Drake Longspan
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19-09-2024, 12:35 AM
(Última modificación: 19-09-2024, 12:36 AM por Drake Longspan.)
Drake Longspan escuchó con atención cada palabra que salía de la boca de Bonez, aunque su mirada se desviaba de vez en cuando hacia el banquete que tenían frente a ellos. Era difícil concentrarse del todo cuando la carne de venado estaba tan jugosa y en su punto, prácticamente deshaciéndose en su boca con cada mordisco.
Mientras masticaba, sintió la contradicción de la situación en la que se encontraba: una conversación seria, profunda, sobre maldiciones, esclavistas y brujas, mientras disfrutaba de una comida que pocas veces podía permitirse. Pero ese era el tipo de vida al que estaba acostumbrado. La vida de alguien como él era así, llena de contrastes. Un día en la miseria, al siguiente disfrutando como un jodido rey. Todo, claro, hasta que la rueda volviera a girar y lo llevara de regreso al suelo.
El comentario sobre la carne lo hizo reír por dentro, aunque no lo demostró más que con un ligero alzamiento de ceja. Era curioso cómo ambos, a pesar de sus diferencias, encontraban un punto de conexión en algo tan simple como disfrutar de una buena comida en medio del caos.
— La carne está perfecta, eso es cierto. — comentó, casi como una distracción antes de volver a concentrarse en lo que aquel muchacho le decía.
«Esclavistas, brujas, maldiciones...»» Drake dejó escapar un pequeño suspiro. Había esperado que este fuera un trabajo más simple, algo que solo implicara a algunos delincuentes comunes, un trato de ida y vuelta, fácil de olvidar al día siguiente. Pero cuanto más hablaba Bonez, más enredada se volvía la situación. Y sin embargo, no era algo que lo alejara. Todo lo contrario.
Drake había visto suficiente en sus años de pirata para saber que el mundo estaba lleno de gente rota, hombres y mujeres con historias que superaban la imaginación. Él mismo lo era, aunque prefería no ahondar en eso. Todos cargaban con su propia maldición, como bien había dicho ese tal Bonez. Y aunque la de aquel tipo era visible en su extraña apariencia y en la historia que contaba, la de Drake Longspan era más interna, más silenciosa, pero igual de pesada.
Uno sabe cuanto dolor carga, pero nunca cuanto carga el dolor ajeno.
— Ya te lo dije antes, todos tenemos nuestras maldiciones. La tuya es visible, pero la mayoría las llevamos por dentro... ¿No crees?
No era una pregunta. Era una afirmación, una declaración de alguien que sabía muy bien lo que estaba diciendo. Al fin y al cabo, él también estaba cargando con lo suyo. Los años de errores, de pérdidas, de deuda. La culpa que sentía por lo que había dejado atrás. Pero esos eran pensamientos que no compartía con nadie, no todavía.
Mientras Bonez seguía hablando, Longspan se tomó el tiempo para terminar el plato de carne y meterse algunos panecillos en el bolsillo. No era del tipo que dejaba algo en el plato, y menos cuando la comida era tan buena. Cuando el camarero había dejado la carne ahumada frente a ellos, no había podido evitar notar el esfuerzo y el tiempo que le había tomado al cocinero prepararla. Y ahora que cada pedazo se derretía en su boca, casi podía olvidarse, por un breve momento, de las oscuras complicaciones que lo rodeaban.
«Pirata...» La palabra resonó en su mente cuando el hombre voodoo la mencionó, y Drake no pudo evitar soltar una risa leve y seca.
— Rohaha. Un pirata, ¿eh? Supongo que sí, si lo quieres ver de esa manera.
No es que evitara la etiqueta, pero había aprendido con el tiempo que ser pirata no significaba lo mismo para todos. Para algunos, ser pirata era sinónimo de caos, muerte y destrucción. Para otros, era la libertad de vivir al margen de las reglas. Drake nunca se había visto como un villano. Sí, había hecho cosas de las que no se sentía particularmente orgulloso, pero nunca había sentido que eso lo definiera por completo. Simplemente, era lo que era: un hombre tratando de sobrevivir en un mundo que no le había dado muchas opciones.
— La vida no es tan simple como para encasillarse en una sola cosa. Ni héroe, ni sicario. Pero pirata... sí, eso podría funcionar.
Qué irónica podía ser la vida en el East Blue.
Hizo una pausa, dejando que el sabor de la carne llenara su boca antes de tragar. El calor del licor seguía manteniéndolo enfocado, pero su mente no dejaba de girar en torno a las palabras de Bonez. Lo que decía sobre el esclavista, "Mad Dog" Mc Callister, hacía que el veneno de la ira empezara a hervir en su interior. El solo pensar en alguien que traficaba con niños, que convertía a personas en mercancías para su propio beneficio, le daba asco. Si había algo que detestaba en este mundo, eran los tipos como ese.
— Ese tipo... — Drake dejó el cuchillo en el plato, observando la fotografía que Bonez le había mostrado. — ... se merece todo lo que venga. Y más.
