Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué?
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
No fue una sorpresa pero sí una grata confirmación, el ver cómo aquellos marines que de una u otra forma se habían librado de sus poderosos golpes salían despedidos al exterior del fortín por mano de Atlas. Si ella había dominado la situación fuera del perímetro de cajas sin problemas, el rubio se había asegurado que todo estuviera controlado más allá de ellas. Igual no de una forma tan salvaje, pero uno por uno iban saliendo a trompicones del lugar: algunos rodaban tras salir despedidos por la misma entrada que habían cruzado segundos antes, otros se caían desde la planta superior con la suerte de que no era lo suficientemente alta como para hacerse daños graves. La mayoría volvía a ponerse en pie al momento, encabritados y ofuscados, dispuestos a entrar para darle una lección a su compañero que jamás llegó a producirse. Por el contrario, parecía que eran ellos quienes estaban recibiendo una.

Las palabras del perezoso marine, que apenas debía llevar unas semanas en Loguetown y al que solo conocía desde hacía tres días, resonaban en el campo de entrenamiento y atravesaban a la recluta con la fuerza de los vientos y los mares. Sus ojos de rubí se abrieron un poco más mientras mantenía la vista alzada, con los labios ligeramente separados en un gesto que mostraba sorpresa y emoción a partes iguales. Llegó un momento en el que se quedó así, como disociando del ejercicio y de su alrededor, aunque nadie parecía tener la voluntad suficiente como para probar si podían aprovecharse de ello. No era la primera vez que alguien era amistoso con ella ni mucho menos, había tenido amigos antes —o lo que ella consideraba como amigos, quizá más cercanos a conocidos con los que se llevaba bien—, pero aquella era la primera vez que alguien daba un paso al frente para defenderla en público. No solo con palabras, sino cargando con ellas sus actos. Un pequeño rato después, cuando ningún otro recluta o soldado estuvo dispuesto a entrar de vuelta al fuerte para llevarse un violento correctivo, ni con el valor suficiente como para pasar al lado de la oni, el rubio apareció sobre el primer piso y se sentó allí. Un gesto triunfal pero cansado fue cuanto hizo falta para hacer que Camille volviera en sí.

El labio le tembló levemente y los ojos se le empañaron, pero se aseguró de girarse a tiempo y de que los mechones de su flequillo cayeran al frente lo suficiente como para ocultarle la mirada. Ninguna lágrima llegó a nacer, pero sí una sonrisa que iluminó su rostro cuando se sintió capaz de mirar al frente sin que un sollozo la empañase. Asintió ante las palabras de su compañero.

Todo bien —le confirmó en un tono alegre, riéndose un poco después—. Yo también lo creo. Tan evidente que no van a poder ponernos ninguna excusa.

Y de hecho así fue. Los oficiales, entre ellos Shawn, se vieron en la obligación de dar por concluido el ejercicio y declarar como vencedores del día al peculiar dúo. Habían arrasado por completo con el resto de equipos, ni siquiera dando pie a que hubiera un cambio de ronda en ningún momento. Los demás estaban magullados, algunos aún con heridas sangrantes que no les matarían pero que sin duda les recordarían durante unos días lo ocurrido. Había miradas dirigidas hacia ambos que iban con recelo, rencor, resignación, miedo y alguna hasta de arrepentimiento. Camille dudaba que aquello fuera a hacer cambiar de parecer al grueso de sus compañeros, pero sin duda se lo pensarían dos veces antes de volver a menospreciarla.

Tras ayudar a desmontar el improvisado fortín de cajas y mesas, todos los presentes formaron para saludar a sus superiores y rompieron filas. El entrenamiento de la mañana había concluido y eso solo significaba una cosa: podían darse una más que merecida ducha y volver a llenar el estómago, algo que ambos agradecerían sin duda.

Oye, Atlas —le dijo, acercándose a su compañero sin saber muy bien qué decirle realmente. Se estaba planteando darle las gracias de nuevo por lo que había dicho, pero algo en su interior le hizo cambiar de opinión. Al igual que en la cafetería, no había hecho nada de eso para recibir su gratitud—. ¿Cómo puedes ser capaz de todo eso y no querer presentarte a un solo entrenamiento? Creo que si no te escaqueases tanto nos superarías a todos aquí.

Lo dijo más por chincharle, pero no le faltaba verdad a sus palabras. Entre el despliegue de habilidad que había demostrado durante el Torneo del Calabozo y la más que evidente pericia que se había sacado de la manga esa mañana, resultaba evidente que Atlas no era un marine al uso. Otro bicho raro, como ella, pero con una capacidad que superaba con creces a la del resto.

Creo que voy a agradecer la ducha hoy. ¿Nos vemos luego en el comedor? —sugirió, restándole importancia a la invitación con un gesto de la mano—. Así luego puedo ayudarte a descubrir qué se supone que te toca hacer por la tarde. Salvo que hayas tenido suficiente por hoy.

Mientras esperaba su respuesta, vio por el rabillo del ojo cómo alguien se acercaba hasta ellos, algo apartados ahora de la multitud. No tardó en percibir con la mirada el uniforme propio de los sargentos, aunque el rostro de quien lo portaba no era el de Shawn sino el de alguien que solo se dejaba ver por el G-31 de tanto en cuando. Se dirigía hacia ellos con paso decidido y directo y hasta les hizo un gesto para que no se fueran. Poco después, las mismas señas secretas que Camille había hecho frente a Atlas en el comedor fueron reproducidas por él. Una señal que ambos entendieron.

Sargento Garnett, señor —respondió la oni, poniéndose firme y saludándole de la forma protocolaria.

—Descanse recluta, sin formalidades. No hacen falta después de lo que he visto ahí antes.
#12


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RE: [C - Pasado] La primera regla del club... digo, ¿qué? - por Camille Montpellier - 16-09-2024, 08:24 PM

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