Masao Toduro
El niño de los lloros
17-09-2024, 12:55 AM
(Última modificación: 18-09-2024, 12:17 AM por Masao Toduro.)
Aquello era un follón de tres pares de cojones, no solo el contralmirante Colón le había llamado, sino que además le habían sacado de su confiable grupo de operaciones habituales para meterme en otro quilombo en la isla Kilombo, la verdad es que el nombre le venía ni pal pelo.
Al parecer el contralmirante debía un par de favores a no se cuál capitán y resulta que un soldado de este había pillado la baja, fuera como fuese le habían sacado de su grupo de confort y lo habían enviado con otra tropa, o como Colón lo había denominado “Una forma de mejorar el cv”, la verdad es que no lo había entendido muy bien, él solo conocía el W.C, en una primera instancia pensó que la misión sería algo relacionado con limpiar baño o como él lo solía llamar, tronos blancos, pero nada más lejos de la realidad.
De lo que sí le había advertido Colón es que la sargento Brid…, ah sí, la sargento Bribón era una persona de trato difícil, aun así, logro superar todas mis expectativas, ya cuando la comenzó a ver a lo lejos ya le trasmitió esa aura de persona que parece que le han metido un palo por el culo y que camina más erguida una farola, de hecho, por el flequillo y el aspecto general si nadie le hubiera avisado con antelación habría dicho que era un tío salido de algún retrato. Otro asunto era el uniforme, que debía datar de la época de su bisabuelo, por lo que intuí que debía ser una persona que había entrado hace mucho tiempo, y que había ganado esa mala folla a base de no ascender tras varias décadas de esfuerzo y dedicación a la marina, efectivamente su olfato detectivesco lo había vuelto hacer. Bueno, por lo menos le reconocería que la sargento debía conservarse bien para la edad que debía realmente tener, no todo iban a ser puntos malos.
Fuera como fuese, ya le había advertido Colón de que procurará morderse la lengua un poco más de lo habitual y que fuera impoluto, por ello había hecho su rutina de "burpees" diarios a primera luz del alba, se había aseado a conciencia y había dispuesto a cumplir todo al pie de la letra, presentándose con algunos minutos de antelación. Después de todo era todo un profesional y además no podía dejar a su querido moreno en mal lugar después de todo lo que había hecho por él y por sus otros siete hermanos pequeños.
Procure mantenerme firme, estoico ante la brisa marinera, mientras esperaba que la sargento de hierro terminara de pasar revista y me llegará mi turno. Por el momento se habían presentado un viejo suboficial que había sido igual de parco en palabras que lo cerca que debería de estar de cobrar la pensión. Le siguió una recluta joven que debía rondar su edad pese a lo bajita que era, también parecía un pez, por lo que imaginaba que debía estar ahí para cumplir el cupo de pluralidad cultural como era Octo en su brigada. Luego fue otro suboficial que tenía una pinta de fumar maría de la mala, peor bueno, él tampoco podía juzgar después de todo, no hacía tanto tiempo que había vendido merca en su barrio natal de “Tres Hermanas”. A este le siguió otra mujer, esta vez humana, de aspecto mono y apañado, que también era suboficial. Finalmente, también había otro chico de altura similar y aspecto rebelde que también mencionó ser suboficial.
—Soldado raso Masao a su servicio— dijo haciendo el pertinente saludo militar al superior.
Tras mencionar que habían reunido a lo mejor de lo mejor, como en aquella peli de agentes del gobierno, la sargento fue directa al grano, explicando que la misión consistiría en una escolta de una mercancía valiosa, en otros tiempos siempre que le habían dicho había acabado trasportando hachís barato del sur, pero imaginaba que en la marina eran más legales y profesionales que aquello. Tras el encargo la mujer se limitó a encomendarnos que escogeríamos un superior, tras lo cual el hippie del grupo soltó una perorata de los valores de la marina, la verdad es que le sonaba a eslogan o de haberlo escuchado en unos deseos videos de reclutamiento que veían los viernes por la tarde.
