Jun Gunslinger
Nagaredama
19-09-2024, 02:29 AM
Jun no estaba acostumbrada a oír cumplidos. Tampoco los necesitaba. Ella sabía que era diferente, y la vida se había encargado siempre de recordárselo, por lo general de forma negativa. Sin embargo, que alguien viera en ella cosas positivas y destacara como "buenas cualidades" lo que otros consideraban sus defectos… era, como mínimo, inusual. Tanto así, que ante las palabras de Drake llegó a sonrojarse levemente, aunque ese rubor inesperado en sus mejillas traía también un colorcito de desconfianza.
Sus ojos brillaron, manteniéndose fijos sobre los del gigante. No podría interrumpir el silencio porque, como pocas veces le sucedió en la vida, Jun se había quedado sin palabras.
—¿Hasta que la muerte nos separe? —repitió en su mente, desconcertada por la intensidad de semejante declaración. Por un momento, pensó que Drake estaba desvariando—. ¿De qué diablos esta hablando? ¿Por qué siempre se me pegan los locos?
El bueno de Drake, todavía arrodillado y ajeno a los pensamientos de la peliazul, sacó de su bolsillo papel y un lápiz. No era lo que Jun se esperaba, pero sin dudas ver eso le regresó el alma al cuerpo. Al menos no era un anillo. Sacudió la cabeza. ¿Por qué demonios pensaba en un anillo?
Por un momento fugaz, permitió que su propia mente divagara, e imagino brevemente como sería la cotidianeidad de una vida a su lado, si llevara un anillo en el dedo anular; Drake alcanzando las latas más altas en los estantes, abriendo las tapas de los frascos de mermelada para ella. Sus piernas sobresaliendo de la cama o de cualquier fornitura no adaptada a su tamaño, Jun usando sus camisetas como vestidos, subiéndose a un banquito para poder verlo cara a cara. Los marcos de cada puerta de la casa abollados por tanto cabezazo accidental.
Sacudió la cabeza otra vez, y se cubrió la boca con el dorso de la diestra, para ocultar una risa diminuta que se quiso escapar ante lo chistoso y simple de aquella visión. Que tontería.
"No construiré tu barco" le dijo él, "Te unirás al mío".
Fue entonces cuando el rostro de Jun se iluminó de pronto, con una sonrisa brillante, genuina, gigante. Ese era el tipo de proposiciones que le emocionaban. Sin embargo, inevitablemente, de nuevo le picaba la curiosidad. Drake ya no sonaba como el joven que conoció días atrás, en la taberna. Algo había cambiado en él: sus ojos escarlata, aunque cansados, brillaban con una intensidad diferente, y su voz y su manera de hablar llevaban un peso que no había percibido antes. Le gustaba ese Drake, y por eso le regaló una sonrisa sincera. Pero pero algún motivo todavía le generaba cierta desconfianza. Jun era, al fin y al cabo, una muchacha que había aprendido a no bajar la guardia con facilidad.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —le preguntó, cuando finalmente sintió que era capaz de hablar.
Jun era la definición de "selfmade". Forjada y moldeada en las entrañadas Kilombo, un lugar donde las oportunidades no le llegaban a todos y en ocasiones había que arrancarlas a la fuerza. Aprendió de muy pequeña a no esperar que la vida le ofreciera las cosas en bandeja de plata. Todo lo que tenía, Jun lo había conseguido y construido con esfuerzo, con ingenio, con astucia, con agallas. Así que ahora, enfrentada a la posibilidad de un cambio tan definitivo y que le caía mágicamente del cielo, sentía cómo las viejas defensas se alzaban.
Su mirada se desvió un segundo hacia el horizonte. No es que esa desconfianza le produjese una sensación de rechazo, sino más bien de tensión, como si supiera que pronto iba a desencadenarse algo difícil de controlar. El océano continuaba rugiendo y golpeando la pared de roca, su voz siempre presente, siempre poderosa, y de cierto modo se reflejaba también en lo que había escuchado.
Se pasó una mano por el pelo azul, despejando su rostro y sus ojos amatista mientras soltaba una larga exhalación. Drake aún la observaba, esperando una respuesta, y aunque por fuera Jun parecía mantener la calma, dentro de la joven las ideas se agolpaban. Su corazón latía un poco más rápido de lo normal, producto de la adrenalina de quien sabe está a punto de tomar una decisión importante.
—Una tormenta de verdad —repitió para sí misma, saboreando las palabras que Drake había usado. No era solo la posibilidad de salir de la isla lo que la tentaba, sino la idea de que alguien, finalmente, había visto en ella algo más que su habilidad para crear explosivos y soltar balazos. Había cierto respeto en la forma en que Drake la miraba, y eso era algo que no había sentido en mucho tiempo.
