Octojin
El terror blanco
16-09-2024, 09:46 AM
El tiburón resopló a la par que negaba con la cabeza. Aquella situación le estaba descolocando bastante. Por un momento pensó en huir y alejarse de allí. Volver a su ansiado mar, nadar, bucear y perderse entre las cristalinas aguas de la costa, para así despejar la mente de aquella extraña sensación que le rondaba estando cerca de la humana. Pero no lo hizo, decidió aguantar allí y ver qué le deparaba aquella situación. Al menos por el momento.
Octojin no pudo evitar sentirse abrumado por la insistencia de la humana. A pesar de su gran tamaño y su naturaleza imponente, había algo en la actitud de Airgid que lo descolocaba. Su energía y gestos infantiles eran completamente ajenos a su experiencia; nunca había visto a alguien comportarse así, tan despreocupada y llena de vida. Era una mezcla entre curiosidad y desconcierto. Un cóctel nuevo para el gyojin.
Cuando Airgid levantó el puño, acompañando su broma con una gran sonrisa, Octojin se quedó mirándola, sin saber cómo reaccionar. Nunca había sido amigo del humor, y francamente, no entendía del todo lo que la humana trataba de transmitir. El sarcasmo y las bromas eran cosas que no estaban en su naturaleza. Cuando ella explicó que era solo una broma, el tiburón simplemente parpadeó, algo incómodo. No le veía sentido. ¿Por qué? ¿Cuál era el fin de hacer aquello? La naturaleza humana cada vez creaba más incertidumbre en el escualo.
Luego, los gritos repentinos de Airgid lo hicieron fruncir el ceño. Su voz resonaba en el ambiente con una energía que le resultaba extraña, nuevamente incómoda. ¿Por qué gritaba tanto? La voz de la humana parecía como un cañonazo en su cabeza, algo fuera de lugar. No era lo que él esperaba de alguien que le había insultado y luego había comenzado a hacer preguntas como si fueran viejos conocidos. Tampoco sabía si aquél comportamiento era del todo común en los humanos, pero esperaba que no fuese así. De serlo, sería un completo caos mantener una simple conversación con uno de ellos. Primero te darían los buenos días, para después meterse con tu aspecto, y finalmente te preguntarían por tu mascota. Los humanos no tenían sentido.
Pero a medida que Airgid continuaba hablando, cada vez más emocionada y gesticulando como si cada palabra fuera una aventura por sí misma, el habitante del mar sintió algo inesperado. Una especie de ternura comenzó a crecer dentro de él. ¿Era posible que aquella humana estuviera tan sola como él? Su insistencia, su energía desenfrenada… tal vez estaba buscando algo más que una simple conversación.
Cuando Airgid se sentó a su lado, Octojin esbozó una sonrisa, algo que raramente hacía. No entendía por qué, pero había algo en ella que le provocaba esa reacción. Tal vez era su tenacidad, su persistencia, o tal vez simplemente el hecho de que no parecía tener miedo de él, algo que la mayoría de los humanos sí tenían.
—¿Por qué eres tan intensa? —resopló Octojin, intentando encontrar las palabras mientras se frotaba la nuca, sintiéndose torpe. No era algo que estuviera acostumbrado a decir, pero la situación le resultaba tan extraña que no pudo evitarlo. Lo dijo de una manera casi cómica, aunque sin intención de ser gracioso. Simplemente estaba siendo sincero—. Hay tiempo para hacer preguntas, ¿sabes? No tienes que hacerlas todas a la vez.
Tenía la sensación de que para Airgid aquello era como si todo lo que dijera fuera parte de un juego. Uno en el cual debía desconcertar a su oponente. Desquiciarle con cambios de tema sin aparente sentido, acribillarle a preguntas hasta agotar sus neuronas, y desconcertarle con gritos y gestos por doquier. Un juego que, por lo que fuera, no se le estaba dando muy bien al tiburón.
—Soy carpintero —respondió Octojin, buscando simplificar las cosas—. Me gano la vida cazando maleantes, pero también soy bastante hábil con las construcciones y reparaciones. Y en cuanto a cuánto peso levanto… —hizo una pausa, mirando hacia el horizonte, como si fuera lo más normal del mundo—. Puedo levantar varios cientos de toneladas, nunca he probado cuál es mi límite —se limitó a decir, viéndolo totalmente normal, aunque realmente fuese algo sobrenatural.
Airgid podría sentirse algo impresionada por lo último que dijo, pero para el habitante del mar era lo más normal del mundo. Para él, su fuerza era simplemente parte de su vida diaria, algo que nunca había considerado fuera de lo común, aunque realmente lo era. Quizá se debía a que nunca se había comparado con un humano, o con alguno de los suyos. Él sobresalía en todo lo relaccionado con la fuerza bruta, mientras que otros podían ser mucho más ágiles que él.
—Medio científica, eh —comentó mientras ojeaba de arriba abajo a la humana, algo que podía parecer incluso incómodo desde fuera—. Y dime, ¿qué es lo último que has creado?