Fuera como fuese, él se limitó a hacer lo mismo que la chica pez y ejercer su derecho abstenerse, después de todo con tanto suboficial pululando no consideraba que tuviera la jerarquía necesaria como para ponerse a mandar, además que mandar era un follón.
Al parecer el contralmirante debía un par de favores a no se cuál capitán y resulta que un soldado de este había pillado la baja, fuera como fuese le habían sacado de su grupo de confort y lo habían enviado con otra tropa, o como Colón lo había denominado “Una forma de mejorar el cv”, la verdad es que no lo había entendido muy bien, él solo conocía el W.C, en una primera instancia pensó que la misión sería algo relacionado con limpiar baño o como él lo solía llamar, tronos blancos, pero nada más lejos de la realidad.
De lo que sí le había advertido Colón es que la sargento Brid…, ah sí, la sargento Bribón era una persona de trato difícil, aun así, logro superar todas mis expectativas, ya cuando la comenzó a ver a lo lejos ya le trasmitió esa aura de persona que parece que le han metido un palo por el culo y que camina más erguida una farola, de hecho, por el flequillo y el aspecto general si nadie le hubiera avisado con antelación habría dicho que era un tío salido de algún retrato. Otro asunto era el uniforme, que debía datar de la época de su bisabuelo, por lo que intuí que debía ser una persona que había entrado hace mucho tiempo, y que había ganado esa mala folla a base de no ascender tras varias décadas de esfuerzo y dedicación a la marina, efectivamente su olfato detectivesco lo había vuelto hacer. Bueno, por lo menos le reconocería que la sargento debía conservarse bien para la edad que debía realmente tener, no todo iban a ser puntos malos.
Fuera como fuese, ya le había advertido Colón de que procurará morderse la lengua un poco más de lo habitual y que fuera impoluto, por ello había hecho su rutina de "burpees" diarios a primera luz del alba, se había aseado a conciencia y había dispuesto a cumplir todo al pie de la letra, presentándose con algunos minutos de antelación. Después de todo era todo un profesional y además no podía dejar a su querido moreno en mal lugar después de todo lo que había hecho por él y por sus otros siete hermanos pequeños.
Procure mantenerme firme, estoico ante la brisa marinera, mientras esperaba que la sargento de hierro terminara de pasar revista y me llegará mi turno. Por el momento se habían presentado un viejo suboficial que había sido igual de parco en palabras que lo cerca que debería de estar de cobrar la pensión. Le siguió una recluta joven que debía rondar su edad pese a lo bajita que era, también parecía un pez, por lo que imaginaba que debía estar ahí para cumplir el cupo de pluralidad cultural como era Octo en su brigada. Luego fue otro suboficial que tenía una pinta de fumar maría de la mala, peor bueno, él tampoco podía juzgar después de todo, no hacía tanto tiempo que había vendido merca en su barrio natal de “Tres Hermanas”. A este le siguió otra mujer, esta vez humana, de aspecto mono y apañado, que también era suboficial. Finalmente, también había otro chico de altura similar y aspecto rebelde que también mencionó ser suboficial.
—Soldado raso Masao a su servicio— dijo haciendo el pertinente saludo militar al superior.
Tras mencionar que habían reunido a lo mejor de lo mejor, como en aquella peli de agentes del gobierno, la sargento fue directa al grano, explicando que la misión consistiría en una escolta de una mercancía valiosa, en otros tiempos siempre que le habían dicho había acabado trasportando hachís barato del sur, pero imaginaba que en la marina eran más legales y profesionales que aquello. Tras el encargo la mujer se limitó a encomendarnos que escogeríamos un superior, tras lo cual el hippie del grupo soltó una perorata de los valores de la marina, la verdad es que le sonaba a eslogan o de haberlo escuchado en unos deseos videos de reclutamiento que veían los viernes por la tarde.
Fuera como fuese, él se limitó a hacer lo mismo que la chica pez y ejercer su derecho abstenerse, después de todo con tanto suboficial pululando no consideraba que tuviera la jerarquía necesaria como para ponerse a mandar, además que mandar era un follón.