Byron
Que me lo otorguen
18-09-2024, 09:46 PM
La hermosa doncella respondió, mientras cruzaban miradas. El tono de su voz, dulce, casi meloso, pudo notar el cambio cuando se dirigió a él, al parecer, con un simple vistazo hacia su persona, Byron había conseguido arrebatarla la sartén, y ser él quién podía aprovecharse de la fortuita situación. Sonrió, amablemente, esforzándose en ser más encantador de lo habitual, no le costó mostrar una actuación creíble, el joven espadachín estaba demasiado acostumbrado a este tipo de prácticas. El como aquella dama acariciaba su oscuro y brillante cabello, no hacía más que confirmar al muchacho, que esa mujer, había caído presa de sus encantos, sin siquiera intentarlo, como muchas otras hicieron antes que ella.
Mantuvo su tierna mirada fija en ella, mirando sutilmente sus delicados matices, sus labios, sus mejillas, hasta sus pequeñas orejas, reflejando un deseo con cada acto de su angelical rostro. Le resultaba más fácil de lo habitual, pues no era fingido, aunque en aquel momento solo deseaba jugar al cortejo para llevársela a su terreno y poder sacar una buena rebaja, si, teniendo éxito en su cometido, la situación se terciaba, no desaprovecharía la oportunidad de dejar marcados sus incisivos en su fino y delicado cuello.
Con cierta espera, acercándose lentamente a su oído, de forma totalmente intencional, para que el ansia por sentir su aliento en el pescuezo fuese llevado a su punto más álgido. La susurró, ante los ojos estupefactos del encargado, quien no daba crédito por ver una escena así en este tipo de local.
- Puedo darte lo que pidas...- Y metió su mano dentro de su ancha camisa, parecía que iba a desabrocharse los botones, para seguir seduciéndola, pero en su lugar sacó un saco de berries, lo bastante abultado como para resultar absurdo que no se notase que lo llevaba ahí.
Su alma sonría, su yo interior gozaba de alegría, viendo como aquella mujer caía en sus redes. No era especial, por muy bella que fuese su apariencia, no era más que otra simple mujer que había caído bajo el influjo de su atractivo único. Su manera coqueta de actuar, esa tímida sonrisa, incluso su cuerpo pareció temblar en cuanto acercó su rostro, estaba hecho, una víctima más.
Sin romper su papel volvió a su posición inicial, arreglándose los mechones de pelo de su frente, pasando la mano con sutileza por ellos, seguro de sí mismo, conociendo su escultural porte, con intención de aumentar ese apetito antes de decir la cifra. Se mordió el labio tímidamente, como guinda del pastel mientras soltaba un último vistazo sin disimulo, para que se sintiese deseada.
- Te parecen bien, ¿5 millones? - Solo faltaba el sí, y estaba seguro de que no tardaría en pronunciarlo.
Mantuvo su tierna mirada fija en ella, mirando sutilmente sus delicados matices, sus labios, sus mejillas, hasta sus pequeñas orejas, reflejando un deseo con cada acto de su angelical rostro. Le resultaba más fácil de lo habitual, pues no era fingido, aunque en aquel momento solo deseaba jugar al cortejo para llevársela a su terreno y poder sacar una buena rebaja, si, teniendo éxito en su cometido, la situación se terciaba, no desaprovecharía la oportunidad de dejar marcados sus incisivos en su fino y delicado cuello.
Con cierta espera, acercándose lentamente a su oído, de forma totalmente intencional, para que el ansia por sentir su aliento en el pescuezo fuese llevado a su punto más álgido. La susurró, ante los ojos estupefactos del encargado, quien no daba crédito por ver una escena así en este tipo de local.
- Puedo darte lo que pidas...- Y metió su mano dentro de su ancha camisa, parecía que iba a desabrocharse los botones, para seguir seduciéndola, pero en su lugar sacó un saco de berries, lo bastante abultado como para resultar absurdo que no se notase que lo llevaba ahí.
Su alma sonría, su yo interior gozaba de alegría, viendo como aquella mujer caía en sus redes. No era especial, por muy bella que fuese su apariencia, no era más que otra simple mujer que había caído bajo el influjo de su atractivo único. Su manera coqueta de actuar, esa tímida sonrisa, incluso su cuerpo pareció temblar en cuanto acercó su rostro, estaba hecho, una víctima más.
Sin romper su papel volvió a su posición inicial, arreglándose los mechones de pelo de su frente, pasando la mano con sutileza por ellos, seguro de sí mismo, conociendo su escultural porte, con intención de aumentar ese apetito antes de decir la cifra. Se mordió el labio tímidamente, como guinda del pastel mientras soltaba un último vistazo sin disimulo, para que se sintiese deseada.
- Te parecen bien, ¿5 millones? - Solo faltaba el sí, y estaba seguro de que no tardaría en pronunciarlo.