Mientras seguía la conversación, Octojin no podía dejar de preguntarse qué estaba haciendo exactamente allí, hablando con una humana tan extraña, tan distinta a cualquiera que hubiera conocido. Y, sin embargo, sentía que quizás, por primera vez en mucho tiempo, estaba compartiendo un momento genuino con alguien, aunque fuera tan diferente a él.
Octojin no pudo evitar sentirse abrumado por la insistencia de la humana. A pesar de su gran tamaño y su naturaleza imponente, había algo en la actitud de Airgid que lo descolocaba. Su energía y gestos infantiles eran completamente ajenos a su experiencia; nunca había visto a alguien comportarse así, tan despreocupada y llena de vida. Era una mezcla entre curiosidad y desconcierto. Un cóctel nuevo para el gyojin.
Cuando Airgid levantó el puño, acompañando su broma con una gran sonrisa, Octojin se quedó mirándola, sin saber cómo reaccionar. Nunca había sido amigo del humor, y francamente, no entendía del todo lo que la humana trataba de transmitir. El sarcasmo y las bromas eran cosas que no estaban en su naturaleza. Cuando ella explicó que era solo una broma, el tiburón simplemente parpadeó, algo incómodo. No le veía sentido. ¿Por qué? ¿Cuál era el fin de hacer aquello? La naturaleza humana cada vez creaba más incertidumbre en el escualo.
Luego, los gritos repentinos de Airgid lo hicieron fruncir el ceño. Su voz resonaba en el ambiente con una energía que le resultaba extraña, nuevamente incómoda. ¿Por qué gritaba tanto? La voz de la humana parecía como un cañonazo en su cabeza, algo fuera de lugar. No era lo que él esperaba de alguien que le había insultado y luego había comenzado a hacer preguntas como si fueran viejos conocidos. Tampoco sabía si aquél comportamiento era del todo común en los humanos, pero esperaba que no fuese así. De serlo, sería un completo caos mantener una simple conversación con uno de ellos. Primero te darían los buenos días, para después meterse con tu aspecto, y finalmente te preguntarían por tu mascota. Los humanos no tenían sentido.
Pero a medida que Airgid continuaba hablando, cada vez más emocionada y gesticulando como si cada palabra fuera una aventura por sí misma, el habitante del mar sintió algo inesperado. Una especie de ternura comenzó a crecer dentro de él. ¿Era posible que aquella humana estuviera tan sola como él? Su insistencia, su energía desenfrenada… tal vez estaba buscando algo más que una simple conversación.
Cuando Airgid se sentó a su lado, Octojin esbozó una sonrisa, algo que raramente hacía. No entendía por qué, pero había algo en ella que le provocaba esa reacción. Tal vez era su tenacidad, su persistencia, o tal vez simplemente el hecho de que no parecía tener miedo de él, algo que la mayoría de los humanos sí tenían.
—¿Por qué eres tan intensa? —resopló Octojin, intentando encontrar las palabras mientras se frotaba la nuca, sintiéndose torpe. No era algo que estuviera acostumbrado a decir, pero la situación le resultaba tan extraña que no pudo evitarlo. Lo dijo de una manera casi cómica, aunque sin intención de ser gracioso. Simplemente estaba siendo sincero—. Hay tiempo para hacer preguntas, ¿sabes? No tienes que hacerlas todas a la vez.
Tenía la sensación de que para Airgid aquello era como si todo lo que dijera fuera parte de un juego. Uno en el cual debía desconcertar a su oponente. Desquiciarle con cambios de tema sin aparente sentido, acribillarle a preguntas hasta agotar sus neuronas, y desconcertarle con gritos y gestos por doquier. Un juego que, por lo que fuera, no se le estaba dando muy bien al tiburón.
—Soy carpintero —respondió Octojin, buscando simplificar las cosas—. Me gano la vida cazando maleantes, pero también soy bastante hábil con las construcciones y reparaciones. Y en cuanto a cuánto peso levanto… —hizo una pausa, mirando hacia el horizonte, como si fuera lo más normal del mundo—. Puedo levantar varios cientos de toneladas, nunca he probado cuál es mi límite —se limitó a decir, viéndolo totalmente normal, aunque realmente fuese algo sobrenatural.
Airgid podría sentirse algo impresionada por lo último que dijo, pero para el habitante del mar era lo más normal del mundo. Para él, su fuerza era simplemente parte de su vida diaria, algo que nunca había considerado fuera de lo común, aunque realmente lo era. Quizá se debía a que nunca se había comparado con un humano, o con alguno de los suyos. Él sobresalía en todo lo relaccionado con la fuerza bruta, mientras que otros podían ser mucho más ágiles que él.
—Medio científica, eh —comentó mientras ojeaba de arriba abajo a la humana, algo que podía parecer incluso incómodo desde fuera—. Y dime, ¿qué es lo último que has creado?
Mientras seguía la conversación, Octojin no podía dejar de preguntarse qué estaba haciendo exactamente allí, hablando con una humana tan extraña, tan distinta a cualquiera que hubiera conocido. Y, sin embargo, sentía que quizás, por primera vez en mucho tiempo, estaba compartiendo un momento genuino con alguien, aunque fuera tan diferente a él.