Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Aventura] [AT3] La Compañía Mercenaria
Percival Höllenstern
-
Día 30 del Verano de 724
19:00
Jeremy Blackmore aguardaba en las alturas de Isla Syrup, en una colina que dominaba el puerto. La brisa marina, cargada de sal y humedad, agitaba suavemente las faldas de su largo abrigo oscuro. Sus ojos, cansados pero calculadores, recorrían el horizonte, donde el sol apenas comenzaba a insinuar su ascenso. A lo lejos, la silueta de los barcos mercantes se perfilaba en las aguas tranquilas, preparándose para zarpar con la carga de joyas engastadas, un tesoro invaluable que él mismo había dispuesto que viajara. Para la familia Blackmore, esta operación representaba algo más que riqueza; era una muestra de poder, un símbolo de la influencia que mantenían sobre aquellos que buscaban desafiar su dominio.

Ajustándose las gafas para leer de cerca, Jeremy revisaba los papeles que sostenía con su mano libre. Cada detalle del itinerario estaba meticulosamente planeado, cada contingencia cuidadosamente evaluada. No era un hombre que dejara espacio a la improvisación. Para él, cada aspecto de su vida y su trabajo debía ser abordado con la precisión de un bisturí. El fallo, si llegaba a ocurrir, no sería por falta de preparación. Pero esta vez, el riesgo era mayor. Los rumores sobre los Corsarios de la Niebla, una infame banda pirata que había estado merodeando la región, le habían llegado en varios informes. Sabía que aquellos miserables no dudarían en atacar el barco, atraídos por el valor del cargamento.

Jeremy no era hombre de confrontaciones innecesarias. Sus habilidades como asesino profesional no eran algo que disfrutara exhibir, ni siquiera frente a aquellos que intentaban subestimarlo. Para él, la violencia era simplemente una herramienta más en el cálculo de costes y beneficios. Sin embargo, sabía que en esta ocasión, la amenaza de los Corsarios requería una intervención más directa. Por eso había contactado a un grupo de cazarrecompensas experimentados, hombres cuya reputación en el combate y la protección era conocida a lo largo y ancho de los mares. Su tarea sería sencilla: salvaguardar el barco y su preciada carga hasta que llegara a su destino.

El grupo de cazarrecompensas llegó al puerto poco antes del amanecer. Hyun, Yoshiro, Shy e Illyasbabel formaban una cuadrilla curtida en batallas, pero también astuta, conocedora de las artimañas del mar y de la naturaleza impredecible de sus enemigos. Jeremy los había evaluado minuciosamente antes de seleccionarlos y los había juntado allí. No era el tipo de hombre que dejara su seguridad, o la de su familia, en manos de incompetentes. Cuando el sonido de sus pasos se acercó, resonando sobre el empedrado del puerto, Jeremy giró lentamente su cabeza hacia ellos, estudiándolos con sus ojos entrecerrados y tras las gafas que utilizaba para leer de cerca.

No los saludó de inmediato. No era su estilo ofrecer formalidades innecesarias. El silencio se prolongó durante unos instantes mientras se aseguraba de que cada uno de ellos comprendiera la gravedad del encargo que iban a recibir. Finalmente, apoyando su bastón sobre el suelo con un ligero golpe seco, comenzó a hablar.

Bien —dijo, su tono inmutable, pero cargado de una seriedad incuestionable—. Supongo que ya están al tanto del motivo de su presencia aquí.

El grupo lo observaba en silencio. Jeremy estaba acostumbrado a esa clase de reacción. Sabía que su porte, su semblante siempre frío y calculador, podía intimidar a aquellos que no lo conocían. Pero estos hombres, curtidos en los peligros del mar, mantenían sus expresiones neutrales. Para ellos, el trabajo de un cazarrecompensas era un negocio, al igual que lo era para Jeremy.

No estoy aquí para darles discursos innecesarios —continuó, sus ojos brillando con un destello de impaciencia mientras ajustaba los papeles que sostenía—. La situación es simple: este barco zarpará hoy con un cargamento de joyas engastadas que es absolutamente imprescindible para los intereses de mi familia. La carga debe llegar a su destino intacta. Nada más importa.

El viento sopló con más fuerza, alzando algunas gotas de sal del mar hacia la colina, pero Jeremy ni se inmutó. Era un hombre acostumbrado a dominar su entorno, sin importar las circunstancias.

Les he contratado porque sus servicios son eficientes. Mi intención no es interferir en sus métodos. No me importa cómo lo hagan, siempre y cuando el barco llegue a su destino completo. —Hizo una breve pausa, dejando que sus palabras calaran en los hombres frente a él—. Como habrán oído, la Banda del Zorro ha estado rondando estas aguas. Sabemos que han puesto su mira en nuestro cargamento, y serán ustedes quienes impidan que lo consigan.

