Hyun Yeon
Tsubaki no Ken
19-09-2024, 06:21 AM
El puñetazo deja al hombre en el suelo, aturdido y gimiendo de dolor. No está inconsciente, pero no crees que le queden fuerzas para resistirse mucho o ganas de moverse en al menos un rato largo. Al fin y al cabo, es solo un ladronzuelo borracho. Su umbral del dolor probablemente sea más bajo que el tuyo o que el de otros luchadores, ya puestos. Al revisar su chaqueta encuentras que, en contra de lo que había declarado, tiene algunas cosas de valor guardadas. Por el olor a salitre y la humedad, no hace falta ser un genio para deducir que han salido del barco. Lleva encima un collar de perlas, un lienzo enrollado cortado de un cuadro (si lo despliegas, verás que es una pintura bonita de un paisaje portuario) y un puñado de monedas de oro.
Cuando te diriges al barco, te das cuenta de que su compañero no tenía a dónde huir, salvo que decidiese tirarse a las olas o que se haya escondido de ti entre las rocas. Más allá del naufragio no hay playa, solo un acantilado cada vez más pronunciado y mar brava batiéndose contra sus paredes. Una vez subes al barco, dispuesto a darle guerra a quien quiera que esté encima, no solo no encuentras a nadie, sino que escuchas un crujido de madera y un chapoteo. Si miras por la borda, verás a un hombre nadando tan frenéticamente como si le persiguiera un rey marino, alejándose del barco naufragado. Parece que el compañero del borrachín no tenía ganas de vérselas contigo.
Por otro lado, en su huida ha dejado atrás su botín. Un movimiento sabio si pretendía que su huida marina tuviese alguna clase de éxito. Sobre el suelo destrozado de la cubierta encuentras más monedas, joyas, instrumentos como un sextante y un astrolabio y un barrilete de especias. Sin embargo, además del botín otra cosa llama tu atención. Tanto en cubierta como bajo ella (como ves por algunos agujeros), se encuentran los desgraciados marineros de la Quimera. Ahora que puedes ver sus cuerpo muertos, no te queda duda. No solo no ha habido nada de accidental, sino que los causantes no pretendían dejar testigos. Los cadáveres tienen heridas que no encajan con el choque de la nave con el acantilado: cuellos degollados, perforaciones que podrían ser de bala y otras heridas igualmente sospechosas. Parece que el cuento del borracho era cierto y más siniestro de lo que aparentaba en un primer momento.
Sin embargo, hacer justicia no es cosa de piratas. ¿O sí?
Cuando te diriges al barco, te das cuenta de que su compañero no tenía a dónde huir, salvo que decidiese tirarse a las olas o que se haya escondido de ti entre las rocas. Más allá del naufragio no hay playa, solo un acantilado cada vez más pronunciado y mar brava batiéndose contra sus paredes. Una vez subes al barco, dispuesto a darle guerra a quien quiera que esté encima, no solo no encuentras a nadie, sino que escuchas un crujido de madera y un chapoteo. Si miras por la borda, verás a un hombre nadando tan frenéticamente como si le persiguiera un rey marino, alejándose del barco naufragado. Parece que el compañero del borrachín no tenía ganas de vérselas contigo.
Por otro lado, en su huida ha dejado atrás su botín. Un movimiento sabio si pretendía que su huida marina tuviese alguna clase de éxito. Sobre el suelo destrozado de la cubierta encuentras más monedas, joyas, instrumentos como un sextante y un astrolabio y un barrilete de especias. Sin embargo, además del botín otra cosa llama tu atención. Tanto en cubierta como bajo ella (como ves por algunos agujeros), se encuentran los desgraciados marineros de la Quimera. Ahora que puedes ver sus cuerpo muertos, no te queda duda. No solo no ha habido nada de accidental, sino que los causantes no pretendían dejar testigos. Los cadáveres tienen heridas que no encajan con el choque de la nave con el acantilado: cuellos degollados, perforaciones que podrían ser de bala y otras heridas igualmente sospechosas. Parece que el cuento del borracho era cierto y más siniestro de lo que aparentaba en un primer momento.
Sin embargo, hacer justicia no es cosa de piratas. ¿O sí?