Takahiro
La saeta verde
16-09-2024, 12:31 PM
Contra todo pronóstico, la batalla no se prolongó durante mucho más tiempo. El espadachín peliverde había conseguido desarmar a los peones de aquella banda, haciendo que sus compañeros los derrotaran en un abrir y cerrar de ojos, cayendo al suelo impotente ante las habilidades de los miembros de la brigada. Durante un instante una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro, aquello había sido distinto a la última vez, y un sentimiento de dicha emanaba desde el interior de su estómago. Sin embargo, si bien estaba contento por las mejoras de sus habilidades como espadachín, estaba convencido de que aún había peligros más grandes a los que tenía que enfrentar, como el hombre de chocolate.
El líder barbón y su compañera se arrodillaron desarmados, al menos en apariencia. Takahiro, sin fiarse ni ápice de ellos, mientras sus compañeros los interrogaban los cacheaba con sutileza.
—No me fío ni un pelo —comentó en voz alta, mientras palmaba las ropas del hombre. No obstante, paró en el momento que le tocaba cachear a la mujer—. Grandullona, ¿cacheas tú a la muchacha? —le preguntó—. No sería la primera vez que nos la intentan liar.
Entretanto, el líder de aquel grupo de maleantes, cuya mirada apenas se apartada del quebradizo y polvoriento suelo de aquella estancia, comenzó a hablar y contar quienes los habían contratado. Al parecer, el hombre era un sujeto turbio y con bastante poder, cuya descripción —al menos en apariencia—, encajaba perfectamente con el sujeto con la fruta de chocolate.
—¿A qué te refieres con algo más importante? —preguntó el peliverde, con cierta irascibilidad en su tono de voz, algo bastante raro en él que solía mantener una actitud y una filosofía de vida bastante relajada—. ¡Desembucha!
Sin embargo, la que habló fue la mujer, cuya mirada cristalina, pero al mismo tiempo triste, iba dirigida al cabecilla de su banda, que continuó con las explicaciones. Para que segundos más tardes, el barbudo continuara.
—Creo que debemos llegar a estos tres con el Capitán Raisho y sus hombres y… —El peliverde se calló durante un breve instante. A su mente volvieron las dudas que había tenido minutos atrás: algo estaba mal con aquella situación. La falta de sutileza, tratar de dispersar a los marines por distintos puntos de la isla, el sujeto que les había informado antes de que llegara nadie a la explosión… Todo era muy extraño. ¿Y si alguien los estaba escuchando? Esa posibilidad estaba vigente, así que intentó proponer una vía de acción falso y que sus compañeros captaran al instante—. Creo que lo más sensato es ir al casino y preguntar por el hombre del traje. Quizá si movemos un poco el avispero salga de su escondite. ¿No creéis? —propuso en voz alta—. A fin de cuentas, el cuartel de la marina cuenta con Shaw y sus grandes habilidades tácticas y bélicas para defenderlo en caso de urgencia. No hay nadie mejor que él para ello.
Le ardía la lengua al haber tenido que alabar a Shawn aunque fuera mentira, pero esperaba que sus compañeros captasen la mentira de esa forma y supieran que su proposición era la contraria: ir hacia el cuartel a ver que ocurría.
El líder barbón y su compañera se arrodillaron desarmados, al menos en apariencia. Takahiro, sin fiarse ni ápice de ellos, mientras sus compañeros los interrogaban los cacheaba con sutileza.
—No me fío ni un pelo —comentó en voz alta, mientras palmaba las ropas del hombre. No obstante, paró en el momento que le tocaba cachear a la mujer—. Grandullona, ¿cacheas tú a la muchacha? —le preguntó—. No sería la primera vez que nos la intentan liar.
Entretanto, el líder de aquel grupo de maleantes, cuya mirada apenas se apartada del quebradizo y polvoriento suelo de aquella estancia, comenzó a hablar y contar quienes los habían contratado. Al parecer, el hombre era un sujeto turbio y con bastante poder, cuya descripción —al menos en apariencia—, encajaba perfectamente con el sujeto con la fruta de chocolate.
—¿A qué te refieres con algo más importante? —preguntó el peliverde, con cierta irascibilidad en su tono de voz, algo bastante raro en él que solía mantener una actitud y una filosofía de vida bastante relajada—. ¡Desembucha!
Sin embargo, la que habló fue la mujer, cuya mirada cristalina, pero al mismo tiempo triste, iba dirigida al cabecilla de su banda, que continuó con las explicaciones. Para que segundos más tardes, el barbudo continuara.
—Creo que debemos llegar a estos tres con el Capitán Raisho y sus hombres y… —El peliverde se calló durante un breve instante. A su mente volvieron las dudas que había tenido minutos atrás: algo estaba mal con aquella situación. La falta de sutileza, tratar de dispersar a los marines por distintos puntos de la isla, el sujeto que les había informado antes de que llegara nadie a la explosión… Todo era muy extraño. ¿Y si alguien los estaba escuchando? Esa posibilidad estaba vigente, así que intentó proponer una vía de acción falso y que sus compañeros captaran al instante—. Creo que lo más sensato es ir al casino y preguntar por el hombre del traje. Quizá si movemos un poco el avispero salga de su escondite. ¿No creéis? —propuso en voz alta—. A fin de cuentas, el cuartel de la marina cuenta con Shaw y sus grandes habilidades tácticas y bélicas para defenderlo en caso de urgencia. No hay nadie mejor que él para ello.
Le ardía la lengua al haber tenido que alabar a Shawn aunque fuera mentira, pero esperaba que sus compañeros captasen la mentira de esa forma y supieran que su proposición era la contraria: ir hacia el cuartel a ver que ocurría.