La brisa marina susurró en sus oídos, y sintió que el surco del horizonte la llamaba, con una fuerza irresistible y magnética. Una vez más volvió la vista hacia el gigante, que la miraba, expectante. No la presionaba, pero tampoco se había echado atrás. Jun estaba considerando su propuesta, sin embargo, aunque solía ser impulsiva, eso no era algo que ella haría a la ligera.
Había una única razón por la cual aún se mantenía anclada a la isla: Juri. No podía irse sin asegurarse de que su la joven no volviera y encontrara un puerto vacío, sin Jun para recibirla. Últimamente vivía con el presentimiento latente de que su amiga estaba pronta a regresar. Podía ser cualquier día, a cualquier hora, en cualquier momento. Y por eso Jun debía mantenerse expectante, su corazón cargaba con esa promesa.
—Tú me agradas —le dijo, y de un brinco se puso de pie. No alcanzaba a igualar su altura, desde luego, pero ella no se sentía pequeña a su lado. Por el contrario, en su mente y corazón se sentía casi tan imponente como él. Estiró el cuello hasta donde su anatomía se lo permitía, buscando fijar la mirada en aquellos ojos carmesí, como si la conexión visual pudiese fortalecer lo que estaba a punto de decir—. Pero no soy de las que se suben al primer barco que pasa por el puerto —Dejó que sus palabras fluyeran como la brisa y la marea, tomándose un momento para observar su reacción—. Aunque tu oferta es atractiva, antes de decidir nada, tengo una condición. Hay una cosita que debo resolver.
No sentía que le debiera explicaciones, ni a él ni a nadie. Pero al mismo tiempo pensaba que Drake merecía, al menos, una pequeña ventana a sus motivos. Quería hacerle entender que su reticencia no era precisamente una negativa, sino un stand by.
—Veras... hice una promesa —continuó, su tono ahora más grave. Con el puño cerrado sostenía firmemente su artilugio explosivo—. Y hasta que no la cumpla, no puedo abandonar esta isla.
No necesitaba decir más que eso. La decisión estaba tomada. No era un "no", pero tampoco un "sí" inmediato. Su promesa a Juri la mantendría atada a Kilombo un tiempo más, pero la idea de unirse a una tripulación prometía ser la oportunidad que podría cambiarlo todo para ellas dos. Sabía que la espera era incierta, mas una corazonada le decía que el momento llegaría más pronto que tarde.
Sus ojos brillaron, manteniéndose fijos sobre los del gigante. No podría interrumpir el silencio porque, como pocas veces le sucedió en la vida, Jun se había quedado sin palabras.
—¿Hasta que la muerte nos separe? —repitió en su mente, desconcertada por la intensidad de semejante declaración. Por un momento, pensó que Drake estaba desvariando—. ¿De qué diablos esta hablando? ¿Por qué siempre se me pegan los locos?
El bueno de Drake, todavía arrodillado y ajeno a los pensamientos de la peliazul, sacó de su bolsillo papel y un lápiz. No era lo que Jun se esperaba, pero sin dudas ver eso le regresó el alma al cuerpo. Al menos no era un anillo. Sacudió la cabeza. ¿Por qué demonios pensaba en un anillo?
Por un momento fugaz, permitió que su propia mente divagara, e imagino brevemente como sería la cotidianeidad de una vida a su lado, si llevara un anillo en el dedo anular; Drake alcanzando las latas más altas en los estantes, abriendo las tapas de los frascos de mermelada para ella. Sus piernas sobresaliendo de la cama o de cualquier fornitura no adaptada a su tamaño, Jun usando sus camisetas como vestidos, subiéndose a un banquito para poder verlo cara a cara. Los marcos de cada puerta de la casa abollados por tanto cabezazo accidental.
Sacudió la cabeza otra vez, y se cubrió la boca con el dorso de la diestra, para ocultar una risa diminuta que se quiso escapar ante lo chistoso y simple de aquella visión. Que tontería.
"No construiré tu barco" le dijo él, "Te unirás al mío".
