprendió escuchar rumores que corroboraban mis temores. No creía que el propio sheriff estuviese metido, tanto por lo que había oído como por la situación general. Si Dardo tuviera al sheriff metido en el bolsillo, no le hubiera costado iniciar un reinado de terror en Kalab y hacer que las noticias de sus fechorías no trascendiesen. Sin embargo, no solo habían trascendido sino que había una recompensa por su captura. Así pues, creía poder descartar esa posibilidad por el momento. Lo que me preocupaba, sin embargo, era que algún subordinado corrupto escuchase la conversación o que el sheriff me hiciera preguntas que no pudiera contestar sin levantar mi tapadera. Mentir seguía sin ser una opción. Pese a todo, decidí ir a hablar con él, aprovechando algún momento en que me lo cruzase en la calle en lugar de verle en su oficina (hecho que levantaría menos sospechas, esperaba) para acercarme como un ciudadano preocupado para preguntarle qué sabía del robo, si debía preocuparme que mi hacienda pudiera ser un objetivo y qué medidas podía tomar para proteger mi propiedad. Si tenía suerte, a lo mejor el sheriff decía algo que yo no sabía. Evité cometer deslices como mencionar el nombre de Dardo, dado que aún no lo había oído asociado a las noticias. Aunque no me cabía apenas duda de que había sido Dardo, preferí no atraer atenciones indebidas o preguntas como por qué había sido tan rápido al ligar el nombre del cuatrero con el incidente.
Había oído hablar de ciertos lugares en los que podían conseguirse secretos por un precio apropiado, pero no me quedaba tanto dinero como para costearme tanto la entrada, como participar en las partidas de póker, como pagar las preguntas. Tal vez podría haber obviado las partidas, pero prefería evitar comportamientos que llamasen la atención. Además, nunca he sido un gran jugador de cartas. Meterme habría resultado probablemente en que me desplumasen.
En su lugar, decidí hacer preguntas a quienes escuché hablando del tema sobre el robo, para intentar enterarme de qué había ocurrido exactamente. Era evidente que desconfiaban de los extraños, como era habitual en comunidades aisladas como aquella y, probablemente, no me contarían todo lo que podían haber escuchado. Pero al menos la idea general me serviría para ir recopilando información adicional. Además, preguntar por un robo de ganado no se salía de mi papel de comprador de ganado forastero, era natural que un comerciante se preocupase al escuchar noticias de aquella índole, especialmente siendo foráneo.
Por último, decidí hacerle una visita al vendedor de armas, Rick. En condiciones normales, poco se me perdía en una tienda de armas. Mi estilo de combate no letal se lleva mejor con impactos desarmados o, como mucho, con guanteletes. Y ya tenía unos buenos guanteletes. Sin embargo, si alguien se estaba lucrando del pánico de la gente, probablemente estaría dispuesto a contarme lo que supiera (y seguramente exageraría detalles, pero eso era de esperar) para intentar que comprase algo. Claro que una vez me hubiese hablado del tema, rechazaría amablemente y si insistía, le diría que no me gustaban las armas de fuego ni similares (algo que era cierto). Tenía mis sospechas, un cierto pálpito, de que Rick podía tener algo que ver. Si era el caso y le contaba a Dardo que el extranjero había declinado comprar armas, tal vez eso facilitaría mis planes.
Por lo demás, solo quedaba esperar y estar alerta.