Atlas
Nowhere | Fénix
18-09-2024, 01:55 AM
Había tantas preguntas e incógnitas en todo lo que sucedía allí que ni siquiera tenía claro por dónde empezar. Había decidido confiar sin más en las palabras del alcalde y dar por hecho que no había nada oculto detrás de lo que decía. Incluso había ignorado la forma en la que el ama de llaves, si es que eso era, me dirigía miradas de lo más sospechosas. A fin de cuentas, ¿quién querría engañar a quien tenía como objetivo rescatar a su mujer?
No, era algo que no me entraba en la cabeza. Sin embargo, las turbadas palabras del hombre que mascaba hierba dejaron claro que había sido un estúpido. Con la inocencia y la sinceridad de quien habla en este mundo con la mente perdida en otro, reveló que el alcalde les había ordenado que no hablasen con nadie deos vegetales o su origen. ¿Por qué querría el alcalde engañarme de ese modo? Tal vez estuviera siendo amenazado con la vida de su mujer para conducirnos por caminos equivocados o guiarnos hasta alguna trampa. También cabía la posibilidad, claro estaba, de que realmente fuese un tipo malvado o incluso alguien que estuviese suplantando al alcalde. Sin embargo, de momento era una posibilidad que no quería contemplar con seriedad. Instalarme en la suspicacia podría separarme de mi objetivo... Ahora bien, la intención inicial había sido librarme de la faena y entre una cosa y otra me iba a recorrer varias veces toda la aldea.
Tal vez lo adecuado fuese regresar con el alcalde. Con algo de suerte podría, esta vez sí, abordar a la asistenta para intentar sonsacarle el por qué de sus gestos y expresiones. Del mismo modo, quizás pudiese acorralar o presionar un poco al alcalde para que me revelase los motivos de sus mentiras. Sí, había muchas posibilidades válidas, pero ninguna lo era tanto como la que se materializó ante mis ojos.
Allí, parcialmente oculta en las sombras de unas de las casas del pueblo, la locura encarnada me miraba con poco o ningún disimulo. Sus facciones eran casi tan tétricas como el modo en que arañaba la madera, pero estaban muy lejos de la perturbada mirada que lanzaban sus ojos. ¿Quién era esa mujer? Dejando de lado al tipo que máscara hierba, alcé la mano en dirección a la señora para llamar su atención. No obstante, no me había dado tiempo de abrir la boca cuando la desconocida fue arrastrada hasta las sombras.
No me lo pensé. De un rápido salto, me dirigí a toda velocidad hacia la zona en la que había desaparecido. ¿Dónde estaba? Si alguien estaba interesado en que no viésemos a esa mujer, en que no se pusiese en contacto con nosotros, algún motivo de peso debía haber.
No, era algo que no me entraba en la cabeza. Sin embargo, las turbadas palabras del hombre que mascaba hierba dejaron claro que había sido un estúpido. Con la inocencia y la sinceridad de quien habla en este mundo con la mente perdida en otro, reveló que el alcalde les había ordenado que no hablasen con nadie deos vegetales o su origen. ¿Por qué querría el alcalde engañarme de ese modo? Tal vez estuviera siendo amenazado con la vida de su mujer para conducirnos por caminos equivocados o guiarnos hasta alguna trampa. También cabía la posibilidad, claro estaba, de que realmente fuese un tipo malvado o incluso alguien que estuviese suplantando al alcalde. Sin embargo, de momento era una posibilidad que no quería contemplar con seriedad. Instalarme en la suspicacia podría separarme de mi objetivo... Ahora bien, la intención inicial había sido librarme de la faena y entre una cosa y otra me iba a recorrer varias veces toda la aldea.
Tal vez lo adecuado fuese regresar con el alcalde. Con algo de suerte podría, esta vez sí, abordar a la asistenta para intentar sonsacarle el por qué de sus gestos y expresiones. Del mismo modo, quizás pudiese acorralar o presionar un poco al alcalde para que me revelase los motivos de sus mentiras. Sí, había muchas posibilidades válidas, pero ninguna lo era tanto como la que se materializó ante mis ojos.
Allí, parcialmente oculta en las sombras de unas de las casas del pueblo, la locura encarnada me miraba con poco o ningún disimulo. Sus facciones eran casi tan tétricas como el modo en que arañaba la madera, pero estaban muy lejos de la perturbada mirada que lanzaban sus ojos. ¿Quién era esa mujer? Dejando de lado al tipo que máscara hierba, alcé la mano en dirección a la señora para llamar su atención. No obstante, no me había dado tiempo de abrir la boca cuando la desconocida fue arrastrada hasta las sombras.
No me lo pensé. De un rápido salto, me dirigí a toda velocidad hacia la zona en la que había desaparecido. ¿Dónde estaba? Si alguien estaba interesado en que no viésemos a esa mujer, en que no se pusiese en contacto con nosotros, algún motivo de peso debía haber.