Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Cacería] Dardo, el cuatrero de Kalab.
Tofun
El Largo
El sheriff no puso ninguna objeción a reunirse contigo. Desde el momento en que entraste en su despacho, te diste cuenta de que aquel hombre sabía más de lo que decía. Te recibió con un gesto tranquilo, invitándote a sentarte antes de comenzar la conversación. La oficina, con sus paredes de madera oscurecida por los años, estaba iluminada tenuemente por una lámpara de aceite. El olor a cuero envejecido y polvo flotaba en el aire, impregnando el ambiente de una calma que contrastaba con la tensión que sentías en el pecho.

El sheriff, con su habitual semblante de pocos amigos, se mantuvo sereno mientras escuchaba tus preocupaciones. No interrumpió ni una sola vez. Su paciencia, casi desconcertante, te permitió desahogarte, aunque sabías que no tenías mucho que decir que él no supiera ya. Una vez que terminaste, tomó aire lentamente y habló con ese tono grave y calmado que lo caracterizaba. Fue directo, pero sin perder la cordialidad. Te aseguró que estaban haciendo todo lo posible para resolver la situación, y que no faltaría mucho para dar con él. La conversación fue breve, pero efectiva. Te explicó que no podías andar llamando la atención, ni mucho menos hablar de temas delicados como el dinero o el ganado. "Este pueblo escucha más de lo que debería", te advirtió, dejando claro que los rumores eran moneda corriente en aquellos rincones olvidados. Te confirmó que Dardo era el problema, un nombre que resonaba en tus oídos como una sombra constante. Aunque te compartió algunos datos adicionales sobre su identidad, no te dijo nada que no conocieras ya. Era evidente que el sheriff también estaba siendo cauteloso. Antes de que te marcharas, esperó pacientemente el momento adecuado. No quería que nadie viera que habías estado allí, y lo logró. Te hizo salir de su oficina sin que una sola mirada indiscreta se posara en ti. Era astuto, y eso te dio cierta tranquilidad. Sabías que podías confiar en él, al menos hasta cierto punto.

Por otro lado, tu reunión con Rick fue completamente distinta. Ese hombre tenía un aire diferente, más tenso, más inquieto. Te observaba con desconfianza, como si siempre esperara que alguien le jugara una mala pasada. Te recibió en su tienda, entre las armas que vendía y las cajas de municiones apiladas en las esquinas. La conversación comenzó de forma cordial, pero se volvió algo incómoda cuando te instó a comprar una de sus armas. Según él, necesitabas protección, y ese era el único camino. Sin embargo, cuando le dijiste que no solías utilizar ese tipo de armamento, se quedó perplejo. No dijo nada más al respecto, pero su silencio lo decía todo. Estaba claro que no entendía tu elección, aunque no insistió. El aire en la tienda se volvió más pesado, como si hubiera algo no dicho flotando entre ambos. Rick, aunque tranquilo, parecía estar evaluándote, intentando descifrar si había algo más detrás de tu decisión.


Pasó un día sin incidentes, pero la noche siguiente trajo consigo algo fuera de lo normal. Estabas acostumbrado a los sonidos del desierto: el viento silbando entre las pocas plantas secas, el crujir ocasional de la madera de tu casa, el movimiento del ganado. Pero esa noche, tu estado de alerta captó algo distinto. En medio del silencio, escuchaste pisadas. Eran lentas, cautelosas, y provenían de fuera de la casa. Al principio, intentaste ignorarlas, achacándolas al viento o a algún animal, pero pronto te diste cuenta de que había algo más. Tu pequeña casa, situada en una zona despejada y aislada, siempre había tenido sus ventajas y desventajas. Por un lado, te permitía vigilar todo lo que pasaba a tu alrededor sin muchas distracciones. Pero por otro, te dejaba vulnerable, sin ayuda cercana en caso de problemas.

Una sombra humanoide se movía lentamente hacia el ganado. Estaba a unos 15 metros de tu casa, en una posición orientada directamente hacia la puerta. La figura, aunque difusa bajo la escasa iluminación nocturna, avanzaba con cuidado, como si supiera que alguien podría estar observando. Desde esa distancia, no podías distinguir su rostro, pero su silueta era inconfundible. Venía del norte, acercándose al corral donde tu ganado descansaba. Aunque las sombras y la oscuridad lo protegían, tu aguda capacidad para ver en la penumbra te daba una ligera ventaja.

La casa en la que te encontrabas era simple, funcional. Dos salas: una principal con un par de mesas, sillas, y cajas de provisiones, además de un rincón donde encendías la hoguera para cocinar. Al lado, una pequeña habitación donde dormías. La iluminación interior era suficiente para permitirte moverte con facilidad, pero el exterior estaba cubierto por la oscuridad del desierto. El terreno árido, con apenas vegetación, no ofrecía muchas coberturas, pero también hacía que cualquier movimiento fuera fácil de detectar.

El viento nocturno agitaba suavemente las ramas secas, pero lo que realmente te preocupaba era el ruido que hacía el ganado, inquieto, como si también percibiera el peligro que se acercaba. Tu trampa, de una manera u otra, había funcionado. Ahora, tenías al intruso exactamente donde querías. A 15 metros de tu puerta, tenías la oportunidad perfecta para hacer tu siguiente movimiento, sabiendo que cualquier error podría costarte caro.

[Imagen: Mapa-1.png]

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#5


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[Cacería] Dardo, el cuatrero de Kalab. - por Tofun - 05-09-2024, 02:34 PM
RE: [Cacería] Dardo, el cuatrero de Kalab. - por Tofun - 18-09-2024, 09:01 PM

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