Fue entonces cuando el rostro de Jun se iluminó de pronto, con una sonrisa brillante, genuina, gigante. Ese era el tipo de proposiciones que le emocionaban. Sin embargo, inevitablemente, de nuevo le picaba la curiosidad. Drake ya no sonaba como el joven que conoció días atrás, en la taberna. Algo había cambiado en él: sus ojos escarlata, aunque cansados, brillaban con una intensidad diferente, y su voz y su manera de hablar llevaban un peso que no había percibido antes. Le gustaba ese Drake, y por eso le regaló una sonrisa sincera. Pero pero algún motivo todavía le generaba cierta desconfianza. Jun era, al fin y al cabo, una muchacha que había aprendido a no bajar la guardia con facilidad.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —le preguntó, cuando finalmente sintió que era capaz de hablar.
Jun era la definición de "selfmade". Forjada y moldeada en las entrañadas Kilombo, un lugar donde las oportunidades no le llegaban a todos y en ocasiones había que arrancarlas a la fuerza. Aprendió de muy pequeña a no esperar que la vida le ofreciera las cosas en bandeja de plata. Todo lo que tenía, Jun lo había conseguido y construido con esfuerzo, con ingenio, con astucia, con agallas. Así que ahora, enfrentada a la posibilidad de un cambio tan definitivo y que le caía mágicamente del cielo, sentía cómo las viejas defensas se alzaban.
Su mirada se desvió un segundo hacia el horizonte. No es que esa desconfianza le produjese una sensación de rechazo, sino más bien de tensión, como si supiera que pronto iba a desencadenarse algo difícil de controlar. El océano continuaba rugiendo y golpeando la pared de roca, su voz siempre presente, siempre poderosa, y de cierto modo se reflejaba también en lo que había escuchado.
Se pasó una mano por el pelo azul, despejando su rostro y sus ojos amatista mientras soltaba una larga exhalación. Drake aún la observaba, esperando una respuesta, y aunque por fuera Jun parecía mantener la calma, dentro de la joven las ideas se agolpaban. Su corazón latía un poco más rápido de lo normal, producto de la adrenalina de quien sabe está a punto de tomar una decisión importante.
—Una tormenta de verdad —repitió para sí misma, saboreando las palabras que Drake había usado. No era solo la posibilidad de salir de la isla lo que la tentaba, sino la idea de que alguien, finalmente, había visto en ella algo más que su habilidad para crear explosivos y soltar balazos. Había cierto respeto en la forma en que Drake la miraba, y eso era algo que no había sentido en mucho tiempo.
La brisa marina susurró en sus oídos, y sintió que el surco del horizonte la llamaba, con una fuerza irresistible y magnética. Una vez más volvió la vista hacia el gigante, que la miraba, expectante. No la presionaba, pero tampoco se había echado atrás. Jun estaba considerando su propuesta, sin embargo, aunque solía ser impulsiva, eso no era algo que ella haría a la ligera.
Había una única razón por la cual aún se mantenía anclada a la isla: Juri. No podía irse sin asegurarse de que su la joven no volviera y encontrara un puerto vacío, sin Jun para recibirla. Últimamente vivía con el presentimiento latente de que su amiga estaba pronta a regresar. Podía ser cualquier día, a cualquier hora, en cualquier momento. Y por eso Jun debía mantenerse expectante, su corazón cargaba con esa promesa.
—Tú me agradas —le dijo, y de un brinco se puso de pie. No alcanzaba a igualar su altura, desde luego, pero ella no se sentía pequeña a su lado. Por el contrario, en su mente y corazón se sentía casi tan imponente como él. Estiró el cuello hasta donde su anatomía se lo permitía, buscando fijar la mirada en aquellos ojos carmesí, como si la conexión visual pudiese fortalecer lo que estaba a punto de decir—. Pero no soy de las que se suben al primer barco que pasa por el puerto —Dejó que sus palabras fluyeran como la brisa y la marea, tomándose un momento para observar su reacción—. Aunque tu oferta es atractiva, antes de decidir nada, tengo una condición. Hay una cosita que debo resolver.
No sentía que le debiera explicaciones, ni a él ni a nadie. Pero al mismo tiempo pensaba que Drake merecía, al menos, una pequeña ventana a sus motivos. Quería hacerle entender que su reticencia no era precisamente una negativa, sino un stand by.
—Veras... hice una promesa —continuó, su tono ahora más grave. Con el puño cerrado sostenía firmemente su artilugio explosivo—. Y hasta que no la cumpla, no puedo abandonar esta isla.
No necesitaba decir más que eso. La decisión estaba tomada. No era un "no", pero tampoco un "sí" inmediato. Su promesa a Juri la mantendría atada a Kilombo un tiempo más, pero la idea de unirse a una tripulación prometía ser la oportunidad que podría cambiarlo todo para ellas dos. Sabía que la espera era incierta, mas una corazonada le decía que el momento llegaría más pronto que tarde.