Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura T1] Todo huele a revolución
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Una cosa buena que tenían las personas mayores es que, por lo general, no les importaba mucho esperar sin hacer nada concretamente. Domsdey Crimsolth era un hombre de noventa y dos años, y muchas veces el mero hecho de quedarse observando cómo el cielo se oscurecía cada vez más era suficiente entretenimiento para él. Los atardeceres en el mar siempre resultaban más bonitos de lo normal. Pero vaya, sí que se estaba retrasando, ¿no? Quizás es que había tenido un día lleno de cosas que hacer, quizás era un hombre más ocupado de lo que creía... o quizás es que de verdad se había olvidado de él. Le costaría creérselo, pero podría ser, ¿no? Aún así, Domsdey no perdía la esperanza. Aún no era demasiado tarde, aún había tiempo para que Ragnheidr apareciera. Confiaba en ello.

Y aunque le había estado esperando, cuando le escuchó gritar en su busca dio un respingo inevitable, sacudiendo todo su pequeñito y fino cuerpo como si fueran unas maracas. A pesar del susto inicial que se había llevado, rápidamente se le dibujó una sonrisa en aquel rostro agrietado por el paso del tiempo, una que aún destilaba cierta inocencia. — ¡Ragnheidr, estoy aquí, amigo! — Le había llamado como tres o cuatro veces sin darse cuenta de que se encontraba casi en el borde del precipicio, al fin y al cabo la diferencia de tamaños entre él y el rubio era tan grande que no le sorprendió ni mucho menos le ofendió que no le viera de primeras. Pero él era imposible de ignorar. Domsdey inició una pequeña carrerita hasta llegar frente al casi gigante. Tomó un poco de aire, aunque se movía con energía, estaba claro que se cansaba con muy poquito. — Así que al final has venido, jejeje. — Se trataba de un viejecillo risueño, sobretodo alrededor de Ragn. Le caía bien, a pesar de lo poco que había visto de él por el momento.

De hecho, una de las razones por las que quería reunirse con él era en parte por conocerle un poco mejor. Le había visto llevándose bastante bien con la hija de unos antiguos compañeros suyos de la revolución, quedándose en su propia casa muchas veces. También le vio conocer a Tofun, ese pequeño que había entrado en la cárcel justo por el motivo de pertenecer a una organización revolucionaria. Y a él mismo le había salvado de la cruel mano de unos jóvenes. Tenía casi la certeza de que aquel hombre era una buena persona, un buen fichaje para la causa. Pero tenía que comprobarlo de primera mano. — ¡Ven, pasa, pasa! — Inició la marcha hacia el interior del faro, un lugar que no era lo que aparentaba ser en un primer vistazo.

Mientras caminaba y abría la puerta, iba hablando, desvariando un pelín. — Uy, hacía tanto tiempo que no entraba aquí... Jeje. No es mío, está bastante abandonado en realidad, siempre lo ha estado. Menos mal que es alto, ¿eh? Creo que cabrás bien. — La verdad es que el faro era bastante grande, mediría alrededor de unos cincuenta metros. Al entrar, había espacio de sobre como para que el enorme Ragnheidr no diera con la cabeza contra nada, aunque era un pelín estrecho en cuanto a anchura. Aún así, era suficiente como para poder estar los dos sin demasiados agobios. — Había planeado enseñarte una sala especial, pero claro, se me olvidó que eras tan enorme, jeje. Pero no te preocupes, no pasa nada. — La verdad es que era un ancianito entrañable. — Bueno, te estarás preguntando qué era lo que quería proponerte, lo que te escribí en la carta. — Echó un vistazo a su alrededor antes de hablar. Las paredes del faro estaban hechas de piedra cubiertas con madera en su interior. Había una larga escalera de caracol que se perdía en un piso superior pero que no parecía ser la estancia más alta. El interior estaba decorado con algunas fotos antiguas, un pequeño perchero donde colocar los abrigos y una mesa con algunas sillitas alrededor. Parecía haber sido el hogar de alguien, pues conectaba con la casita que había al lado por medio de una puesta de madera. Pero como bien había dicho, también daba la impresión de llevar mucho tiempo abandonado, como si nadie se ocupara ahora de él. Había telarañas, polvo, y algunas de las luces estaban fundidas o tintineando ligeramente. Aún así, la luz del faro funcionaba perfectamente. — Solía venir a veces a esta lugar, sí, era uno de nuestros sitios de reunión, donde hablábamos de nuestros planes en secreto... otro de esos lugares era la casa de tu amiga, ¿lo sabías? — Miró a Ragnheidr con una sonrisa afable. — ¿Crees en el destino, Ragn? No sé como lo haces, pero es como si todo a tu alrededor te conduciese a la revolución. Puedo contarte más al respecto. Aquí donde me ves, cuando tenía tu edad más o menos, formaba parte de un grupo, jeje. Sí... qué tiempos... creíamos que íbamos a poder cambiar el mundo... — El tono de su voz se fue disipando poco a poco. — Quizás vosotros podáis hacerlo. — Concluyó, más para sí mismo.
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RE: [Aventura T1] Todo huele a revolución - por Airgid Vanaidiam - 17-09-2024, 02:44 AM

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