La rabia en su voz era clara, aunque intentaba mantener la calma. Drake Longspan no era un hombre que disfrutara de la violencia sin razón, de hecho no solía comenzar una pelea si estaba sobrio. Pero cuando se trataba de algo así, de gente que utilizaba a otros como si fueran objetos desechables, no podía evitar sentir que la justicia, aunque fuera brutal, estaba más que justificada.
— Si todo esto es como lo dices... — continuó, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos en la mesa. — No tengo problemas en ayudar a acabar con este "Mad Dog". Pero como dijiste antes, no soy ni un sicario ni un héroe. Lo hago por razones que me parecen correctas, no porque alguien me lo ordene. Si quieres que te ayude a acabar con él, entonces que quede claro: lo hago bajo mis términos.
El chico de los brazos largos no era estúpido. Sabía que este trabajo podría complicarse más de lo que parecía. Y aunque Bonez parecía sincero en su deseo de encontrar a esa bruja y al esclavista, el pelinegro no podía dejar de lado la sensación de que había algo más en todo esto. Algo que Bonez no le estaba contando del todo, algo que quizás ni siquiera él mismo entendía.
Pero por el momento, eso no importaba.
Lo que importaba era el trabajo. Y aunque las dudas seguían ahí, no podía ignorar la oportunidad que se le estaba presentando. No solo para ganar algo de dinero, sino para hacer algo que, al menos por una vez, parecía tener un propósito más allá de la mera supervivencia.
Cuando Bonez hizo el comentario sobre no tener dinero para pagar la comida, Drake dejó escapar una carcajada genuina. «Este tipo realmente está loco» pensó, pero de una manera que empezaba a respetar.
— ¿Piernas rápidas, eh? — respondió, apoyándose en el respaldo de la silla y cruzando los brazos sobre su pecho. — ¿Es tu plan de huida en caso de emergencia? No suena muy elegante, pero tampoco soy de los que se quejan de las soluciones simples.
Chocó ambos puños mientras miraba en dirección a Bonez con una sonrisa cómplice, como si estuviera decidiendo en ese momento si valía la pena meterse en otra de las travesuras de su nuevo "compañero". Después de todo, escapar de un restaurante sin pagar no era algo que estuviera fuera de sus habilidades. Había pasado por situaciones peores. Y, para ser honesto, la idea de una pequeña escapada tras una cena tan buena le parecía casi... divertida.
— Está bien... — dijo finalmente, levantándose de la silla y estirando sus amplios brazos hacia arriba, como si estuviera preparándose para una carrera o un combate de boxeo a rondas infinitas. — Pero tú a cambio te unirás a una tripulación pirata. A la que voy a pertenecer.
Después de todo, un pirata de verdad nunca rechazaría una buena aventura.
Mientras masticaba, sintió la contradicción de la situación en la que se encontraba: una conversación seria, profunda, sobre maldiciones, esclavistas y brujas, mientras disfrutaba de una comida que pocas veces podía permitirse. Pero ese era el tipo de vida al que estaba acostumbrado. La vida de alguien como él era así, llena de contrastes. Un día en la miseria, al siguiente disfrutando como un jodido rey. Todo, claro, hasta que la rueda volviera a girar y lo llevara de regreso al suelo.
El comentario sobre la carne lo hizo reír por dentro, aunque no lo demostró más que con un ligero alzamiento de ceja. Era curioso cómo ambos, a pesar de sus diferencias, encontraban un punto de conexión en algo tan simple como disfrutar de una buena comida en medio del caos.
— La carne está perfecta, eso es cierto. — comentó, casi como una distracción antes de volver a concentrarse en lo que aquel muchacho le decía.
«Esclavistas, brujas, maldiciones...»» Drake dejó escapar un pequeño suspiro. Había esperado que este fuera un trabajo más simple, algo que solo implicara a algunos delincuentes comunes, un trato de ida y vuelta, fácil de olvidar al día siguiente. Pero cuanto más hablaba Bonez, más enredada se volvía la situación. Y sin embargo, no era algo que lo alejara. Todo lo contrario.
Drake había visto suficiente en sus años de pirata para saber que el mundo estaba lleno de gente rota, hombres y mujeres con historias que superaban la imaginación. Él mismo lo era, aunque prefería no ahondar en eso. Todos cargaban con su propia maldición, como bien había dicho ese tal Bonez. Y aunque la de aquel tipo era visible en su extraña apariencia y en la historia que contaba, la de Drake Longspan era más interna, más silenciosa, pero igual de pesada.
Uno sabe cuanto dolor carga, pero nunca cuanto carga el dolor ajeno.
— Ya te lo dije antes, todos tenemos nuestras maldiciones. La tuya es visible, pero la mayoría las llevamos por dentro... ¿No crees?
No era una pregunta. Era una afirmación, una declaración de alguien que sabía muy bien lo que estaba diciendo. Al fin y al cabo, él también estaba cargando con lo suyo. Los años de errores, de pérdidas, de deuda. La culpa que sentía por lo que había dejado atrás. Pero esos eran pensamientos que no compartía con nadie, no todavía.
