Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
17-09-2024, 08:37 PM
(Última modificación: 19-10-2024, 06:11 PM por Ragnheidr Grosdttir.)
Ragn avanzaba con paso firme, su enorme silueta sobresaliendo entre las sombras de las paredes decoradas con fotografías. Las imágenes, aunque llenas de rostros humanos, le eran indistinguibles, solo figuras diminutas que, para alguien de su tamaño, no tenían importancia inmediata. Mientras caminaba junto al anciano, un hombrecillo que había ganado su respeto y su curiosidad, Ragn no dejaba de observar su entorno, en busca de alguna señal que le confirmara o desmintiera la seguridad del lugar. Aunque no había signos evidentes de peligro, algo en su instinto guerrero le hacía permanecer alerta. El viejo, de cabellos grises y andar pausado, había resultado ser más que una simple figura frágil y de pocas palabras. Aunque era físicamente diminuto en comparación con el imponente vikingo, su aura, su presencia, tenía un peso indiscutible. No era alguien que pasara desapercibido, no por lo menos ante los ojos de alguien como Ragn, cuyo juicio estaba forjado por años de batalla y convivencia con hombres de distintas naturalezas.Con cada paso que daban juntos, algo más que una simple caminata estaba teniendo lugar. Había un intercambio sutil, una especie de acuerdo tácito en el aire, una tensión entre la desconfianza y el respeto. Ragn no sabía exactamente qué hacía allí, en aquel lugar que no dejaba de resultar extraño a pesar de su aparente normalidad. No podía dejar de preguntarse qué rol jugaba este anciano, y más aún, cuál era su verdadera agenda. No era un hombre común, de eso no cabía duda. No cualquiera enviaba cartas al gran Ragnheidr ni lo invitaba a un lugar que, según las primeras impresiones, no parecía ser el campo de batalla que su vida solía exigir. El vikingo, de por sí una criatura marcada por su instinto de supervivencia y combate, mantenía una postura firme, siempre preparado para lo inesperado. A pesar de que en aquel momento no había motivos visibles para alarmarse, su naturaleza no le permitía bajar la guardia. Al menor indicio de peligro, cualquier señal que confirmara sus sospechas, reaccionaría. Había sido traicionado antes, y no estaba dispuesto a permitir que eso volviera a ocurrir. En su mundo, las lecciones se aprendían rápido y a menudo con sangre. Este anciano, con su aire tranquilo y su caminar lento, representaba algo desconocido, y por lo tanto, potencialmente peligroso.Mientras seguían recorriendo el lugar, Ragn comenzó a notar más detalles en el entorno. Las paredes, antes simplemente decoradas con fotografías, ahora le parecían un tanto más significativas. Había algo en la disposición de los objetos, algo en la atmósfera del lugar, que le daba la sensación de que había más de lo que se veía a simple vista. Los objetos que adornaban las estanterías y mesas parecían colocados con una intención específica, como si el lugar contara una historia, una que aún no había sido revelada.
El silencio entre ambos comenzaba a alargarse, lo que no era un problema para Ragn. No necesitaba de palabras para entender a las personas o para sentir lo que estaba en el aire. Su vida como pirata, guerrero y viajero le había enseñado a leer los silencios con más claridad que las palabras. Sin embargo, la ausencia de diálogo le daba tiempo para meditar sobre las dudas que habían comenzado a formarse en su mente desde que llegó.Una de esas dudas, la más insistente, tenía que ver con la naturaleza de la relación entre él y el anciano. No era frecuente que alguien que pertenecía a un grupo peligroso como la Revolución se acercara a él de forma tan directa, y mucho menos que lo hiciera con un tono amistoso. Si bien no había sido un enemigo declarado de ese tipo de movimientos, Ragn no solía involucrarse en sus luchas. Su vida estaba regida por otras prioridades: su tripulación, su propio código de honor, su búsqueda de desafíos dignos de su fuerza. ¿Por qué, entonces, alguien como este hombre habría decidido buscarlo?La respuesta no era clara, pero Ragn no podía evitar sentirse intrigado. No se trataba solo de la carta que había recibido, sino del modo en que todo se estaba desenvolviendo. El hecho de que ahora estuviera caminando junto a este hombre, recorriendo un lugar que parecía alejado de cualquier conflicto inmediato, era en sí mismo un enigma. Su instinto le decía que algo importante estaba por revelarse, algo que trascendía las palabras y los pequeños detalles del entorno. La tensión en el aire, aunque sutil, estaba ahí, y Ragn la sentía en cada fibra de su ser.A medida que avanzaban, comenzaron a pasar por una serie de pasillos que parecían conducir más profundamente en el lugar. Las paredes, que antes estaban llenas de fotografías, ahora estaban más desnudas, y el ambiente se volvía ligeramente más sombrío. La luz era más tenue, lo que hacía que el entorno se sintiera un tanto más cerrado, casi opresivo. Ragn, sin embargo, no mostró signos de incomodidad. Su estatura, su fuerza y su presencia hacían que cualquier espacio pareciera más pequeño de lo que realmente era, y si bien la luz disminuía, su confianza en sí mismo no lo hacía.