Con un gesto medido, Jeremy hizo un leve movimiento de su mano, señalando el puerto donde el barco aguardaba. Los estibadores trabajaban a ritmo constante, cargando los últimos cofres de joyas en las bodegas. Él mismo había supervisado la operación desde el inicio, y no dejaría que ningún detalle escapara de su control.

El trato es simple —prosiguió, volviendo su atención hacia el grupo de cazarrecompensas— no deben permitir que el cargamento se pierda, ni uno solo de los cofres. No tengo interés en sus bajas o en las de los piratas. Eso es irrelevante para mí. Lo único que me concierne es que el barco llegue completo. Si alguno de ustedes perece en el intento, será su problema, no el mío.

Los cazarrecompensas no dijeron una palabra, pero Jeremy percibió un leve movimiento en sus posturas. Sabían que el trabajo no sería fácil. La Banda del Zorro era conocida por su brutalidad y astucia, capaces de atacar sin previo aviso y desaparecer tan rápido como habían llegado. Pero también sabían que no tenían otra opción. Habían aceptado el encargo y, con ello, las condiciones impuestas por Jeremy Blackmore.

Les sugiero que piensen bien antes de actuar. No habrá margen para errores. Si algo va mal, será bajo su responsabilidad. Y cuando digo responsabilidad, no me refiero solo a ustedes —dijo, su tono endureciéndose—. Me refiero a sus familias, si es que las tienen.

El viento continuaba soplando, pero ahora las palabras de Jeremy parecían cortarlo como el filo de una navaja. Sabía que en su línea de trabajo, las amenazas no siempre debían ser directas. A veces, una advertencia velada era mucho más efectiva, especialmente cuando se trataba de hombres que valoraban algo más que su propia vida.

Por supuesto —añadió, tras una breve pausa que parecía contener el mismo peso que las palabras anteriores—, estoy convencido de que no hará falta llegar a esos extremos. He revisado sus expedientes con detenimiento y, si les he traído aquí, es porque estoy seguro de que son capaces de cumplir con esta tarea. No soy un hombre que toma decisiones a la ligera.

Se acomodó las gafas nuevamente, examinando uno de los documentos por última vez antes de plegarlo con precisión y guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta. El sonido del papel fue casi imperceptible, pero en la quietud de la mañana todo parecía resonar con mayor intensidad.

El pago será como se acordó —dijo—. La mitad ahora, la otra mitad cuando el barco llegue a su destino. No habrá renegociaciones. Lo que está escrito es lo que recibirán. Así que no esperen nada más ni nada menos.

No necesito que me mantengan informado de cada paso —agregó Jeremy, observando a cada uno de los hombres antes de continuar—. Pueden manejar esto por su cuenta. Pero si algo ocurre que ponga en peligro la misión, me enteraré. No subestimen mi capacidad para saber lo que sucede, incluso desde la distancia.

La brisa marina cargaba ahora un aroma más intenso, mientras las primeras luces del día iluminaban los mástiles de los barcos en el puerto. Jeremy sabía que no vería a esos hombres de nuevo, a menos que todo saliera terriblemente mal. Y si eso sucedía, los problemas no acabarían con el cargamento perdido. Tendría que tomar medidas, algo que prefería evitar.

Eso es todo. El barco zarpa al caer la noche. —Dejó que sus palabras finales resonaran en el aire, como el toque de una campana que anunciaba el fin de la reunión—. No los volveré a ver a menos que algo salga terriblemente mal.

Sin esperar respuesta, Jeremy se giró con un movimiento controlado y preciso. El sonido del bastón golpeando el suelo marcaba el ritmo de su caminar. Su cojera, apenas perceptible, era un recordatorio constante de su humanidad, aunque sus acciones siempre parecieran calculadas con una fría precisión.

El viento soplaba más fuerte cuando comenzó a descender la colina, dejando atrás al grupo de cazarrecompensas. Mientras caminaba hacia la mansión que su familia poseía en la isla, su mente ya estaba en otros asuntos. El barco, los piratas, los cazarrecompensas... Todo eso era un simple engranaje en la compleja maquinaria de los Blackmore. Para Jeremy, lo único que importaba era que la máquina siguiera funcionando sin interrupciones. Y si alguien, ya fuera un pirata o uno de sus propios hombres, osaba interferir en ello, la maquinaria se ajustaría como fuera necesario.

El puerto se perdía a sus espaldas, y con él, el cargamento, los hombres y el destino incierto de aquellos que intentaran desafiar la voluntad de la Familia Blackmore.

OFF
#1


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[AT3] La Compañía Mercenaria - por Percival Höllenstern - 17-09-2024, 01:53 PM
RE: [AT3] La Compañía Mercenaria - por Illyasbabel - 17-09-2024, 09:25 PM
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RE: [AT3] La Compañía Mercenaria - por Shy - 21-10-2024, 08:33 PM

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