Mientras Bonez seguía hablando, Longspan se tomó el tiempo para terminar el plato de carne y meterse algunos panecillos en el bolsillo. No era del tipo que dejaba algo en el plato, y menos cuando la comida era tan buena. Cuando el camarero había dejado la carne ahumada frente a ellos, no había podido evitar notar el esfuerzo y el tiempo que le había tomado al cocinero prepararla. Y ahora que cada pedazo se derretía en su boca, casi podía olvidarse, por un breve momento, de las oscuras complicaciones que lo rodeaban.
«Pirata...» La palabra resonó en su mente cuando el hombre voodoo la mencionó, y Drake no pudo evitar soltar una risa leve y seca.
— Rohaha. Un pirata, ¿eh? Supongo que sí, si lo quieres ver de esa manera.
No es que evitara la etiqueta, pero había aprendido con el tiempo que ser pirata no significaba lo mismo para todos. Para algunos, ser pirata era sinónimo de caos, muerte y destrucción. Para otros, era la libertad de vivir al margen de las reglas. Drake nunca se había visto como un villano. Sí, había hecho cosas de las que no se sentía particularmente orgulloso, pero nunca había sentido que eso lo definiera por completo. Simplemente, era lo que era: un hombre tratando de sobrevivir en un mundo que no le había dado muchas opciones.
— La vida no es tan simple como para encasillarse en una sola cosa. Ni héroe, ni sicario. Pero pirata... sí, eso podría funcionar.
Qué irónica podía ser la vida en el East Blue.
Hizo una pausa, dejando que el sabor de la carne llenara su boca antes de tragar. El calor del licor seguía manteniéndolo enfocado, pero su mente no dejaba de girar en torno a las palabras de Bonez. Lo que decía sobre el esclavista, "Mad Dog" Mc Callister, hacía que el veneno de la ira empezara a hervir en su interior. El solo pensar en alguien que traficaba con niños, que convertía a personas en mercancías para su propio beneficio, le daba asco. Si había algo que detestaba en este mundo, eran los tipos como ese.
— Ese tipo... — Drake dejó el cuchillo en el plato, observando la fotografía que Bonez le había mostrado. — ... se merece todo lo que venga. Y más.
La rabia en su voz era clara, aunque intentaba mantener la calma. Drake Longspan no era un hombre que disfrutara de la violencia sin razón, de hecho no solía comenzar una pelea si estaba sobrio. Pero cuando se trataba de algo así, de gente que utilizaba a otros como si fueran objetos desechables, no podía evitar sentir que la justicia, aunque fuera brutal, estaba más que justificada.
— Si todo esto es como lo dices... — continuó, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos en la mesa. — No tengo problemas en ayudar a acabar con este "Mad Dog". Pero como dijiste antes, no soy ni un sicario ni un héroe. Lo hago por razones que me parecen correctas, no porque alguien me lo ordene. Si quieres que te ayude a acabar con él, entonces que quede claro: lo hago bajo mis términos.
El chico de los brazos largos no era estúpido. Sabía que este trabajo podría complicarse más de lo que parecía. Y aunque Bonez parecía sincero en su deseo de encontrar a esa bruja y al esclavista, el pelinegro no podía dejar de lado la sensación de que había algo más en todo esto. Algo que Bonez no le estaba contando del todo, algo que quizás ni siquiera él mismo entendía.
Pero por el momento, eso no importaba.
Lo que importaba era el trabajo. Y aunque las dudas seguían ahí, no podía ignorar la oportunidad que se le estaba presentando. No solo para ganar algo de dinero, sino para hacer algo que, al menos por una vez, parecía tener un propósito más allá de la mera supervivencia.
Cuando Bonez hizo el comentario sobre no tener dinero para pagar la comida, Drake dejó escapar una carcajada genuina. «Este tipo realmente está loco» pensó, pero de una manera que empezaba a respetar.
— ¿Piernas rápidas, eh? — respondió, apoyándose en el respaldo de la silla y cruzando los brazos sobre su pecho. — ¿Es tu plan de huida en caso de emergencia? No suena muy elegante, pero tampoco soy de los que se quejan de las soluciones simples.
Chocó ambos puños mientras miraba en dirección a Bonez con una sonrisa cómplice, como si estuviera decidiendo en ese momento si valía la pena meterse en otra de las travesuras de su nuevo "compañero". Después de todo, escapar de un restaurante sin pagar no era algo que estuviera fuera de sus habilidades. Había pasado por situaciones peores. Y, para ser honesto, la idea de una pequeña escapada tras una cena tan buena le parecía casi... divertida.
— Está bien... — dijo finalmente, levantándose de la silla y estirando sus amplios brazos hacia arriba, como si estuviera preparándose para una carrera o un combate de boxeo a rondas infinitas. — Pero tú a cambio te unirás a una tripulación pirata. A la que voy a pertenecer.
Después de todo, un pirata de verdad nunca rechazaría una buena aventura.