Finalmente, llegaron a una habitación que parecía ser el destino final de su recorrido. No era muy grande, pero estaba bien amueblada. Había una mesa en el centro, y sobre ella, una serie de documentos, mapas y otros objetos que parecían estar ahí esperando. El anciano se detuvo frente a la mesa, haciendo un gesto para que Ragn se acercara. El vikingo lo hizo, aunque con cierta cautela. No era hombre de confiar ciegamente, y este lugar, por muy seguro que pareciera, aún no le daba la confianza completa que requería para bajar la guardia.Al llegar junto a la mesa, Ragn echó un vistazo a los papeles y mapas. Eran detallados, representaciones claras de zonas que conocía vagamente y otras que le resultaban completamente desconocidas. Había algo en ellos que sugería planificación, estrategia, algo más grande que una simple reunión o intercambio de ideas. Esto no era solo una visita social. El anciano había estado tramando algo, y ahora, parecía que el momento de revelar sus intenciones estaba cerca.Aunque no había diálogo, Ragn podía sentir el cambio en la atmósfera. Algo importante estaba por ocurrir, y estaba listo para lo que viniera. Se cruzó de brazos, adoptando una postura firme pero relajada, sin apartar la vista del anciano. El hombrecillo, por su parte, comenzó a revisar los documentos, moviendo algunos de un lado a otro, como si buscara algo específico. Finalmente, tras un momento de búsqueda, sacó uno de los mapas y lo extendió sobre la mesa.Ragn lo observó con atención. El mapa mostraba una isla, una que no reconocía de inmediato. Los detalles eran claros, las líneas bien trazadas, pero no era un lugar que hubiera visitado o escuchado mencionar antes. El anciano, sin decir una palabra, señaló una pequeña zona en el mapa, un punto que parecía estar marcado con una especie de símbolo. El gesto fue suficiente para hacer que Ragn comprendiera que ese lugar, ese pequeño punto en el mapa, era el centro de todo lo que estaba ocurriendo.Aunque las palabras aún no habían sido pronunciadas, Ragn comprendió que el anciano lo estaba invitando a algo más grande, algo que iba más allá de una simple conversación o encuentro fortuito. La Revolución, la isla, los enemigos, todo parecía confluir en ese pequeño punto en el mapa. Y ahora, él tenía que decidir si quería ser parte de ello o si prefería seguir su camino.
El silencio que había reinado hasta ese momento comenzó a sentirse aún más pesado. El viejo levantó la mirada hacia Ragn, sus ojos reflejando una sabiduría acumulada por años de experiencia. Ragn, por su parte, mantuvo su postura firme, pero ahora con una mezcla de curiosidad y cautela. Las piezas comenzaban a encajar, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuesta.Ragn sabía que este encuentro, este momento, era solo el comienzo de algo más grande. Una nueva aventura, un nuevo desafío. Y aunque no lo había buscado, el destino, como siempre, parecía haberlo encontrado a él.
El silencio entre ambos comenzaba a alargarse, lo que no era un problema para Ragn. No necesitaba de palabras para entender a las personas o para sentir lo que estaba en el aire. Su vida como pirata, guerrero y viajero le había enseñado a leer los silencios con más claridad que las palabras. Sin embargo, la ausencia de diálogo le daba tiempo para meditar sobre las dudas que habían comenzado a formarse en su mente desde que llegó.Una de esas dudas, la más insistente, tenía que ver con la naturaleza de la relación entre él y el anciano. No era frecuente que alguien que pertenecía a un grupo peligroso como la Revolución se acercara a él de forma tan directa, y mucho menos que lo hiciera con un tono amistoso. Si bien no había sido un enemigo declarado de ese tipo de movimientos, Ragn no solía involucrarse en sus luchas. Su vida estaba regida por otras prioridades: su tripulación, su propio código de honor, su búsqueda de desafíos dignos de su fuerza. ¿Por qué, entonces, alguien como este hombre habría decidido buscarlo?La respuesta no era clara, pero Ragn no podía evitar sentirse intrigado. No se trataba solo de la carta que había recibido, sino del modo en que todo se estaba desenvolviendo. El hecho de que ahora estuviera caminando junto a este hombre, recorriendo un lugar que parecía alejado de cualquier conflicto inmediato, era en sí mismo un enigma. Su instinto le decía que algo importante estaba por revelarse, algo que trascendía las palabras y los pequeños detalles del entorno. La tensión en el aire, aunque sutil, estaba ahí, y Ragn la sentía en cada fibra de su ser.A medida que avanzaban, comenzaron a pasar por una serie de pasillos que parecían conducir más profundamente en el lugar. Las paredes, que antes estaban llenas de fotografías, ahora estaban más desnudas, y el ambiente se volvía ligeramente más sombrío. La luz era más tenue, lo que hacía que el entorno se sintiera un tanto más cerrado, casi opresivo. Ragn, sin embargo, no mostró signos de incomodidad. Su estatura, su fuerza y su presencia hacían que cualquier espacio pareciera más pequeño de lo que realmente era, y si bien la luz disminuía, su confianza en sí mismo no lo hacía.
Finalmente, llegaron a una habitación que parecía ser el destino final de su recorrido. No era muy grande, pero estaba bien amueblada. Había una mesa en el centro, y sobre ella, una serie de documentos, mapas y otros objetos que parecían estar ahí esperando. El anciano se detuvo frente a la mesa, haciendo un gesto para que Ragn se acercara. El vikingo lo hizo, aunque con cierta cautela. No era hombre de confiar ciegamente, y este lugar, por muy seguro que pareciera, aún no le daba la confianza completa que requería para bajar la guardia.Al llegar junto a la mesa, Ragn echó un vistazo a los papeles y mapas. Eran detallados, representaciones claras de zonas que conocía vagamente y otras que le resultaban completamente desconocidas. Había algo en ellos que sugería planificación, estrategia, algo más grande que una simple reunión o intercambio de ideas. Esto no era solo una visita social. El anciano había estado tramando algo, y ahora, parecía que el momento de revelar sus intenciones estaba cerca.Aunque no había diálogo, Ragn podía sentir el cambio en la atmósfera. Algo importante estaba por ocurrir, y estaba listo para lo que viniera. Se cruzó de brazos, adoptando una postura firme pero relajada, sin apartar la vista del anciano. El hombrecillo, por su parte, comenzó a revisar los documentos, moviendo algunos de un lado a otro, como si buscara algo específico. Finalmente, tras un momento de búsqueda, sacó uno de los mapas y lo extendió sobre la mesa.Ragn lo observó con atención. El mapa mostraba una isla, una que no reconocía de inmediato. Los detalles eran claros, las líneas bien trazadas, pero no era un lugar que hubiera visitado o escuchado mencionar antes. El anciano, sin decir una palabra, señaló una pequeña zona en el mapa, un punto que parecía estar marcado con una especie de símbolo. El gesto fue suficiente para hacer que Ragn comprendiera que ese lugar, ese pequeño punto en el mapa, era el centro de todo lo que estaba ocurriendo.Aunque las palabras aún no habían sido pronunciadas, Ragn comprendió que el anciano lo estaba invitando a algo más grande, algo que iba más allá de una simple conversación o encuentro fortuito. La Revolución, la isla, los enemigos, todo parecía confluir en ese pequeño punto en el mapa. Y ahora, él tenía que decidir si quería ser parte de ello o si prefería seguir su camino.
El silencio que había reinado hasta ese momento comenzó a sentirse aún más pesado. El viejo levantó la mirada hacia Ragn, sus ojos reflejando una sabiduría acumulada por años de experiencia. Ragn, por su parte, mantuvo su postura firme, pero ahora con una mezcla de curiosidad y cautela. Las piezas comenzaban a encajar, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuesta.Ragn sabía que este encuentro, este momento, era solo el comienzo de algo más grande. Una nueva aventura, un nuevo desafío. Y aunque no lo había buscado, el destino, como siempre, parecía haberlo encontrado a él.